preguntas sobre
infectología a
la luz del
Espiritismo. |
Para ubicar al
lector, por
favor sitúe en
líneas generales
la infectología.
La infectología
es la
especialidad
médica que se
ocupa del
estudio de las
enfermedades
causadas por
diversos
patógenos como
priones, virus,
bacterias,
protozoarios,
hongos y
animales. El
infectólogo
trabaja en la
prevención
primaria
(educación de la
salud,
vacunación,
etc.) y en la
prevención
secundaria
(tratamiento de
las enfermedades
infecciosas y
prevención de la
incapacidad
causadas por
éstas). Es un
área del
conocimiento
médico muy
antigua, aunque
aún muy
necesaria hoy en
día. En Brasil,
la Infectología
es una
especialidad
médica,
reconocida por
el Consejo
Federal de
Medicina, que
determina que,
después de los
estudios de
Medicina, el
profesional debe
hacer una
residencia
médica que tiene
una duración de
tres años.
¿Qué le llama
más la atención
de esa rama del
conocimiento
humano y de la
especialidad
médica?
Para mí, como
espírita, lo que
más me sorprende
en el trabajo
diario en el
campo
infectológico es
el manantial de
aprendizaje en
la relación
médico-paciente.
Desde la
antigüedad las
enfermedades
infecto-parasitológicas
han producido
auténticos
marcas de
marginación y
prejuicios en
las comunidades.
Desde antes de
Jesús, cuando se
daba el exilio
de los
portadores del
mal de Hansen
(antiguamente
conocido como
lepra, hoy este
nombre entró en
desuso por el
prejuicio que se
le atribuyó),
así como la
sífilis, la
tuberculosis y
el mismo SIDA,
siempre vimos en
la historia de
la Humanidad a
las enfermedades
infectocontagiosas
segregado a las
poblaciones y
sirviendo como
pruebas y
expiaciones muy
dolorosas para
nosotros,
Espíritus
encarnados en
evolución. Por
ello, el día a
día con los
pacientes es muy
rico en
aprendizaje de
resignación y
coraje.
¿Cómo surgió su
interés por esa
área específica?
Como la mayor
parte de las
grandes alegrías
de mi vida, yo
“caí en
paracaídas”.
Completamente
conducida por la
espiritualidad,
siento que fui
dirigida hacia
una oportunidad
que me envolvió
con esa área,
poco después del
término de mi
graduación.
Siempre me gustó
ese campo de
trabajo, pues de
hecho es una
especialidad muy
ligada a la
medicina social,
control de
infecciones que
prevalecen en la
comunidad,
medidas de
prevención y
educación
higienodietéticas
y de
comportamiento.
¿Cómo podemos
aplicar el
conocimiento
espírita en los
desarrollos
propios de las
infecciones en
la relación
salud/enfermedad?
Hoy encontramos,
como casi en
todo en la
medicina, un
vasto campo de
investigaciones
y estudios en el
medio científico
espírita, entre
el desarrollo de
enfermedades
infecto
parasitarias y
predisposiciones
periespirituales
asociadas o no a
programaciones
reencarnatorias.
Es maravilloso
percibir que
alcanzamos ese
espectro del
conocimiento,
comprobando una
vez más que nada
en el universo
sucede por
casualidad y no
hay injusticia
divina en nada
de lo que nos
ocurre. Pero sí
hay, siempre,
oportunidad de
aprendizaje y
reparación.
De sus estudios
profesionales,
¿cómo el
conocimiento
espírita amplía
su visión sobre
el tema?
Completamente.
Dirigiendo el
tratamiento del
paciente a la
comprensión de
que la salud del
cuerpo es sólo
un ítem más a
ser cultivado
por todos
nosotros, es
decir,
reafirmando la
salud del
Espíritu como un
bien a ser
cuidado y
valorizado, mi
relación
médico-paciente
se desarrolla de
manera
completamente
diferente a la
de los demás
colegas de la
profesión.
Frecuentemente
el contacto del
médico con el
paciente se da
en un momento
muy delicado,
donde hay la
oportunidad
única para el
entendimiento
del
dolor/enfermedad
como oportunidad
de aprendizaje,
de crecimiento.
En esta bendita
profesión tengo
la oportunidad
de conducir al
paciente a esa
reflexión
mientras
conduzco una
terapia que de
hecho, en la
gran mayoría de
los casos,
reestablece el
status de salud
o por lo menos
promueve un
control óptimo
de la enfermedad
crónica. Por lo
tanto, es un
momento crucial
el instante
entre el
paciente que se
ve gravemente
enfermo y el
siguiente paso,
en el que
restablece la
salud del cuerpo
físico. La gran
diferencia está
en esta
oportunidad de
comprensión de
lo que la
enfermedad de
hecho ha venido
a enseñar a mi
hermano,
causando cambio
internos
sólidos, que él
llevara consigo
para siempre.
¿Algo resaltante
de su
experiencia que
le gustaría
relatarnos?
Trabajando hoy
en el ámbito de
la SUS, tengo la
oportunidad de
cuidar a varios
hermanos en
situaciones
socioeconómicas
muy difíciles, y
que, con el
diagnóstico de
enfermedades que
estigmatizan
como el
HIV/SIDA, han
vivido
auténticas
desgracias como
el rompimiento
familiar y
abandono,
estadía en
sistemas
carcelarios de
mucho
sufrimiento y
relación con
criminalidad y
drogas.
Participar en el
tratamiento de
esos hermanitos,
acompañando el
restablecimiento
de su salud
física y
contribuyendo en
todo el proceso
de autoperdón,
reafirmación de
valores
ético-morales y
reconstrucción
de lazos
familiares,
fueron las
mejores
vivencias de mi
vida
profesional. Así
como cuando la
vida de la carne
ya no era
posible ser
reconstituida,
tuve
inoportunidades
únicas de
compartir con
algunos
pacientes su
momento de
desencarnación,
su percepción
sobre las
limitaciones del
mundo de los
vivos, sus
despedidas de
los que quedaron
de este lado, y
hasta su
desenlace del
contacto con los
familiares que
ya estaban
esperándolo del
otro lado de la
vida y vinieron
a recibirlos de
mis brazos.
Con la
experiencia ya
acumulada del
conocimiento
médico y
espírita, ¿qué
le diría a
cualquier
persona que
quiera
protegerse de
las infecciones
en general?
Tal como nos
orienta Kardec,
es necesario
acompañar a la
ciencia y el
entendimiento de
la medicina
terrena en
primer lugar.
Todas las
medidas
profilácticas
higienodietéticas,
educación y
cuidados con la
sexualidad, así
como la
abstención de
los vicios,
influyen
directamente en
todo proceso de
salud-enfermedad,
y lo mismo se da
con las
enfermedades
infecciosas. El
no beber, no
fumar, mantener
la higiene del
cuerpo,
practicar
actividad física
regularmente es
válido en todas
las
especialidades
médicas, y
también en la
Infectología.
Siempre hay
beneficios
cuando tratamos
el cuerpo
físico, este
regalo
maravilloso que
hace posible
nuestra
interacción con
el mundo, con
respeto, cuidado
y cariño. No es
sólo de la
virulencia del
agente
infeccioso en sí
que depende que
se establezca la
enfermedad
infectocontagiosa;
hay de hecho un
acuerdo y un
diálogo
constante entre
el
microorganismo y
el que lo aloja
en todo el
proceso. Y hoy
comprendemos que
además de los
cuidados que
debemos exigir
con el universo
celular hay
también la
necesidad de
administrar de
manera madura
nuestro mundo
psíquico.
Nuestros
pensamientos y
sentimientos
también influyen
en las
características
de nuestro
“jardín” y
comprometen para
bien o para mal
nuestra relación
con los agentes
infecciosos.
¿Algo más que le
gustaría añadir?
Sólo agradecer a
Dios por la
oportunidad de
aprender y
trabajar
sirviendo con
Jesús siempre.
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