Los buenos Espíritus
siempre estuvieron al
lado de Allan Kardec, en
una conexión estrecha y
de mutua confianza. Se
puede decir que
produjeron juntos (de
1857 a 1869), en
perfecta sintonía, todo
el conjunto de la
llamada Codificación
Espírita y sus libros y
textos complementarios.
La intensidad de esa
relación puede ser
constatada en el texto
“Imitación del
Evangelio”, contenido en
la 2ª parte del libro
Obras Póstumas
(traducción de Bezerra
de Menezes), donde los
Espíritus revelan al
codificador: “Nuestra
acción, especialmente la
de el Espíritu de
Verdad, es constante
sobre ti, y es tal, que
no puedes huirle”. En
otra traducción del
mismo tramo (la de
Guillon Ribeiro), se ve
la idea como reforzada
por otro verbo: “Nuestra
acción, principalmente
la de el Espíritu de
Verdad, es constante
a tu alrededor y tal que
no la puedes negar”.
Curiosamente, ni “huir”
de la influencia, ni
“negarla”.
Pues fue bajo esa
inspiración, que nunca
le faltó, que Allan
Kardec organizó El
Evangelio según el
Espiritismo,
provocando con su
edición, en 1864, una
revolución en los medios
eclesiásticos de la
época.
Allan Kardec afirmó en
el libro Viaje
Espírita en 1862:
“Se puede, de modo
general, juzgar la
importancia de una idea
por la oposición que
ella suscita” ¹. Ese
pensamiento venía a
callar en aquel momento.
La Iglesia aún tenía, en
la época, mucho poder y
mucha influencia. Si el
clero puede, de cierto
modo, aceptar algunos
principios de El
Libro de los Espíritus,
lo mismo no se daría en
relación a los
contenidos en El
Evangelio según el
Espiritismo,
contrarios a los que
sostenían la doctrina de
la Iglesia. Tanto que
los Espíritus avisaron a
Kardec para que se
preparara para la lucha
que vendría más feroz:
(...) “Que sepas que
hasta hoy sólo comiste
el pan blanco y que,
ahora, van a comenzar
las dificultades”.
IDEAS QUE INCOMODAN A LA
IGLESIA
Finalmente, ¿qué traía
ese libro que tanto hizo
agitar al clero y la
Iglesia? Vamos a
relacionar,
sucintamente, algunas de
las ideas contenidas en
el libro de Kardec y que
incomodaron tanto a la
clase clerical.
En el capítulo I:
alianza de la ciencia
con la religión, hasta
entonces incompatibles.
Allan Kardec estableció
que la ciencia precisa
de las normas morales de
la religión, y la
religión precisa de la
ciencia para explicar
los fenómenos de la
vida. Deben andar
juntas, por lo tanto. La
Iglesia casi siempre
siguió un camino
distinguido no sólo de
la ciencia, más de la
cultura general y del
progreso de las ideas
también.
En el capítulo II: la
vida futura desplegada
en el más allá en
realizaciones siempre
progresivas del
Espíritu, concepto
opuesto al de las penas
eternas y de la vida
contemplativa, ambos
inmovilizando al ser.
En el capítulo IV: la
reencarnación como ley
biológica, instrumento
de la justicia de Dios,
condición esencial para
la evolución del
Espíritu, concepto
denegado por la Iglesia.
En el capítulo XV: el
concepto universal y
democrático del “Fuera
de la caridad no hay
salvación”, que anula
otros axiomas como, por
ejemplo, el “Fuera de la
Iglesia no hay
salvación”, excluyente.
En el capítulo XVI:
servir a Dios y no a la
riqueza, orientación
evangélica no siempre
seguida por las
religiones cristianas.
En el capítulo XIX: la
fe razonada sustituyendo
a la fe ciega, que
genera dogmas
improductivos.
Todo el capítulo XXVI,
“Dar de gracia lo que de
gracia recibís”, que
aborda el don de curar
(mediumnidad), las
plegarias pagadas, la
gratuidad de los dones
etc.
La afirmación de Jesús
como hijo de Dios y su
misión divina en
contraposición a la idea
de la Santísima
Trinidad: Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
Estos y tantos otros
conceptos, ya plenamente
accesibles a la
inteligencia moderna,
fueron estudiados por
Allan Kardec y, sumados
a las informaciones de
los Espíritus
superiores, se
constituyeron en El
Evangelio según el
Espiritismo, una
guía práctica y
accesible para las
acciones humanas.
LOS EESPÍRITUS HABLARON
SOBRE LA OBRA
Allan Kardec afirma, en
la Introducción de ese
libro, que escogió
exponer allí solamente
la parte referente a la
enseñanza moral de
Jesús, el cual, según
sus palabras, “Es el
terreno en el que todos
los cultos pueden
encontrarse”. Dice aún:
“Para los hombres, en
particular, es una regla
de conducta, que
comprende todas las
circunstancias de la
vida privada y pública,
el principio de todas
las relaciones sociales
fundadas en la más
rigurosa justicia. Es,
por fin, el camino
infalible de la
felicidad a conquistar”.
Los Espíritus también se
pronunciaron sobre la
obra: “Ese libro de
doctrina tendrá
influencia considerable,
porque explica
cuestiones de interés
capital. No solamente el
mundo religioso
encontrará en el las
máximas que necesita
como las naciones, en su
vida práctica, de el
obtendrán instrucciones
excelentes”.
A través de esas
observaciones se puede
vislumbrar el papel que
El Evangelio según el
Espiritismo
desempeñaría junto a la
humanidad en la
construcción del mundo
regenerado. Aún hablando
de él, los Espíritus
concluyen: “Hiciste bien
al enfrentar las
cuestiones de elevada
moral práctica, del
punto de vista de los
intereses generales, de
los intereses sociales y
de los intereses
religiosos. La duda
necesita ser destruida”.
¿QUÉ DUDA ERA ESA?
Yo pienso que Allan
Kardec la esclareció en
la medida en que atendió
a dos propósitos. El
primero: cuando se
propuso escribir el
Evangelio dando
énfasis a la enseñanza
moral de Jesús
explicado, libre de
las cuestiones
accesorias de la vida
del Maestro que siempre
provocaron discusiones y
disputas religiosas, él
pretendió que esa obra
se constituyera en un
manual universal, para
uso de todos, sin
distinción de cultos, y
que contribuyera
objetivamente para la
transformación moral de
la humanidad.
Él mismo justifica la
producción del libro con
aquellas
características, dando
en la misma Introducción
una declaración
verdadera y valiente:
“Todo el mundo admira la
moral evangélica, todos
proclaman su sublimidad
y su necesidad” (...)
“Pero pocos la conocen a
fondo, y menos aún la
comprenden y saben sacar
consecuencias. La razón
de eso está, en gran
medida, en las
dificultades presentadas
por la lectura del
Evangelio, ininteligible
para la mayoría. La
forma alegórica, el
misticismo intencionado
del lenguaje, hacen que
la mayoría lo lea por
desencargo de conciencia
y por obligación”.
Ese problema perdura
hasta hoy junto a los
adeptos de las
religiones cristianas
que adoptan la Biblia
como orientación. A
muchos les bastan con
aceptar las tradiciones
y repetir máximas
proverbiales sin
penetrar en el
“espíritu” de la
enseñanza. Otros tantos
se esfuerzan a estudiar,
pero no consiguen
descubrir el sentido del
conjunto, pues les falta
la llave que el
Espiritismo trae.
Allan Kardec, por lo
tanto, prestó un gran
servicio a la humanidad
cuando elaboró El
Evangelio según el
Espiritismo de forma
clara y comprensible.
Ese fue, a mí ver, el
primer propósito de
Kardec: hacer la
enseñanza de Cristo
íntima y agradable a los
hombres de la Tierra.
El segundo propósito de
Kardec, y el más
importante, fue
restablecer el sentido
original de los
Evangelios. Rescatar el
Evangelio, aún vivo, de
los escombros a que lo
lanzaron la ignominia y
la desfachatez humana.
LAS RAZONES DE LA
PROMESA
El Espiritismo es la
síntesis histórica del
Cristianismo, movimiento
ese que se inició con
Moisés, se amplió con
Jesús y terminó con el
Espiritismo. Como figura
central y coordinadora
de ese proceso de
conducir a la humanidad
por las vías de la
espiritualización, Jesús
sabía que los hombres,
por inmadurez, no lo
comprenderían
suficientemente y
acabarían por despreciar
y adulterar sus
enseñanzas, mezclando en
ellos elementos del
mundo pagano y del
Judaísmo, además de las
interpolaciones y
omisiones premeditadas,
aplicadas a lo largo del
tiempo, según ciertos
intereses.
El Cristianismo se
desfiguró. Exactamente
por eso es que Jesús
prometió enviar,
conforme se lee en Juan,
XIV: 15 a 17; 26, un
Consolador que “os
enseñará todas las cosas
y os hará recordar todo
lo que os he dicho”: el
Espíritu de Verdad. Ese
Consolador vino a
restablecer la verdad
desnaturalizada y
completar sus
enseñanzas, no en el
sentido de añadir
verdades nuevas, sino en
el de explicar y
desarrollar lo que allí
se encuentra en germen:
la reencarnación, la
pluralidad de los
mundos, la anterioridad
y la supervivencia del
alma, la vida futura,
las penas y recompensas
o la justicia divina, la
mediumnidad y las
relaciones entre los dos
mundos. Y, así, Allan
Kardec colaboró en el
cumplimiento de la
promesa hecha por Jesús
de enviar otro
Consolador.
CON TODO,
¿POR QUÉ CONSOLADOR?
El capítulo V –
“Bienaventurados los
afligidos” -, no por
acaso el más largo del
libro, ilustra bien la
necesidad humana de
consuelo.
Jesús previó que los
hombres necesitarían de
consolaciones, ya que no
las encontrarían
satisfactorias en las
creencias que irían a
adoptar. Allan Kardec,
en “Caracteres de la
revelación espírita”,
explica eso diciendo:
“Porque es a los
desheredados, más que a
los felices del mundo,
que se dirige el
Espiritismo” (...) “Los
afligidos son los
enfermos y el Consolador
es el médico.”
Además del consuelo a
las aflicciones humanas,
el Consolador trajo
esperanza al hombre.
¿Qué doctrina, que
religión, que filosofía,
sino el Espiritismo,
puede traer con tanta
convicción la fe en Dios
y la esperanza en el
futuro?
El Evangelio según el
Espiritismo es un guión
educativo para el
Espíritu. En ese
sentido, consuelo y
esperanza indican que el
hombre debe corregirse
moralmente y trazar
planes de desarrollo a
partir de ahora.
El Espiritismo, pues,
teniendo la ciencia como
aliada, es la llave para
hacer comprender las
palabras del
Evangelio y darles
un objetivo práctico de
elevado interés para la
humanidad.
LA FERMENTACIÓN DE LAS
IDEAS
Herculano Pires, en su
libro de crónicas El
misterio del bien y del
mal, usa la imagen
evangélica de la
levadura que se mezcla a
la harina para levantar
la masa, comparando ese
proceso químico a la
acción de las ideas
cristianas que
fermentaron y
modificaron la
estructura social de la
antigüedad y que
continúan actuando.
Afirma Herculano Pires
que, en relación a las
ideas, hecho semejante
ocurrirá con el
Espiritismo. La levadura
de las ideas espíritas
desde 1857 está mezclada
a la masa y producirá
cambios ideológicos en
el mundo, hasta que sea
implantada en la Tierra
entera la verdadera
civilización cristiana.
REACCIÓN EN CADENA
Las leyes del deber y de
la fraternidad conducen
a los hombres
espiritualizados que
habitan la Tierra a
actuar individualmente o
en grupos y, en una
reacción en cadena, van
proponiendo a las masas
nuevas formas de vivir,
tanto física como
psíquica; van
ejemplificando el amor
en múltiples
manifestaciones,
diseminando conceptos
espiritualistas y, con
eso, construyendo otra
mentalidad en el mundo.
De esa forma, la
influencia de las
fuerzas renovadoras y
humanitarias se va
ampliando y ganando
adhesiones.
Mientras reina el caos,
el desorden, la
indisciplina, pocos
están dispuestos a oír,
mucho menos a
reflexionar sobre normas
éticas y morales, pero
la fuerza divina del
progreso, dirigida por
las altas esferas
espirituales que se
relacionan con la
Tierra, actúa sin cesar
en el sentido de
encaminar a la humanidad
para un nuevo estado de
vida, más ordenada,
pacífica y adelantada.
Agotadas las energías de
la materialidad, que
llevan a los hombres a
la extenuación, ellos se
vuelven para lo que
puede consolarlos y
darles esperanza.
ACTUACIÓN DEL
ESPIRITISMO
Entonces, en ese
ambiente más preparado,
llegará la hora en que
el Espiritismo actuará
consistentemente sobre
la humanidad, hablando
directo al Espíritu. La
levadura evangélica
habrá fermentado la
masa, que creció para
alimentar a los
hambrientos del mundo.
El Evangelio
continuará guiando, a
través de los siglos, a
los retardados a “ver y
oír”.
El hecho del
Cristianismo haber
llegado hasta nuestros
días, vestido ahora con
el ropaje del
Espiritismo, a pesar de
la oposición que sufrió
en todos los tiempos, es
una gran victoria de
Jesús. Pero el
Cristianismo es un
proceso aún en
desarrollo y creemos que
se concluirá cuando
implantemos el reino de
Dios en la Tierra y Lo
adoremos en “espíritu y
verdad”.
LA NECESIDAD DE HABLAR Y
DIVULGAR
Buena parte de hombres y
Espíritus aún no se
aproximó a las verdades
del Evangelio; aún no
reflexionó sobre los
consejos de Jesús,
nuestro hermano puro;
muchos aún no
percibieron la
importancia de la vida
en el cuerpo para la
evolución del Espíritu.
De ahí, la necesidad de
hablar de Jesús y de su
Evangelio en la
actualidad y de
divulgarse la gran
revelación que el
Espiritismo trae.
Necesitamos dar el
testimonio diario del
“amaos unos a los
otros”, trabajar sin
descanso para la
implantación del estado
de regeneración en la
Tierra.
Allan Kardec aproximó el
Evangelio de todos
nosotros, y nos hizo ver
que las lecciones de
Jesús no son para ser
vividas solamente en las
iglesias, en los
templos, en los centros
espíritas, en los medios
religiosos, sino en
todos los lugares y
momentos de nuestra
vida; finalmente, el
buen ejemplo, el buen
pensamiento, la buena
palabra, la caridad, la
tolerancia, y otras
tantas virtudes que se
aprenden con Jesús,
caben en cualquier lugar
y en cualquier tiempo.
El Evangelio según el
Espiritismo
es un libro especial,
pero no sagrado. El
concepto de libro
sagrado no prevalece
entre los espíritas. El
espírita bebe el
conocimiento para
ponerlo en acción, a
beneficio del progreso
general y de su propio
adelantamiento. “Se
reconoce el verdadero
espírita por el esfuerzo
que hace en mejorarse”,
dice Allan Kardec.
Seamos, pues, verdaderos
espíritas, verdaderos
cristianos. No nos
faltan recursos para eso.
1
Kardec, Allan, en
“Instrucciones
particulares dadas a los
Grupos en respuesta a
algunas de las
cuestiones propuestas”.
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