El Roustainguismo,
también conocido como
Rustenismo, es la mayor
llaga del movimiento
espírita brasileño.
Verdadero "espino en la
carne" del movimiento
espírita, esa
mistificación es
literalmente la “cizaña”
difícil de ser extirpada
del seno de los grupos
espíritas.
Se trata del movimiento
de los adeptos de la
obra “Los Cuatro
Evangelios”, organizada
por el abogado francés
J. B. Roustaing.
El Ubaldismo es el
movimiento de adeptos de
las obras de Pietro
Ubaldi, médium y
escritor italiano que,
al erradicarse en
Brasil, ganó notoriedad
dentro de ambientes
espiritualistas
brasileños, inclusive
dentro del movimiento
espírita.
Curiosamente, un
esfuerzo de unión entre
las disidencias
roustainguista y
ubaldista en una especie
de proceso cismático
único ha sido constatado
en algunas regiones
brasileñas.
El Ubaldismo sería, en
algunos aspectos, una
nueva edición del
Roustainguismo. De
hecho, se trata de una
obra sin el respaldo de
la “Universalidad de la
Enseñanza de los
Espíritus”. Ubaldi, tal
como Roustaing, defiende
la existencia de la
“Caída espiritual”,
implicando que la
Reencarnación sería una
especie de “Castigo
Divino”, a priori
dispensable, si el ser
espiritual cumpliera sus
“metas” de evolución y
comportamiento
adecuadamente. Se
resalta que esa
enseñanza es una de las
mayores discordancias de
Roustaing en relación a
Kardec. Siendo así, el
intento de unión entre
Roustaing y Ubaldi es
respaldado en un
concepto claramente
opuesto a la
Codificación.
De hecho, el Ubaldismo,
como un tipo de
“Roustainguismo
repaginado”, también
atrajo muchos
espiritualistas por el
Brasil, haciéndose más
una fuente de confusión
en nuestro movimiento.
La obra de J. B.
Roustaing es anterior a
la de Pietro Ubaldi
– En este contexto, en
determinado momento, los
Roustainguistas vieron
en Ubaldi una “tabla de
salvación”, ya que los
absurdos de Roustaing
estaban mucho más
evidenciados y
discutidos que los de
Ubaldi, una vez que las
obras anti-doctrinarias
de Roustaing generaron
más adeptos dentro del
movimiento espírita
brasileño que los libros
del escritor italiano.
Además de eso, la obra
de Roustaing es más
antigua, contemporánea
de Allan Kardec,
habiendo generado
célebres embates
doctrinarios en la
propia Francia, donde
Gabriel Delanne fue uno
de los autores que más
luchó para que las bases
karcedistas no fuesen
deformadas.
Por lo tanto,
históricamente, la obra
de Roustaing fue mucho
más analizada que la
obra de Ubaldi. Siendo
así, las evidentes
incoherencias
roustainguistas fueron
exhaustivamente
explicadas a la luz de
la Codificación Espírita
por espíritas
renombrados, tales como
J. Herculano Pires,
Júlio Abreu Hijo,
Luciano Costa, Nazareno
Tourinho, entre otros.
Estudio de ese tenor no
fue desarrollado en
relación a las
limitaciones de la obra
ubaldista. De esa forma,
encarar a Ubaldi como
una nueva vertiente de
ese cuerpo de ideas
sería suministrar un
nuevo aliento al cisma
que atormenta el
movimiento espírita
desde el siglo XIX. Esa
realidad sería un
intento de dar amparo a
las tesis anti-espíritas
de Roustaing, una vez
que los roustainguistas
no consiguen mantener
los débiles argumentos
de su “obra máter”.
Realmente, lo que más
los roustainguistas han
hecho es intentar
asociar, muchas veces de
forma indebida, la
figura de espíritas
ilustres del pasado al
roustainguismo, pues
ellos no han logrado
presentar, de forma
eficaz, argumentos
sólidos para defender
“Los Cuatro Evangelios”.
En la evaluación de un
mensaje el contenido es
lo más importante
– El método de análisis
del contenido de la obra
preconizado por Allan
Kardec deja claro que el
contenido del mensaje
está siempre en primer
lugar, en términos de
prioridad de evaluación.
En segundo lugar,
estaría el carácter
moral del médium que
trajo la obra de origen
espiritual. Por último,
el nombre del autor
espiritual. Podríamos
extrapolar el análisis
del carácter moral del
médium para el carácter
de la moral del escritor
encarnado, cuando la
obra no se tratara de
producción mediúmnica.
De forma similar,
podríamos también
expandir la cuestión del
nombre del autor
espiritual a los nombres
de compañeros ilustres
que apoyaron o apoyan,
por cualquier motivos,
obras claramente
contrarias a la
codificación, una vez
que todos los
individuos, por más
ilustres y respetables
que sean sus
contribuciones, pueden,
eventualmente, cometer
algún error puntual. La
opinión personal, por
más meritoria que sea el
portador de la idea, no
es, necesariamente,
indicativo de verdad.
De cualquier manera,
fomentando esa fusión de
obras cismáticas, los
roustainguistas podrían
captar un buen número de
discípulos de Ubaldi,
los cuales,
eventualmente, podrían
no ser adeptos de
Roustaing, o aún ser
antirrustenistas, ya que
las obras, a pesar de
puntos convergentes,
también presentan
significativas
diferencias.
En verdad, los
Roustainguistas tienen
necesidad de sustentar
las incoherencias de la
obra de J.B. Roustaing
en otros autores que
puedan mínimamente
corroborar sus
opiniones, por más
frontalmente opuestas a
Allan Kardec sean esas
ideas. Además de eso, la
propia obra “Los Cuatro
Evangelios” de J. B.
Roustaing se
autodenominaba una
iniciación conceptual
que sería continuada,
profundizada y
ratificada por una obra
subsiguiente. Esa obra
nunca vino al mundo, ni
por la médium Émilie
Collignon, ni por
Roustaing o alguno de
sus seguidores.
Roustaing y Ubaldi
defienden la tesis de la
Caída Espiritual
– Obviamente, esa
ausencia creó un
problema para los
Roustainguistas, pues la
“Revelación de la
Revelación” no podría
haberse equivocado en su
previsión de
continuidad. Esa
previsión de una obra
“definitiva”, aliada a
la lenta y gradual
decadencia de la
divulgación
roustainguista en el
movimiento espírita
brasileño, llevó algunos
líderes roustainguistas
a elegir la obra de
Pietro Ubaldi como la
referida obra
continuadora de “Los
Cuatro Evangelios”. De
hecho, ambas defienden
la tesis anti-kardecista
de la Caída Espiritual.
De hecho, no deja de ser
curiosa tal asociación,
pues Ubaldi, a semejanza
de Roustaing, demostró
una vanidad desmedida.
Tal vez Ubaldi, en
cuestión de vanidad,
haya superado a
Roustaing, pues jamás se
consideró espírita o
vinculado al movimiento
espírita, deseando,
desde siempre, crear un
movimiento propio. De
cualquiera postura
egocéntrica no deja de
presentar cierta
coherencia, una vez que
él no dijo que era una
cosa que no correspondía
a la realidad, o sea,
nunca afirmó ser adepto
de la Doctrina Espírita.
Por el contrario,
mantuvo serias críticas
a la Doctrina Espírita.
En todo caso, Ubaldi
tuvo una actitud de más
pequeña contradicción,
pues Roustaing coloca la
Obra “Los Cuatro
Evangelios” como Obra
Espírita, a pesar de
contradecir fuertemente
varios principios
básicos de la
Codificación.
Por otro lado, es muy
significativo y
sintomático constatar el
hecho de que los
roustainguistas elijan
la obra de un autor que
nunca se consideró
espírita como la
continuación y,
principalmente, el
desarrollo de la obra de
Roustaing. Ahora, ¿si
“Los Cuatro Evangelios”
de J. B. Roustaing fuera
aún una obra espírita,
no sería de suponer que
su continuación y su
respectivo desarrollo
fueran consolidados por
un gran autor
verdaderamente espírita?
Ubaldi no llegó a
conocer la obra de
Roustaing
– Esa “elección” de
Pietro Ubaldi ocurre
justamente por ser
imposible la correlación
del contenido de grandes
autores espíritas como
André Luiz, Joanna de
Ângelis, Manoel
Philomeno de Miranda,
entre otros, con las
ideas expresadas en la
obra “Los Cuatro
Evangelios”, de J. B.
Roustaing. Además,
Ubaldi jamás se
consideró Roustainguista
y, lo que es más
sintomático, según
algunos biógrafos, no
habría ni conocido la
obra de Roustaing.
Ahora, el gran
continuador y ampliador
de una obra, que
supuestamente sería “un
curso avanzado de
Espiritismo”, conforme
algunos Roustainguistas
predican, ¿no tendría
noticia de la existencia
de la obra de su
predecesor? Este hecho,
por sí sólo, ya muestra
cuánto esa conexión
entre ellos es
artificial.
Esa correlación fue
forjada, de cierta forma
indebidamente, por
roustainguistas ansiosos
por un intento de
revitalización de
propuestas que no tienen
sustentación doctrinaria
dentro del Espiritismo.
Así son las falacias
roustainguistas, una
verdadera colcha de
recortes de
informaciones y
subterfugios, haciendo
recordar las
incoherencias del
catolicismo. De
cualquier manera,
admitiendo esa
posibilidad poco
probable de que ambas
obras sean
complementarias, sería
de espantar el hecho de
la planificación de la
Espiritualidad Superior
que sea tan caótico,
pues Ubaldi, siendo a
priori tan relevante
para el desarrollo y
validez de las tesis de
la “Revelación de la
Revelación”, no tuvo en
su larga jornada carnal
de 85 años un contacto
mínimo con “Los Cuatro
Evangelios”. ¿Nuestros
mentores espirituales
estarían tan perdidos
que no viabilizarían el
acceso del “gran
continuador” a la obra
de su “precursor”? Vale
recordar que, en
principio, Pietro Ubaldi
habría sido portador de
una mediumnidad
ostensiva, lo que sería
una oportunidad más para
que ese autor fuera
inspirado a conocer una
obra tan importante para
el desarrollo de su
propia misión. Y eso no
ocurrió.
¿Quién no acepta a
Roustaing no puede ser
espírita?
– Por otro lado, podemos
levantar la hipótesis
que Ubaldi haya sido
inspirado a conocer la
obra de Roustaing, pero
haya rechazado hacerlo
en función de su
libre-albedrío. En este
caso, cuestionaríamos la
razón para tal
procedimiento. ¿Ubaldi
estaría rechazando “la
Revelación de la
Revelación” por
considerar que ella no
sería tan reveladora
así? En este caso,
¿quién estaría
equivocado? ¿Ubaldi o
Roustaing? ¿O ambos? La
Verdad es una sola, pero
las visiones
distorsionadas de la
realidad son muchas, lo
que hace perfectamente
posible que dos autores
equivocados discrepen
mutuamente de sus
respectivos puntos de
vista.
Roustaing y/o sus
“Orientadores
Espirituales” repiten
exhaustivamente que la
obra “Los Cuatro
Evangelios” la
“Revelación de la
Revelación” o “La Nueva
Revelación”, además de
“Espiritismo Cristiano”.
Como si no bastara,
Roustainguistas
fanáticos de nuestra
Patria llegaron a
afirmar categóricamente
que la Obra de Roustaing
era “un curso avanzado
de Espiritismo”,
enfatizando que “quién
no acepta a Roustaing,
no puede ser considerado
espírita”. Ahora, ¿será
que Léon Denis, Gabriel
Delanne y Camille
Flammarion y tantos
otros no pueden ser
considerados espíritas?
Y lo que es peor, ¿será
que Allan Kardec no
puede ser considerado
espírita? Al final,
ninguno de ellos
aceptaba la Obra de
Roustaing.
La correlación de los
contenidos elaborados
por autores espirituales
y encarnados para un
estudio en conjunto no
es, de forma ninguna,
una actitud reprobable.
Sin embargo, la unión de
dos grupos cismáticos,
que se consideran
espíritas, para mantener
y divulgar ideas que
obstaculizan el
desarrollo doctrinario
de nuestro movimiento,
consiste en una actitud
de grave responsabilidad
espiritual.
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