No me acuerdo a esta
altura de la autoría del
pensamiento que leí en
algún lugar esta semana,
pero el hecho es que es
recurrente a lo largo de
los tiempos, fruto de
ejemplo y enseñanzas de
muchos seres inspirados
e iluminados que bajaron
al orbe como linternas
radiantes; ¡como fuentes
de luz, eternas en sí
mismas, para esparcir
claridad curativa en
medio del tumulto aún
diseminado en este
mundo! Y este
pensamiento dice que no
interesa, de hecho, la
religión en sí, o los
nombres de cada una de
los centenares
existentes a lo largo de
las eras, cuando la
mejor esencia de ellas
aún no existe en el
lugar principal: ¡en el
interior del individuo!
No interesa, pues, quién
pueda ser el autor de lo
que leí. ¡Más importa
que se trata, muy
probablemente, de la
Verdad entre las
verdades, y que la
viviese esta humanidad
en plenitud, y nuestro
planeta ya se contaría
entre los lugares de
auténtico gozo
espiritual entre las
esferas evolutivas!
En la
hora del “vamos a ver”
la verdad se revela
¡Hecho – independiente
de creencia o sin
creencia! ¡Usted puede
alegar lo que quiera –
ser budista, musulmán,
espírita o católico,
ateo o estudioso de la
cabala, afín a las
nobles huestes de la
Fraternidad Blanca, no
importa!
Si aún tuerce su nariz
delante del prójimo que
no comparte su ángulo de
percepción de la vida;
si evita ese contacto,
como previniéndose de
contagio con algo
pestilente; si, en los
ambientes más comunes
del servicio
profesional, donde
varias corrientes de
pensamiento y de
históricos de vida
equiparándose con su
perfil, usted asume,
aunque íntimamente,
aires de superioridad;
de arrogancia en base a
la postura que juzga
inferior; si no consigue
discernir la esencia más
allá de las buenas
vistas, de la oratoria
estudiada, de las
prácticas sociales en
cualquier lugar que sean
– ¡inclusive en templos,
centros o iglesias! –
¡no sirve! ¡Puede pasar
el resto de su
permanencia temporal en
la materialidad
repitiendo como un disco
rallado para sí que ya
se iluminó, o entonces
aceptando elogios
peligrosos que lo
inducen al cultivo de la
vanidad, con una falsa
sonrisa de modestia! ¡En
la hora del "vamos a
ver", de la tan
propagada "selección de
la cizaña y del trigo",
de la cual ninguno de
nosotros escapa al
volver a nuestras
respectivas dimensiones
originarias de derecho,
se deparará, nada más y
nada menos, con el
ambiente y compañías
correspondientes exactas
a lo que hizo justamente
a lo largo del
aprendizaje por aquí,
sin quitar ni poner!
La
religiosidad, he lo
que es esencial
¡De modo que... desista!
No habrá banda de música
ni orquesta sinfónica
ejecutada en su homenaje
porque fue más o menos
rico, o vivió en un
barrio privilegiado de
cualquier parte del
planeta, o estuvo en
cargos importantes; o
porque simuló bondad con
exaltación al proyectar
obras sociales de gran
magnitud, aunque
buscando, en los
bastidores, a la
exaltación del propio
ego! Porque,
cualitativamente, más
habrá hecho, para
ejemplo, aquel mendigo
de la foto estampada
semanas atrás en
Facebook, abrigando con
su único cobertor su
perro vira-lata en un
invierno de frío
intenso, encogido en una
calzada, y explicando –
a alguien que le
pregunta la razón de
hacer aquello – ¡que el
animal también siente
frío, es su amigo y que
le cabe protegerlo!
La esencia de la
religión. ¡La
religiosidad, inherente
a cada modo de ser, ver,
pensar y conducirse, por
más diminuto que sea,
frente a todo lo que nos
rodea – he ahí el
divisor inexorable de
aguas, mis amigos! ¡Y no
bla-bla!
¡Vivimos en una época en
que todo se ve bajo la
luz implacable de
proyecciones intensas,
desvelando cada intriga
de la vida, fuera y
dentro de nosotros!
¡Sobrecarga de
informaciones en
aparatos cada vez más
pequeños, y avalancha de
actitudes simultáneas de
millones de personas
alrededor del globo
desvelando,
rigurosamente, cada
esencia! ¡Época en que
todo se habla, todo se
debate; mucho se
disimula, y casi todo se
desenvuelve al sabor del
libre-albedrío
individual, de modo que,
bajo el imperio
contradictorio de las
apariencias, cabe a cada
uno hacer su elección,
vivir su sintonía! ¡Y
los resultados aparecen,
a la corta o a la larga,
con base en esta
elección espontánea, y
forma grupos mayores o
menores que cogen
experiencias inevitables
en repercusión justa a
las propias directrices!
Nadie,
salvo excepciones, puede
alegar que “no sabía”
¡Sí – parece que la Ley
de Causa y Efecto viene
reduciendo su intervalo
de manifestación en
nuestros repertorios de
vida, aún mientras
estamos reencarnados!
Nadie más puede alegar
que "no sabía", salvo en
raras situaciones.
¡Nadie debe contar que
las repercusiones de
nuestros actos sólo
aparecerán allá en el
frente, en las
reencarnaciones
venideras o tras la
desencarnación, porque
todo aceleró demasiado
nuestros tiempos y,
extrañamente, se aceleró
aún el tiempo! Y, lo que
se percibe, es llegada
la hora de la esencia
prevale sobre las capas
superficiales del ser
transitorio, que en la
lucha encarnizada de los
egos aún se esfuerza
para mantener este mundo
bajo el dominio de un
imperio ilusorio que ya
va desmoronando por sí y
desaguando en todo el
caos visible en cada
rincón de la Tierra.
Como síntoma ineludible,
muchos de nosotros ya
andamos sintiéndonos
exhaustos. ¡Hartos de
esa monumental, secular
disimulación! ¡Muchas
almas claman por
respirar en su hábitat
propio! ¡Nuestros
espíritus suspiran por
sintonía, rechazan
falsas apariencias, nos
empujan para vivencias
más auténticas, más
afines al nivel genuino
alcanzado por nuestros
seres en este punto del
camino!
Simple así – quién se
deleita en la luz, en
los espacios solares,
busca el remanso de los
escenarios campesinos,
de las playas claras
barridas por olas
templadas. Quién ve
encanto en el lodazal de
las pasiones fugaces,
inhóspitas, corre, aún,
en pensamientos y
actitudes, y sea allá en
que ambiente sea, en
búsqueda de los
panoramas sombríos de
las glorias ilusorias de
este mundo que, más día
o menos día, será dejado
para la evaluación
debida del aprendizaje
cogido en el actual
capítulo del drama
terrestre, escenificado
por cada agrupación
común!
Luz
interior, vibraciones
reanimadoras, eh lo que
es preciso
¡Basta, por lo tanto, de
hipocresía! ¡Una Era de
Luz reclama luz
interior, vibraciones
reanimadoras,
autenticidad de ser y de
quererse! ¡Basta de
falsas virtudes
restringidas al barniz
habilidoso del
vocabulario y de los
falsos gestos, llenos de
pretendidas verdades!
¡Como en el pasado nos
enseñó San Francisco, un
día cada vez, cada
minuto vivido con
autenticidad junto a los
que en este tramo del
camino dividen con
nosotros las horas
cotidianas, son espejos
fieles de nuestra
esencia, más o menos
empolvada con los
valores caducos
necesitados de
renovación urgente, más
o menos luminosa por
consecuencia de nuestras
conquistas espirituales
reales – no las
alegadas, sino las
silenciosas, de cuya
veracidad saben, por
encima de todo y de
todos, el Creador y
nuestro Yo Superior!
Paremos, así, con la
invigilancia de
enaltecer cosas y seres
que se autodenominan
señaladores de la
Sabiduría Iluminada de
los Maestros de
cualquier procedencia,
pero que denuncian en sí
mismos, bajo cualquier
análisis más preciso, la
ausencia de aquel factor
principal: la
simplicidad de vivir
de que aquellos Seres
son dotados. Porque aún
sentencian y
seleccionan,
presumidamente; acusan,
menosprecian, apuntan,
distancian; juzgan, y se
auto-eligen para una
convivencia exclusiva
con un pretendido club
cerrado de notables de
espíritu que, sin
embargo, proclamándose
los elegidos de las
doctrinas superiores,
siquiera aún son capaces
de comprender las
necesidades de amor y de
compasión de un animal
que, olvidado en la
aridez de las calles,
sufre y padece frío.
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