Era un tormento que se
repetía cada día a la
hora de hacer los
deberes de casa: eran
las cuentas, la lectura
de un libro, las
tablas.
Carla detestaba todo eso
y era siempre con mala
voluntad que se sentaba
a la mesa para hacer las
tareas.
La madre procuraba
orientarla:
— Carla, mi hija, todo
lo que hacemos de buena
voluntad nos pesa menos.
Aprovecha la ocasión
para aprender y acepta
lo que debe ser hecho,
con disposición y buen
ánimo.
Pero ella respondía de
mal humor:
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— No me gusta hacer
tablas, ni cuentas.
Nada. Detesto estudiar. |
— Pero es preciso, mi
hija. Tienes cosas de
las cuales no podemos
huir, y mientras más
pronto las aceptemos,
mejor.
Sin embargo, la
dificultad persistía. En
cierta ocasión, Carla
estaba muy irritada
porque tendría que leer
un libro de historia,
como deber escolar de
aquel día.
Con el libro en las
manos, la niña lloró,
pataleó, y no consiguió
leer.
La madre, que la
observaba de lejos y vio
que en aquellas
condiciones la hija no
conseguiría hacer la
tarea, dijo:
— Está bien, Carla. Si
no quieres hacer la
tarea ahora, ve a hacer
otra cosa. Después tú
terminas de leer el
libro. Ve a barrer el
patio para mí.
— ¡Que bueno, mamá! ¡Uf!
Que cosa más
desagradable es tener
que leer historia.
Prefiero barrer el patio.
Enseguida, toda
satisfecha, Carla cogió
una escoba y fue para el
patio que se encontraba
lleno de hojas secas.
Había mucho viento aquel
día y la alegría de
Carla inmediatamente
terminó. Por más que
ella se esforzara, no
conseguía terminar el
trabajo. El viento
esparramaba las hojas
nuevamente.
Finalmente, muy
descontenta, entró en
casa protestando:
— ¡Que desagradable! ¡El
viento no me deja
limpiar el patio!
Desisto.
Su madre, más experta,
ponderó:
— Es sólo una cuestión
de saber luchar con los
problemas, hija. Tenemos
que aceptar los
obstáculos que la vida
nos impone y aprender a
superarlos con buena
voluntad y disposición.
¿Quieres
ver? Ven, voy a
mostrartelo.
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Llevó a la niña hasta el
patio y le mostró que,
ya que no podría vencer
el viento, debería
usarlo en su beneficio.
— ¿Cómo? – preguntó la
chica, sorprendida.
— Es simple. En vez de
barrer contra el viento,
barre a favor del viento
– explicó la madre.
Y así Carla lo hizo.
Luego ella percibió que
la tarea se hizo fácil,
agradable y rápidamente
fue concluida. Juntando
las hojas en una
esquina, la niña las
recogió con un recogedor
adecuado.
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Dando por terminado el
trabajo, la niña se
limpió las manos,
exclamando satisfecha: |
— ¡Caramba! ¡Mamá, ni me
lo creo! Como fue fácil.
¡Tú
eres un genio!
La madre sonrió
contenta, completando:
— No tanto, mi hija.
Sólo soy una persona más
experta y que ya
aprendió que no adelanta
que vayamos contra los
problemas de la vida.
Tenemos que enfrentarlos
con coraje y
determinación. Huir de
las situaciones
difíciles no nos ayudará
a resolverlas. Si
tuviésemos
Buena voluntad,
resolveremos cualquier
problema en nuestra
vida.
— Gran parte de las
veces, las cosas no son
tan malas como nos
parecen.
Depende mucho de nuestra
manera de verlas.
Carla se acordó de la
tarea que no había
conseguido realizar y
creyó que su madre tenía
razón. Con un poco de
buena voluntad ella lo
conseguiría.
Callada, cogió
nuevamente el libro de
historia y se sentó para
leer. Al poco fue
interesándose por el
asunto y, no tardó
mucho, ya había
terminado.
Cerró el libro y fue
corriendo a contárselo a
la
madre:
— Terminé de leer el
libro, mamá. ¿Sabes que
no fue tan difícil así?
¡Al contrario, la
historia era hasta bien
interesante! Tú tenías
razón, con mala voluntad
nada conseguiremos
realizar.
La madre abrazó a la
hija, feliz,
agradeciendo a Dios por
ver que ella había
aprendido la lección.
TIA CÉLIA
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