Una de las propiedades
de los seres vivos
multicelulares es su
inserción en un ciclo
vital, caracterizado por
las siguientes fases:
nacimiento, crecimiento,
reproducción,
envejecimiento y muerte.
Enfermar, envejecer y
morir son determinismos
biológicos, resultados
de la fragilidad de la
materia orgánica y de la
finitud de la vida
biológica. Como eso se
verifica ha sido objeto
de discusiones en
diferentes áreas del
conocimiento humano.
Jared Diamond, biólogo e
investigador de la
universidad de
Califórnia, Estados
Unidos, comenta:
“Algo en nuestra
fisiología hace el
envejecimiento
inevitable. El
envejecimiento puede ser
encarado simplemente
como un daño no notado o
un deterioro. Una teoría
atribuye el
envejecimiento a las
progresivas dificultades
que nuestro sistema
inmunológico
supuestamente encuentra
para distinguir entre
nuestras propias células
y células extrañas.
Otras teorías relacionan
el envejecimiento a los
cambios hormonales y
degeneración neuronal
[...] del punto de vista
de la biología
evolutiva, el
envejecimiento es
resultado de la relación
entre los costes de la
reparación y las
ventajas reproductivas
de mantenerse vivo. La
evolución parece haber
hecho un arreglo para
que todos nuestros
sistemas se deterioren,
y sólo invertimos en
reparar hasta donde vale
la pena”. (El tercer
chimpancé.)
Creemos que las
enfermedades, el
envejecimiento y la
muerte son el resultado
de la suma de tres
factores: genéticos,
reencarnatorios y
comportamentales.
Factores genéticos
Factores genéticos
poseen una obvia
importancia en la
longevidad y en la
expectativa de vida de
un individuo.
(Genética esencial.)
Recuerda Jared
Diamond que,
evidentemente, nuestra
capacidad de sobrevivir
hasta la edad madura
dependió en gran medida
de los avances
culturales y
tecnológicos. Es más
fácil defenderse de un
león si usted carga un
rifle poderoso que una
lanza o una piedra.
Pero, los avances
culturales y
tecnológicos no habrían
sido suficientes, al
menos que nuestro cuerpo
también hubiera sido
rediseñado para vivir
más tiempo. Ningún
primate antropoide
enjaulado en un
zoológico llega a los 80
años, a pesar de los
beneficios de la moderna
tecnología humana y de
la atención veterinaria.
El camundongo tendrá
suerte si llegase a los
2 años, aún con comida
abundante y atención
veterinaria. (Tercero
chimpancé.)
Probablemente muchos
genes e interacciones
complejas de genes están
relacionados a la
longevidad. Se ha
relacionado el
envejecimiento humano y
algunas enfermedades al
acortamiento progresivo
de una región del
cromosoma, denominado
telômero. Los telômeros
(del griego telos,
final) representan las
extremidades de los
cromosomas,
caracterizadas por una
gran concentración de
ADN repetitivo y no
codificado de proteínas.
Por qué son valiosas las
células-tronco adultas
Además de ser
responsables por
garantizar la
estabilidad de las
extremidades de los
cromosomas durante el
ciclo celular,
minimizando la
oportunidad de reajustes
estructurales, los
telômeros parecen estar
asociados a la
señalización necesaria
para el apareamiento
correcto de los
cromosomas durante la
división celular.
El tamaño de los
telômeros es mantenido
por enzimas telomerases
capaces de restaurar el
número de repeticiones
presentes en las
extremidades
cromosómicas. Sin
embargo, la mayoría de
las células humanas
tiene cantidad limitada
de telomerasis y, cada
vez que la célula se
divide, ocurre un
acortamiento natural de
las regiones
teloméricas, hasta el
punto en que la célula
pierde la capacidad de
división y camina para
la muerte celular. Por
ese motivo, el
acortamiento de los
telômeros tiene relación
directa con el
envejecimiento y con
varios tipos de cáncer,
ya que favorece el hecho
de reajustes envolviendo
las extremidades de los
cromosomas. (Genética
esencial.)
Según Henne Holstege,
investigadora del Centro
Médico de la Universidad
Vrije, en Amsterdam, que
conduce estudios sobre
la longevidad,
continuamos vivos sólo
por el tiempo en que
nuestras células-tronco
son capaces de regenerar
tejidos vitales. Morimos
en el momento en que
ellas se “cansan”.
Células-tronco adultas
están presentes en todos
nuestros órganos. Son
valiosas por la
capacidad única de
dividirse.
Función de las
células-troncos adultas
Mientras las
células-tronco
embrionarias son capaces
de dar origen a
cualquier célula del
cuerpo, la función de
las células-tronco
adultas es dividirse,
por medio de un proceso
llamado mitosis, de modo
a crear nuevas células
de aquellos mismos
órganos en que nacieron.
Células-tronco
sanguíneas, por ejemplo,
dan origen a nuevas
células de la sangre. De
esa manera, ellas son
capaces de reponer
células muertas y
regenerar tejidos
damnificados.
En un momento dado,
nuestras células-tronco
alcanzan un punto de
agotamiento. A partir de
ahí, se hacen cada vez
menos productivas hasta
el punto en que no son
más capaces de regenerar
los tejidos vitales.
Según Holstege, se
estima que las personas
nazcan con algo en torno
a 20 mil células-tronco
sanguíneas. A cada nueva
división celular, el
tamaño de los telômeros
disminuye, encogiendo
hasta el punto de
agotamiento, cuando la
célula muere. Un trazo
de las células de
personas longevas que ha
sorprendido a los
investigadores es la
ausencia de mutaciones
nocivas.
A lo largo de la vida,
errores ocasionados en
el proceso de división
celular pueden ocasionar
mutaciones nocivas para
la salud, llevando al
desarrollo de tumores,
por ejemplo. Longevos
estudiados por el grupo
de la profesora Holstege
poco sufrían de ese
problema. Las mutaciones
encontradas en sus
células son inofensivas,
una señal de que,
probablemente, el cuerpo
de ellos posee un
sistema inmunológico
eficiente, capaz de
librarse de células
dañadas antes que ellas
causen algún mal.
(Mire bien, Ciencia y
salud, 24/4/2014.)
Factores reencarnatorios
La expectativa de vida
física de un Espíritu
reencarnado depende de
factores relacionados a
su pasado
reencarnatorio. El
Espíritu, a través de
sus irradiaciones
mentales, refleja su
identidad evolutiva,
necesidades de
desarrollo y problemas
personales a ser
resueltos. Esos factores
están relacionados a la
predisposición a las
enfermedades a que el
Espíritu, mientras esté
encarnado, podrá estar
expuesto y, obviamente,
a la expectativa de vida
de la actual experiencia
reencarnatoria.
Situaciones especiales
existen en que la
desencarnación sorprende
al individuo en
condiciones
absolutamente
independientes de su
voluntad y de su
comportamiento, como,
por ejemplo,
desencarnación en la
infancia o resultado de
accidentes o violencia
en que el envuelto
ninguna responsabilidad
tenga en lo ocurrido. En
esas situaciones
particulares, los
factores reencarnatorios
son casi absolutos.
En El Libro de los
Espíritus se lee:
- Algunas personas sólo
escapan de un peligro
mortal para caer en
otro. Parece que no
podían escapar de la
muerte. ¿No hay en eso
fatalidad?
“Fatal, en el verdadero
sentido de la palabra,
sólo el instante de la
muerte lo es. Llegado
ese momento, de una
forma o de otra, a él no
podéis huir.” (El
Libro de los Espíritus,
ítem 853.)
- ¿Así, cualquiera que
sea el peligro que nos
amenace, si la hora de
la muerte aún no llegó,
no moriremos?
“No; no perecerás y
tienes de eso miles de
ejemplos. Cuando, sin
embargo, suene la hora
de tu partida, nada
podrá impedir que
partas. Dios sabe de
antemano de que género
será la muerte del
hombre y muchas veces su
Espíritu también lo
sabe, por haberle sido
eso revelado, cuando
escogió tal o cual
existencia.”
(LE, item 853-a.)
Influencia de los
Espíritus en la génesis
de las dolencias
Emmanuel, examinando el
determinismo de la
muerte, esclarece:
“Con la salvedad del
suicidio, todos los
casos de desencarnación
son determinados
previamente por las
fuerzas espirituales que
orientan la actividad
del hombre sobre la
Tierra.”
(El Consolador, pregunta
146.)
¿Cómo el Espíritu podría
interaccionar con la
genética, definiendo el
tiempo de su permanencia
en la dimensión física?
Podemos presentir que el
Espíritu, cargando en su
psiquismo su condición
evolutiva y sus
necesidades cármicas,
ejercería poderosa
influencia sobre los
genes responsables por
la expresión de las
enzimas telomerases,
responsabilizándose
directamente por la
síntesis de esa enzima y
consecuentemente por el
restablecimiento de los
telômeros. Podría
intervenir, también, en
el número de
células-tronco y en la
dinámica de las
mutaciones. El proceso
de envejecimiento
estaría entonces
vinculado a la
personalidad
reencarnada, a través,
obviamente, de los
procesos biológicos
naturales, citados
arriba.
No se puede
desconsiderar, sin
embargo, la influencia
de Espíritus
desencarnados en el
mantenimiento de la
salud y en la génesis de
las enfermedades en las
entidades domiciliadas
en la dimensión física.
Espíritus perturbados y
enfermos, en simbiosis
psíquica con los
encarnados, pueden
cargar para ellos
vibraciones espirituales
de naturaleza enfermiza,
concursando para el
surgimiento de una serie
de enfermedades físicas
o mentales, que pueden
eventualmente llevarlos
a la desencarnación.
Por otro lado, Espíritus
superiores pueden
intervenir de forma
positiva, contribuyendo
para la salud de sus
tutelados, así como
actuando directa o
indirectamente en sus
organizaciones físicas,
anticipando o
prolongando el momento
de la muerte, en
beneficio de ellos
mismos, o de personas
vinculadas a ellos.
(Continúa en el próximo
número.)
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