Otávio era un hombre que
durante toda la vida
siempre había vivido con
confort. De familia
rica, hubo heredado una
fábrica, muchos
inmuebles, además de
bastante dinero y joyas
valiosas.
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Con tantos recursos,
Otávio había crecido sin
problemas de dinero, y
no hubo aprendido a
valorar lo que tenía.
Su familia vivía siempre
en fiestas y en viajes.
Los hijos no
aprovecharon las
bendiciones de la
escuela, porque querían
aprovechar la vida y no
tenían tiempo para coger
los libros.
El tiempo fue pasando,
hasta que un día Otávio
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amaneció no
sintiéndose muy
bien.
Y se quedó en el lecho,
descansando.
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Sin embargo, él empeoró
y mandó llamar al médico
de la familia.
Después examinándolo el
médico, le dijo:
— Otávio, por la vida
que usted ha llevado, su
organismo está
necesitando de cuidados.
Voy a pasarle una
medicación que deberá
tomar todos los días, en
la hora correcta. Su
caso es grave y, si no
deja de comer tanto, va
a empeorar.
Otávio le agradeció,
pero continuó llevando
la vida de siempre. Ni
los medicamentos tomaba
él, alegando no tener
tiempo.
Él tenía un hijo
diferente de los demás.
Tadeu, el pequeño, ahora
ya un jovencito, era el
único que se preocupaba
con el padre, la madre y
los hermanos.
Él decía:
— ¡Papá, nuestra familia
no puede pasar todo el
tiempo de fiestas y
viajes! ¡Mamá y mis
hermanos no paran en
casa! Y tú estás aquí,
porque tienes problemas
de salud, de lo
contrario también
estarías llevando una
vida sólo de placeres.
— ¡Que tontería, mi
hijo! ¡Tenemos bastante
dinero para divertirnos!
Y el chico volvía a
preguntar:
— ¡Papá, pero el dinero
puede acabarse! El otro
día, conversé con un
empleado de la fábrica y
él me dijo que, en la
fábrica, está todo
difícil. ¡Que su gerente
está gastando mucho
dinero sin necesidad!
¡Déjame tomar la
dirección de la fábrica,
quiero trabajar!
Nervioso, el viejo padre
replico:
— ¡De ninguna manera!
¡Un hijo mío no necesita
trabajar! ¿Que irán a
decir de mí?
Tadeu bajó la cabeza,
desalentado. No
adelantaba conversar con
el padre. ¿Quién
sabe si debía alertar a
la madre? ¿O sus
hermanos?...
Y Tadeu buscó a la
madre, inútilmente.
Cuando la encontraba,
pidiéndole para
conversar, ella daba una
disculpa: tenía que
arreglarse el cabello,
comprar ropas o ir a una
fiesta.
Buscó a sus hermanos,
también sin éxito. Así,
Tadeu decidió vivir su
vida, sin preocuparse
con los demás.
Cierto día, al entrar en
el cuarto del padre, vio
que él estaba acostado
aún. Lo llamó y él no
respondió. Mandó llamar
al médico, que lo
examinó, dando el
diagnóstico:
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— Por haber abusado
demasiado de comidas,
bebidas e excesos de
todo género, su padre
tuvo un ataque al
corazón y tendría que
quedarse en la cama.
Aqui está a receita.
Así, Tadeu se quedo al
lado del padre,
ayudándolo en la
recuperación y dándole
los medicamentos.
Al saber que el patrono
estaba enfermo, los
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empleados
aprovecharon
para sacar de la
fábrica todo lo
que podían,
hasta que fue
necesario
cerrarla. La
madre y los
hermanos, viendo
que el padre no
mandaba más en
nada, acabaron
con todo el
dinero,
vendieron las
joyas y todo lo
que tuviese
algún valor,
para proseguir
en la vida de
diversión. |
Siempre en el lecho, un
día el padre preguntó al
hijo, lamentando al ver
que nada más había de la
riqueza del pasado:
— ¿Por qué Dios permitió
que eso ocurriera, mi
hijo? ¡Somos
pobres!
El joven, mirando al
padre con ternura,
respondió:
— ¡Papá! Aprendí, con
Jesús, que tenemos
siempre lo que
merecemos. Dios nos da
siempre lo mejor para
poder vivir. Sin
embargo, también nos
muestra lo que
necesitamos hacer: amar
al próximo como a
nosotros mismos.
El padre, que oía
callado los comentarios
del chico pequeño,
consideró:
— Nuestra familia tuvo
todo en abundancia,
riquezas que podrían
haber sido repartidas
con los que nada tienen,
sin embargo resolvemos
utilizar todos los
recursos para nuestro
propio uso, dejando a
nuestros hermanos morir
de hambre. Ahora,
tenemos las
consecuencias: la
enfermedad, la falta de
dinero, la vejez
desamparada.
El padre, con lágrimas
en los ojos, lamentaba
el tiempo perdido. Pero
el hijo dijo:
— ¡Sin embargo, papá,
aún podemos hacer alguna
cosa: ayudar a las
personas a través de la
palabra, llevándoles las
enseñanzas de Jesús!
Entonces, Tadeu, como no
podía salir de casa,
pues el padre dependía
de él, resolvió usar la
bella y antigua casa,
para recibir a los
pobres y necesitados de
las calles, al mismo
tiempo ayudando al
padre.
En determinada hora de
la tarde, Tadeu reunía a
los pobres en la gran
sala, y abriendo el
Evangelio de Jesús, leía
un tramo y comentaba.
Después, hacía una
oración y, para
finalizar, servía té con
pan para todos.
Con el pasar del tiempo,
la multitud aumentaba
siempre, pero también
los amigos de buena
voluntad, que venían a
ayudarlo a tratar de los
infelices.
Así, el padre, ahora
anciano, se beneficiaba
de los comentarios de
Tadeu, introduciendo el
Evangelio en su corazón,
haciéndose otra persona,
mejor y más feliz.
Hasta el día en que Dios
lo llamó para el mundo
espiritual, ahora
renovado y lleno de fe,
con el corazón
agradecido por las
bendiciones recibidas
por el trabajo del hijo.
MEIMEI
(Recebida por Célia X.
de Camargo, em
14/04/14.)
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