Alfredo estaba muy
triste. Tato, su amigo y
compañero de escuela,
falleció y él quedó
inconsolable.
No tenía más ganas de ir
a la escuela, de pasear,
de andar con la
bicicleta, de nada.
Porque todo eso él lo
hacía con su amigo Tato,
que ahora no estaría más
allí con él para alegrar
sus días.
Muy triste, Alfredo iba
a la escuela, sin
embargo no encontraba
más placer en las
actividades que antes
hacía con Tato. Hasta
que un día Jane, su
compañera de clase,
viéndolo tan molesto, lo
consoló afirmando:
 |
— ¡Alfredo, no necesitas
estar así triste! ¡Tato
no murió, sólo cambió de
lugar!
— ¿Cómo es así? ¿Quién
fue que te dijo eso?...
— preguntó él,
sorprendido.
— ¡Es verdad, Alfredo!
La muerte no existe.
¡Todos nosotros somos
inmortales! Sólo cambia
el lugar: ahora estamos
aquí, ahora en el mundo
espiritual.
— ¿Cómo lo sabes? ¿Quién
te contó eso, Jane? —
quiso el chico saber,
espantado.
Ella contó que era de
familia espírita y que
los padres le
|
explicaron sobre
la muerte, que
es sólo del
cuerpo físico.
¡El Espíritu es
inmortal y va
para nuestra
Verdadera Vida,
aprender
siempre! |
— ¿Quieres decir que
nadie muere?!... —
indagó Alfredo,
asombrado con esa
noticia.
— ¡Eso mismo!
— ¡Jane! ¿Yo puedo
volver a ver a mi amigo
Tato?
— ¡Claro!
Alfredo agradeció a Jane
y retornó para casa con
otra expresión.
Llegando, indagó a los
padres si ellos sabían
que la muerte no existe.
Ellos intercambiaron una
mirada, y la madre dijo:
— ¿Qué conversación es
esa, mi hijo?
— Fue Jane quién me
contó, mamá.
Y él explico a los
padres lo que había oído
de la compañera de
escuela, pero su padre
reaccionó:
— ¡Mi hijo, no creas en
esas cosas! Todo eso es
conversación sin fiar.
Pero voy a buscar saber
bien y después
volveremos a conversar,
¿está bien?
Alfredo concordó. Sin
embargo, en su interior,
sentía que su amigo Tato
no podría haber dejado
de existir.
Algún tiempo después,
Alfredo, preocupado,
estudiaba para una
prueba, pues no entendía
bien la materia, cuando
“sintió” a alguien a su
lado. Miró y vio a Tato
allí cerquita y
sonriente. Él colocó la
mano en su hombro y
dijo:
— ¡Alfredo, no te
preocupes! Tú saldrás
bien en la prueba. ¡Si
estudias la materia
bien, prometo
ayudarte!
Al ver al amigo, ahora
en el Mundo Espiritual,
del mismo modo que era
antes, con una ropa que
él conocía bien, y
hablando, Alfredo quedó
emocionado.
— ¡Tato, ¿eres tú
mismo?!...
— ¡Claro! ¿Tienes alguna
duda?
|
 |
— ¡No! ¡Siento que eres
tú y continúas mi amigo,
como siempre!
— Sí. ¡La muerte del
cuerpo no cambia a
nadie; continuamos lo
mismo, sólo que
aprendemos mucho más!
Estoy viviendo con mi
bisabuela Rosa y me
siento feliz. Da un
abrazo a mis padres por
mí. Ellos creen que morí
y eso dificulta nuestra
relación.
Tato se despidió y
Alfredo continuó
estudiando. Al día
siguiente, a la hora de
la prueba, Alfredo
estaba confiado. Sólo
que en una de las
cuestiones él no
conseguía recordar la
respuesta. En ese
instante, él vio a Tato,
que le dijo:
— ¿Te acuerdas de la
última página que tiene
ese texto? Bien en el
final, está la respuesta
que necesitas. ¡Filtra
la memoria! Y tampoco te
olvides de lo que le
pedí, ¿cierto?
Alfredo cerró los ojos
y, en pensamiento, abrió
el libro en esa página y
se acordó:
— ¡Ya sé! — gritó en voz
alta, asustando a los
compañeros.
La profesora hizo señal
de silencio, y él
enrojeció de alegría.
Respondió a la pregunta
y entregó la prueba. Al
final, la profesora le
preguntó por qué había
gritado, y él respondió:
— Profesora, no me
acordaba de la respuesta
a una pregunta que había
estudiado. No sabía qué
hacer, cuando vi a Tato
a mi lado y él me
recordó: ¡la respuesta
está al final de la
última página marcada
para la prueba!
Entonces, yo me acordé
de lo que había
estudiado.
La profesora y los
alumnos estaban
sorprendidos delante de
lo que Alfredo contó.
— ¿Y cómo está Tato? —
preguntó la maestra,
mostrando que entendía
lo que hube ocurrido.
— ¡Muy bien! Está del
mismo modo, con la misma
ropa que le gustaba, sin
embargo parece más
ligero y risueño.
A la tarde, Alfredo fue
hasta la casa de Tato,
encontrando a los padres
de él tristes y
llorosos. Entonces él
les relató todo lo que
había ocurrido,
inclusive en la prueba
de la mañana,
concluyendo:
— Tato pidió que les
dijera que está muy bien
y vive con la bisabuela
Rosa. Que el hecho de no
creer en la vida después
de la muerte dificulta
la relación de él con
vosotros.
Conmovidos y en
lágrimas, los padres de
Tato lo abrazaron,
llenos de alegría y
esperanza.
— Es verdad que no
creíamos en la vida
después de la muerte,
sin embargo delante del
recado que nuestro hijo
nos mandó, no hay como
no creer. ¡Gracias,
Alfredo! ¡Es la vida que
tú nos devuelves con
esas noticias! ¡Que
Jesús te bendiga
siempre!
MEIMEI
(Recebida por Célia X.
de Camargo, em
2/11/2014.)
|