Kardec y los
buenos espíritas
¿Cómo nos
debemos conducir
para que bien
cumplamos la
tarea, la
misión, el
compromiso que
asumimos para la
presente
existencia? Esa
duda siempre nos
viene al
pensamiento
cuando nos
examinamos y
evaluamos lo que
hemos hecho en
la vida.
Hay ciertamente
varias maneras
de obtener
respuesta a la
cuestión
propuesta, y
Kardec nos dio
cuanto a eso
indicaciones
precisas en sus
obras.
He aquí una de
ellas:
“Aquél que puede
ser, con razón,
cualificado de
espírita
verdadero y
sincero, se cree
en un grado
superior de
perfeccionamiento
moral. El
Espíritu, que en
él domina de
modo más
completo la
materia, le da
una percepción
más clara del
futuro; los
principios de la
Doctrina le
hacen vibrar la
garra que en
otros se
conservan
inertes. En
resumen: es
tocado en el
corazón, por lo
que
inquebrantable
se le torna la
fe. Uno es cual
músico que
algunos acordes
bastan para
conmoverle, al
paso que otro
sólo oye
sonidos. Se
reconoce el
verdadero
espírita por su
transformación
moral y por los
esfuerzos que
emplea para
dominar sus
inclinaciones
malas.”
(El Evangelio
según el
Espiritismo,
cap. XVII, ítem
4.)
Años antes,
cuando escribió
la obra que
conocemos como
El Libro de
los Médium,
él ya había
dicho algo al
respecto,
ocasión en que
elaboró lo que
sería la primera
clasificación de
los adeptos de
la doctrina
naciente:
“Entre los que
se convencieron
por un estudio
directo, pueden
destacarse:
1º. Los que
creen pura y
simplemente en
las
manifestaciones.
Para ellos, el
Espiritismo es
sólo una ciencia
de observación,
una serie de
hechos más o
menos curiosos.
Les llamaremos
espíritas
experimentadores.
2°. Los que en
el Espiritismo
ven más de que
los hechos; le
comprenden la
parte
filosófica;
admiran la moral
de ahí
resultante, pero
no la practican.
Insignificante o
nula es la
influencia que
les ejerce en
los caracteres.
En nada alteran
sus hábitos y no
se privarían de
un sólo disfrute
que fuese. El
avaro continúa a
serlo, el
orgulloso se
conserva lleno
de sí, el
envidioso y el
celoso siempre
hostiles.
Consideran la
caridad
cristiana apenas
una bella
máxima. Son los
espíritas
imperfectos.
3º. Los que no
se contentan con
admirar la moral
espírita, que la
practican y le
aceptan todas
las
consecuencias.
Convencidos de
que la
existencia
terrena es una
prueba pasajera,
tratan de
aprovechar sus
breves instantes
para avanzar por
la senda del
progreso, única
que los puede
elevar en la
jerarquía del
mundo de los
Espíritus,
esforzándose por
hacer el bien y
cohibir sus
malas
tendencias. Las
relaciones con
ellos siempre
ofrecen
seguridad,
porque la
convicción que
nutren los
preserva de
pensar en
practicar el
mal. La caridad
es, en todo, la
regla de
proceder a que
obedecen. Son
los
verdaderos
espíritas,
o mejor,
los
espíritas
cristianos.
4º. Hay,
finalmente, los
espíritas
exaltados.
La especie
humana sería
perfecta, si
siempre tomase
el lado bueno de
las cosas. En
todo, el exagero
es perjudicial.
En Espiritismo,
infunde
confianza
demasiado ciega
y frecuentemente
pueril, en lo
que se refiere
al mundo
invisible, y
lleva a
aceptarse, con
extrema
facilidad y sin
averiguación,
aquello cuyo
absurdo, o
imposibilidad de
reflexión y el
examen
demostrarían. El
entusiasmo, sin
embargo, no
reflete
deslumbre. Esta
especie de
adeptos es más
nociva que útil
a la causa del
Espiritismo. Son
los menos aptos
para convencer a
quien sea,
porque todos,
con razón,
desconfían de
los juzgamientos
de ellos.
Gracias a su
buena fe, son
engañados, así,
por Espíritus
mistificadores,
como por hombres
que buscan
explorarles la
credulidad.
Medio mal sólo
habría, si sólo
ellos tuviesen
que sufrir las
consecuencias.
El peor es que,
sin quererlo,
dan armas a los
incrédulos, que
antes buscan
ocasión de
burlarse que
convencerse y
que no dejan de
imputar a todos
el ridículo de
algunos. Sin
duda que esto no
es justo, ni
racional; pero,
como se sabe,
los adversarios
del Espiritismo
sólo consideran
de buen quilate
la razón de que
disfrutan, y
conocer
profundamente
aquello sobre
que discurren es
lo que menos
cuidado les da.”
(El Libro de los
Médium, cap.
III, ítem 28.)
Los años se
pasaron y, como
sabemos, todavía
hoy tenemos en
el medio
espírita
representantes
de los cuatro
tipos citados en
el texto arriba,
habiendo aún, lo
que es más
lamentable,
aquellos que se
extraviaron a lo
largo del
camino, hecho
que llevó Kardec
a formular a un
conocido
bienhechor
espiritual la
siguiente
pregunta: - Si,
entre los
llamados para el
Espiritismo,
muchos se
extraviaron,
¿cuáles las
señales por los
cuales
reconoceremos
los que se
encuentran en
buen camino?
He aquí lo que
le fue
contestado:
“Los
reconoceréis en
los principios
de verdadera
caridad que
ellos profesarán
y practicarán.
Los reconoceréis
en el número de
afligidos que
habrán
consolado; los
reconoceréis en
su amor hacia el
prójimo, por su
abnegación, por
su desinterés
personal; los
reconoceréis, en
fin, en el
triunfo de sus
principios,
porque Dios
quiere el
triunfo de Su
ley; los que
siguen Su ley,
ésos son sus
elegidos y Él
les dará la
victoria; pero
Él destruirá a
los que falsean
el Espíritu de
esa ley y hacen
de ella su
comodín para
satisfacer su
vanidad y su
ambición. –
Erasto,
ángel guardián
del médium.
Paris, 1863.”
(El Evangelio
según el
Espiritismo,
cap. XX, ítem
4.)
|