Cierto dia Vera entro en
casa llena de rabia, y
protesto para la madre:
— ¡No soporto más a
Carla, mamá! Todo lo que
yo quiero hacer ella no
lo acepta. Si yo quiero
saltar a la cuerda, ella
quiere jugar a las
casitas; si quiero jugar
con muñeca, ella quiere
pasear en bicicleta.
¡Así no es! ¡No juego
más con ella!
Intentando calmarla, la
madre recuerda:
— ¡Pero vosotras siempre
fuistéis tan amigas,
Verinha! Busca saber lo
que está ocurriendo con
ella. Ten paciencia,
hija.
— ¡No mamá, basta! No
hablo más con Carla. ¡No
voy a perdonarla nunca!
La madre percibió que,
en aquella hora, no
adelantaba decir nada;
la hija estaba nerviosa.
Sólo la abrazó con amor,
para dejarla más
tranquila.
Algunos días pasaron.
Vera y Carla continuaban
peleadas. Cierto día,
Carla fue hasta la casa
de la amiga y tocó a la
puerta. La madre de
Verinha vino a atender,
satisfecha al verla:
— ¡Que bueno Carla!
Entra, voy a llamar
Verinha —, dijo saliendo
de la sala para avisar a
la hija que tenía
visita.
La niña vino corriendo.
Pero, al ver que era
Carla, quedó roja de
rabia y gritó:
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— Sal de mi casa. No
quiero verte.
Tengo rabia de ti.
Carla se llevó un susto
delante de aquella
reacción que no
esperaba, y salió
corriendo llorando y
gritando que nunca más
volvería allí.
La madre miro para la
hija con expresión de
tristeza y dijo:
— Espero que tu sepas lo
que estás haciendo,
hija. Acabas de perder
una amistad por orgullo.
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Vera corrió para su
cuarto, triste. Durante
muchos días, ella no
conseguía perdonarse por
lo que había hecho a la
amiga.
Cierto día, viendo que
la hija estaba sufriendo
bastante, la madre la
llevó hasta el patio y
le mostró la bicicleta
nueva que ella no había
usado más.
— ¡Mira hija! ¡Tu
bicicleta está
comenzando a quedar con
herrumbre!
— ¿Qué es herrumbre,
mamá?
La madre explicó que
herrumbre es una
sustancia que corroe el
hierro, estropeándolo. Y
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que eso estaba
ocurriendo
porque la hija
no estaba dando
atención a su
bicicleta, no la
limpiaba ni
salía con ella.
¡Finalmente,
que Vera la
había
abandonado! |
Preocupada, pues le
gustaba mucho la
bicicleta, Vera
preguntó:
— ¿Y cómo hago para
quitar el herrumbre,
mamá?
— Es preciso limpiar
bien la bicicleta,
después lavarla y
enjuagarla con cuidado.
En seguida, pasar un
producto que combate la
herrumbre.
Verinha, resuelta, cogió
un pequeño cuenco con
agua, un pedazo de jabón
y una esponja. Después,
se puso a lavar su
bicicleta. Al terminar,
la bicicleta ya estaba
con otra apariencia,
mucho más bonita.
Satisfecha, la niña
pidió a la madre el
líquido contra la
herrumbre, que ella
trajo y orientó a la
hija cómo aplicarlo.
Así, Vera mojó un paño
limpio en el líquido y
fue pasando en toda la
bicicleta, en
especial donde la
herrumbre había atacado
más. ¡Al acabar, la
bicicleta estaba linda y
brillaba! Satisfecha,
Verinha miró para la
madre, que sonrió:
— Tu bicicleta está
realmente pareciendo
nueva, hija. ¡Tú hiciste
un bello trabajo!
Vera se sentó en un
banquito y quedó mirando
la bicicleta.
La madre, aprovechando
el momento, explicó:
— Verinha, ¿Tú sabes que
la herrumbre también
ataca el alma?
La niña miró espantada
para la madre, que
prosiguió:
— ¡Sí, hija! ¡Cuando
dejamos que sentimientos
negativos dominen
nuestro corazón y
nuestra mente, es como
herrumbre en el alma! La
falta del perdón es uno
de ellos, que ataca
nuestro interior
corroyendo nuestra buena
disposición.
Verinha pensó un poco,
entendiendo lo que la
madre quiso decir, e
indagó:
— ¿Y cuál es el producto
que limpia esa herrumbre
del alma, mamá?
— Es el AMOR, hija. Sólo
el amor puede modificar
nuestros sentimientos. A
través de la
comprensión, del perdón,
de la generosidad,
retira la herrumbre de
nuestra alma, haciendo
que podamos brillar de
nuevo.
La hija mostró que había
entendido. Después, dijo
a la madre que iba a la
casa de su amiga Carla.
Conmovida, la madre
abrazó a su hija,
concordando:
— Creo que debes aún ir
a visitarla, Verinha.
La niña corrió hasta la
casa de Carla, que vivía
muy cerca. Ella vino a
abrir la puerta y, al
ver a Verinha, sonrió
satisfecha.
Verinha pidió:
— Carlinha, ¿tú me
perdonas por lo que te
hice? ¡No sabía lo que
estaba haciendo para mí
misma! ¿Quieres volver a
ser mi amiga?
Sorprendida, Carla
respondió:
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— Claro que quiero ser
tu amiga. De hecho,
nunca dejé de ser.
Fuiste tú la que se
alejó de mí. ¿Pero que
ocurrió para que tú
cambias de idea,
Verinha?
— ¡Ah! Es que descubrí
que no era sólo mi
bicicleta que estaba
herrumbrada; ¡yo también
tenía herrumbre en el
alma! ¡Pero, después yo
te cuento todo bien!
Ahora, ¿vamos a jugar?
— ¡Claro Verinha! ¡Vamos
a jugar sí! ¿A qué
quieres jugar?
|
— ¡Puedes
escoger Carla!
No tengo
problema.
|
— ¡Ah! ¡Tú cambiaste sí!
¿Y qué es esa tal
“herrumbre en el alma”?
¡Nunca oí hablar!
— Es cuando el rencor
toma cuenta de nuestro
corazón y dejamos de
amar a las otras
personas.
Y así, conversando
alegremente, ellas
decidieron hacer un
paseo en bicicleta por
el barrio. Ambas estaban
felices y la amistad
hubo vuelto a brillar
dentro de ellas.
MEIMEI
(Recebida por Célia X.
de Camargo, em
16/6/2014.)
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