El racismo y el
fútbol
En el inicio del
mes el tribunal
que juzga las
cuestiones
relacionadas al
fútbol en Brasil
sentenció una
pena drástica –
exclusión de la
Copa de Brasil –
al Gremio
Foot-Ball Porto
Alegrense, uno
de los más
tradicionales
clubs de Brasil
y dueño de uno
de los himnos
más bonitos de
este país,
compuesto por el
genial e
inmortal
Lupicínio
Rodrigues.
Motivo de la
pena: racismo.
El hecho,
ampliamente
divulgado por
las emisoras de
TV y por la gran
prensa, ocurrió
en un partido de
fútbol donde el
Gremio, en su
propio estadio,
perdió para el
equipo de
Santos.
Repitiendo una
escena
deplorable que
está ocurriendo
en varios
lugares del
mundo, como en
Rusia y en
España, un grupo
de hinchas se
manifestó de
manera
peyorativa, en
actitud racista,
cuya meta
directa fue el
portero del club
paulista.
La decisión del
tribunal fue
elogiada por
toda prensa, una
vez que es seso
común que ya
pasó la hora de
tratar con el
rigor debido
escenas como la
mencionada,
tanto cuanto la
violencia que se
averigua en los
estadios, de
manera gratuita,
irresponsable y
totalmente
injustificable.
Si el hincha
inclinado a
actos así a él
le gusta
realmente de su
club, es
probable que irá
pensar mucho
antes de incidir
en
comportamientos
semejantes, una
vez que el más
perjudicado será
el equipo del
corazón.
Hechos de esta
naturaleza no
pueden, sin
embargo, quedar
sólo en el
ámbito
deportivo,
porque estamos
delante de
crímenes que
deben ser
apurados y
generar todas
las
consecuencias
que de ellos
resultan,
poniendo un fin
a la impunidad,
que ha sido la
causa de
innúmeras
mancillas que
están ocurriendo
últimamente en
el país, como la
corrupción
generalizada, la
falta de ética
en los negocios
y la falta de
respeto a las
personas en sus
variadas
maneras.
En el caso del
fútbol, los
episodios de
Porto Alegre
contrastan con
la fiesta que se
vio en los
estadios
brasileños
durante el
último
Campeonato
Mundial.
La imagen que
los extranjeros
presenciaron en
aquella
oportunidad fue
extremamente
positiva. Lo que
se vio en Brasil
fueron los
hinchas
adversarios
sentados lado a
lado, cada cual
vibrando por su
selección, pero
respetándose
mutuamente.
Teníamos
esperanza de que
los ejemplos
cosechados en
aquella
oportunidad
pudiesen
influenciar de
manera positiva
las disputas
domésticas,
reeditando un
tiempo no muy
distante donde
íbamos a los
estadios sin
miedo de vibrar
para ése o aquel
equipo.
Evidentemente,
muchos analistas
defienden la
idea de que la
violencia, la
falta de
respeto, la
falta de ética y
el racismo que
se manifiestan
en los estadios
son sólo un
reflejo de lo
que ocurre en el
país como un
todo. La joven
que menosprecia
y ofende el
portero del
equipo
adversario,
porque él no
tiene la piel
blanca,
ciertamente
actuaría así en
otro sitio.
Infelizmente,
están ciertos
los que piensan
así, lo que nos
lleva a la
convicción de
que la lucha en
favor de la paz,
del respeto y de
la ética debería
constituir la
bandera de todas
las personas que
desean un país
mejor y más
justo, y no sólo
de los que
actúan en los
campos de
fútbol.
Al fina y al
cabo, si todos
nosotros que nos
declaramos
cristianos
tuviésemos
presente la
máxima
evangélica
“Haced a los
otros lo que
queréis que los
otros os hagan”,
la sociedad
brasileña no más
veía las escenas
lamentables que
los medios de
comunicación nos
enseña a diario
y volvería a los
estadios de
fútbol la
alegría que la
violencia y el
racismo lograron
empañar.
Actos de racismo
no caben en
ambiente
ninguno. Y en
fútbol, además
de crímenes, no
pasan de un
contrasentido,
porque los
hinchas que
ofendieron el
portero
adversario
parece que se
olvidaron de que
varios jugadores
de su propio
equipo – entre
ellos, el
excepcional Zé
Roberto –
también no tiene
la piel blanca.
|