Las intervenciones
espirituales,
obviamente, se verifican
dentro de ciertos
límites.
En el libro El Cielo
y el Infierno, de
Allan Kardec pone:
Ciertamente, en
determinadas
condiciones, puede un
Espíritu encarnado
prolongar la existencia
corporal a fin de
terminar instrucciones
indispensables o, al
menos, por él como tales
juzgadas — es una
concesión que se le
puede hacer, como en el
caso vertiente, además
de muchos otros
ejemplos. Esta demora de
vida no puede, sin
embargo, dejar de ser
breve, ya que como es
prohibido al hombre
invertir el orden de las
leyes naturales, así
como volver de motu
propio a la vida, desde
que ella haya alcanzado
su término. Es una
parada momentánea sólo.
Preciso es, sin embargo,
que de la posibilidad
del hecho no se concluya
su generalidad, tampoco
que dependa de cada cuál
prolongar por este modo
su existencia. Como
prueba para el Espíritu
o en el interés de
misión a concluir, los
órganos depauperados
pueden recibir un
suplemento de fluido
vital que les permita
prolongar de algunos
instantes la
manifestación material
del pensamiento. Esos
casos son excepcionales
y no hacen regla.
Tampoco se debe ver en
ese hecho una derogación
de Dios a la
inmutabilidad. (El
cielo y el infierno,
parte II, cap. III.)
Um caso de moratoria
André Luiz hace alusión
a la prolongación de la
hora de la muerte en la
obra Misioneros de la
luz, cap. 7, al
describir la situación
de Antonio, ciudadano
con la edad
aproximadamente de 70
años, víctima por grave
arterosclerosis, con
riesgo de muerte
inminente, en virtud de
una trombosis cerebral.
Antonio fue beneficiado
con la intervención de
técnicos de la dimensión
espiritual, resultando
para él en sobre vida de
cerca de cinco meses.
Tal moratoria le fue
ofrecida en virtud de
negocios urgentes,
relacionados a la
familia, que necesitaban
ser resueltos.
Acerca de la
anticipación de la hora
de la muerte, André Luiz
relata en el libro En
el mundo mayor, cap.
12, la actuación de
Benefactores
desencarnados sobre
Fabrício, individuo en
el umbral de la locura,
resultado de actitudes
moralmente
comprometedoras
perpetradas durante la
encarnación.
Si la condición de
alienación psíquica se
consumara, el núcleo
familiar de Fabrício
recibiría una cuota
extra de problemas y
preocupaciones, de que
sus familiares no serían
merecedores.
Así, los técnicos de la
dimensión espiritual
intervienen
magnéticamente en el
sistema circulatorio del
enfermo, precipitando
una trombosis arterial,
que sería la causa de su
muerte prematura.
Factores
comportamentales
Además de los factores
cármicos y genéticos,
existen otros,
relacionados al
comportamiento de la
individualidad
reencarnada, su modo de
vida, sus elecciones y
la postura que adopta en
las diferentes
situaciones de su
encarnación.
El tiempo de vida
física, por lo tanto,
del Espíritu, en cada
encarnación, de una
manera general, no puede
ser explicado de forma
absoluta, antes de su
inserción en la
dimensión física, porque
depende también de
condiciones que no se
vinculan directamente a
su pasado reencarnatorio
y sí a sus opciones de
vida.
Está registrado en El
Libro de los Espíritus.
¿Puede el hombre por su
voluntad y por sus
actos, hacer que no se
den acontecimientos que
deberían verificarse y
recíprocamente?
“Lo puede, si ese
aparente cambio en el
orden de los hechos
tenga cabida en la
secuencia de la vida que
él escogió. Añade que,
para hacer el bien, como
le cumple, pues que eso
constituye el objetivo
único de la vida,
facultado le es impedir
el mal, sobre todo a
aquel que pueda
concursar para la
producción de un mal
mayor.” (LE, ítem
860.)
Kardec advierte:
¿Grandes probabilidades
tiene de ahogarse quien
pretende atravesar a
nado un río, sin saber
nadar? (LE, item
862.)
Y aún:
La fatalidad, que
algunas veces hay, sólo
existe con relación a
aquellos éxitos
materiales, cuya causa
reside fuera de vosotros
y que no dependen de
vuestra voluntad. En
cuanto a los actos de la
vida moral, esos emanan
siempre del propio
hombre que, así pues,
tiene siempre la
libertad de escoger. En
lo tocante, pues, a esos
actos, nunca hay
fatalidad. (LE, ítem
861.)
Principales causas de
óbito
Según Harold Koenig,
psiquiatra de Duke
University, aunque los
factores genéticos
puedan ser relacionados
a una gran variedad de
enfermedades y a la
expectativa de vida de
una persona, la genética
tiene límites, sobre
todo para ayudar a
entender lo que causa
una vida
larga y saludable. Las
investigaciones muestran
que sólo un cuarto de la
expectativa de vida
puede ser atribuido a
las causas genéticas, y
los genes tienen poca
influencia sobre la
longevidad antes de los
sesenta años. Aún esa
influencia es
cuestionada. Por
ejemplo, algunos
investigadores dicen que
la longevidad de los
padres tiene poca
asociación con la
expectativa de vida de
los hijos.
Recuerda el Dr. Koenig
que según James W.
Vaupel, director del
Laboratorio de sobre
vida y longevidad en el
Instituto Max Plank para
investigación
demográfica en
Rostock, Alemania, la
duración de vida de los
padres explica sólo
cerca de 3% de la
expectativa de vida de
los hijos. Además de la
edad y acceso a la
atención médica, otros
factores que pueden
influenciar la
longevidad son
psicológico, sociales y
comportamentales.
Las principales causas
de óbito en todo el
mundo son enfermedad
cardiaca, cáncer,
disturbios cerebro
vasculares y
enfermedades
infecciosas. No existen
más dudas de que esos
problemas médicos son
afectados directamente
por emociones negativas,
estrés psicológico y
social y comportamientos
de salud deficiente, así
como por influencias
genéticas.
Relación entre salud y
envolvimiento religioso
Cualquier acción que
mejore el enfrentamiento
del estrés, que reduzca
las emociones negativas
y que incentive
comportamiento de salud
positivo, debe
influenciar los índices
de mortalidad de esas
enfermedades y afectar
la mortalidad general.
Uno de esos factores
pueden ser la creencia y
la práctica religiosa.
El mecanismo por el cual
se cree que la
implicación religiosa
afecte la salud es por
vías psicológicas,
sociales y
comportamentales, o sea,
ayudando las personas a
enfrentar el estrés,
aumentando el soporte
social e incentivando
estilos de vida y
hábitos más saludables.
(Medicina, religión y
salud.)
Emmanuel, haciendo una
interacción entre los
factores reencarnatorios
y comportamentales,
escribió:
Desde la fase
embrionaria del
instrumento en que se
manifestará en el mundo,
el Espíritu en él plasma
los reflejos que le son
propios.
Criaturas existen tan
conturbadas más allá de
la tumba con los
problemas decurrentes
del suicidio y del
homicidio, de la
delincuencia y del
vicio, que, traídas al
renacimiento,
demuestran, de
inmediato, los más
dolorosos
desequilibrios, por la
disfunción vibratoria
que los cataloga en los
cuadros de la patología
celular.
La importancia de la
práctica del bien
Las enfermedades
congénitas nada más son
que reflejos de la
posición infeliz a que
nos conducimos en el
pasado próximo,
reclamándonos el
internamiento en la
esfera física, a veces
por plazo corto, para
tratamiento de la
desarmonía interior en
que estuvimos
comprometidos.
Surgen, sin embargo,
otras cambiantes de los
reflejos del pasado en
la existencia del
cuerpo, de la culpa
disfrazada y de los
remordimientos ocultos.
Son plantaciones de
tiempo cierto que la ley
de acción y reacción
gobierna, vigilante, con
seguridad y precisión.
Por eso es por lo que
muchas veces, conforme
los programas trazados
antes de la cuna, en la
pauta de la deuda y del
rescate, la criatura es
visitada por extrañas
pruebas, en plena
prosperidad material, o
por desastres
fisiológicos de
conmovedora expresión,
cuando más irradiante se
le muestra la salud.
Pero, es imperioso
recordar que reflejos
generan reflejos y que
no hay pago sin justos
atenuantes, cuando el
deudor se revela amigo
de la solución de los
propios débitos.
La práctica del bien,
simple e infatigable,
puede modificar la ruta
del destino, ya que el
pensamiento claro y
correcto, con acción
edificante, interfiere
en las funciones
celulares, tanto como en
los eventos humanos,
atrayendo en nuestro
favor, por nuestro
reflejo mejorado y más
noble, amparo, luz y
apoyo, según la ley del
auxilio. (Pensamiento
y vida, cap. 14.)
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