Día de los
Niños, 90 años
Fue en 1924,
hace 90 años,
que se editó el
Decreto número
4.867, que
eligió el día 12
de Octubre como
la fecha
conmemorativa
que conocemos
como el Día de
los Niños, que
se conmemora en
diferentes
países, aunque
eso ocurra en
fechas
distintas.
El origen del
Día de los Niños
en nuestro país
remonta al año
de 1923, cuando
la ciudad de Rio
de Janeiro,
entonces Capital
Federal, fue
sede del 3º
Congreso
Suramericano del
Niño. En el año
siguiente,
aprovechando la
repercusión del
evento, el
diputado
federal, Galdino
do Valle Filho
elaboró el
proyecto que dio
origen al
decreto a que
nos referimos.
El asunto
permaneció, sin
embargo,
ignorado por un
buen tiempo,
hasta que, por
iniciativa de
una industria de
juguetes, con
apoyo de otros
empresarios
relacionados al
área, en la
década de 1950,
fue revitalizada
la conmemoración
del día 12 de
Octubre,
pasando, así, el
Día de los Niños
a integrar el
calendario de
fechas
conmemorativas
del país.
Como hoy es 12
de Octubre, no
existe
oportunidad
mejor para
acordarnos lo
que la doctrina
espírita nos
habla acerca del
niño y de la
importancia de
la niñez en el
desarrollo de
las criaturas y
de la propia
sociedad.
Primeramente,
enseña el
Espiritismo que
la niñez es
común a todos
los planetas que
no atingieron el
ápice del
proceso
evolutivo,
constituyendo en
ellos, como es
fácil
comprender, una
transición
necesaria.
¿Cuál es, para
el Espíritu que
vuelve a la
reencarnación,
la utilidad de
pasar por el
estado de
infancia?
Esa cuestión fue
formulada por
Allan Kardec,
que obtuvo de
los instructores
desencarnados la
siguiente
respuesta:
“Encarnando, con
el objetivo de
perfeccionarse,
el Espíritu,
durante ese
periodo, es más
accesible a las
impresiones que
recibe, capaces
de auxiliarle el
adelanto, para
lo que deben
contribuir los
incumbidos de
educarlo.”
(El Libro de los
Espíritus,
cuestión 383.)
Más adelante, en
la misma obra,
los instructores
espirituales
agregaron otras
informaciones
que nos permiten
entender por qué
debemos tener el
máximo cuidado y
atención para
con nuestros
niños:
“Los niños son
los seres que
Dios manda a
nuevas
existencias.
Para que no les
puedan imputar
excesiva
severidad, les
concede todos
los aspectos de
la inocencia.
Aun cuando se
trata de un niño
de malas
tendencias, le
recubren las
malas acciones
con la tapa de
la
inconsciencia.
Esa inocencia no
constituye
superioridad
real con
relación a lo
que eran antes,
no. Es la imagen
de lo que
deberían ser y,
si no lo son, el
consecuente
castigo recae
exclusivamente
sobre ellas.”
(El Libro de los
Espíritus,
cuestión 385.)
“No fue,
todavía, por
ellas solamente
que Dios les dio
ese aspecto de
inocencia; fue
también y sobre
todo por sus
padres, de cuyo
amor necesita la
fragilidad que
las caracteriza.
Ahora, ese amor
se enflaquecería
grandemente
delante de un
carácter áspero
e intratable, al
tiempo que,
juzgando sus
hijos buenos y
dóciles, los
padres les
dedican todo el
afecto y los
rodean de los
más minuciosos
cuidados. Desde
que, sin
embargo, los
hijos no más
necesitan de la
protección y
asistencia que
les fueron
dispensadas
durante quince o
veinte años, les
surge el
carácter real e
individual en
toda la
desnudez.”
(Obra citada,
cuestión 385.)
“La niñez aún
tiene otra
utilidad. Los
Espíritus sólo
ingresan en la
vida corporal
para
perfeccionarse,
para mejorarse.
La delicadeza de
la edad infantil
los torna
flexibles,
accesibles a los
consejos de la
experiencia y de
los que deban
hacerlos
progresar. En
esa etapa es que
se les puede
reformar los
caracteres y
reprimir las
malas
tendencias. Tal
el deber que
Dios impuso a
los padres,
misión sagrada
de que tendrán
que dar
cuentas.”
(Obra citada,
cuestión 385.)
En una conocida
obra
psicografada por
Francisco
Cândido Xavier,
Emmanuel aludió
al asunto,
realzando
igualmente la
importancia del
periodo infantil
en el proceso
evolutivo de la
criatura humana:
“La juventud
puede ser
comparada a
esperanzada
salida de un
barco para viaje
importante. La
niñez fue la
preparación, la
vejez será la
llegada al
puerto. Todas
las etapas
solicitan las
lecciones de los
marineros
experimentados,
aprendiéndose a
organizar y a
terminar el
viaje con el
éxito
deseable.”
(Camino, Verdad
y Vida, cap.
151.)
¡Preparación! He
aquí el nombre
con que Emmanuel
definió el
estado de
infancia,
confirmando una
tesis bien
antigua que nos
dice que el
ciudadano se
forma dentro de
casa y que, por
lo tanto, si
deseamos tener
una sociedad
mejor, más
justa, menos
desigual y sobre
todo más
fraterna, es
necesario
cultivarla
dentro de
nuestros
hogares,
preparando desde
temprano
aquellos que un
día estarán en
el comando de
las
instituciones,
de la empresas y
del propio País.
|