Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del presente texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Cómo se explica el presentimiento que algunas personas tienen acerca de los acontecimientos futuros?
B. Las percepciones de los Espíritus, en relación al pasado y al futuro, ¿de qué factor dependen?
C. La encarnación del Espíritu ¿disminuye sus percepciones espirituales?
Texto condensado para la lectura
1071. Un solo rebaño y un solo pastor – Tengo también otras ovejas que no son de este redil; es necesario también que yo las conduzca; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor. (Juan cap. X, v. 16.)
1072. Con estas palaras, Jesús anuncia claramente que un día los hombres se unirán en una única creencia; pero ¿cómo podrá realizarse esta unificación? Esto parece difícil si se toman en cuenta las diferencias que existen entre las religiones, el antagonismo que mantienen entre sus adeptos, la obstinación que manifiestan al creerse en la posesión exclusiva de la verdad. Todas quieren la unidad, pero cada una se envanece pensando en que esa unidad se hará en su beneficio y ninguna admite la posibilidad de hacer alguna concesión con respecto a sus creencias.
1073. Sin embargo, la unidad se hará en religión, como tiende a hacerse socialmente, políticamente, comercialmente, por la caída de las barreras que separan los pueblos y por la asimilación de las costumbres, los usos y el lenguaje. Los pueblos del mundo entero ya confraternizan, como los de las provincias de un mismo país. Se intuye esta unidad y todos la desean. Ella se logrará por la fuerza de las cosas, porque se volverá una necesidad para estrechar los lazos de fraternidad entre las naciones; se logrará por el desarrollo de la razón humana, que estará apta para comprender la puerilidad de todas esas disidencias; por el progreso de las ciencias, que demuestran cada día los errores materiales sobre los cuales se apoyan tales disidencias y separan poco a poco de sus filas las piedras carcomidas.
1074. Derribando en las religiones lo que es obra de los hombres y fruto de su ignorancia con respecto a las leyes de la Naturaleza, la Ciencia no podrá destruir, a pesar de la opinión de algunos, lo que es la obra de Dios y la eterna verdad. Apartando lo accesorio, prepara el camino hacia la unidad.
1075. A fin de alcanzarla, las religiones deberán reencontrarse en un terreno neutral, aunque común a todas; para esto, todas tendrán que hacer concesiones y sacrificios más o menos importantes, según la multiplicidad de sus dogmas particulares. Pero, en virtud del proceso de inmutabilidad que todas profesan, la iniciativa de las concesiones no podrá partir del campo oficial. En lugar de tomar su punto de partida en lo alto, lo tomarán de abajo, por la iniciativa individual.
1076. En el estado actual de la opinión y los conocimientos, la religión que deberá congregar un día a todos los hombres bajo el mismo estandarte será la que satisfaga mejor a la razón y a las legítimas aspiraciones del corazón y del espíritu; que no sea desmentida en ningún punto por la ciencia positiva; que en vez de inmovilizarse, acompañe a la Humanidad en su marcha progresiva, sin dejarse aventajar jamás; que no sea ni exclusivista ni intolerante; que sea emancipadora de la inteligencia, admitiendo sólo la fe razonada; aquella cuyo código de moral sea el más puro, el más lógico, el más armonioso con las necesidades sociales, el más apropiado, en fin, para fundar sobre la Tierra el reino del Bien por la práctica de la caridad y de la fraternidad universales.
1077. Lo que alimenta el antagonismo entre las religiones es la idea, difundida por todas ellas, de que cada una tiene su dios particular y la pretensión de que ése es el único verdadero y el más poderoso, en lucha constante con los dioses de los otros cultos y ocupado en combatir sus influencias. Cuando ellas se convenzan de que sólo existe un Dios en el Universo y que es el mismo que adoran bajo los nombres de Jehová, Alá o Dios; cuando se pongan de acuerdo sobre los atributos esenciales de la Divinidad, comprenderán que, siendo el Ser supremo único, su voluntad suprema debe ser única; se extenderán las manos unas a otras, como los servidores de un mismo Maestro y los hijos de un mismo Padre y, así, habrán dado un gran paso hacia la unidad.
1078. Advenimiento de Elías – Entonces, sus discípulos le preguntaron: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Jesús les respondió: Es verdad que Elías tiene que venir y que restaurará todas las cosas. Pero yo os digo que Elías ya vino y no le conocieron; por el contrario, lo trataron como quisieron. Así también harán morir al Hijo del Hombre. Entonces, sus discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista. (Mateo, cap. 17, versículos 10 a 13.)
1079. Elías había vuelto en la persona de Juan el Bautista. Su nuevo advenimiento es anunciado de modo explícito. Ahora bien, como no podía volver sino tomando un nuevo cuerpo, allí tenemos la consagración formal del principio de la pluralidad de las existencias.
1080. La anunciación del Consolador – Si me amáis, guardad mis mandamientos y pediré a mi Padre y Él os enviará otro Consolador, a fin de que permanezca eternamente con vosotros: El Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve; pero vosotros le conoceréis, porque permanecerá con vosotros y estará en vosotros. Pero el Consolador, que mi Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os hará recordar todo lo que os he dicho. (Juan cap. XIV, v. 15 a 17 y 26.)
1081. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque si no me fuere el Consolador no vendrá a vosotros; pero si yo me voy, os lo enviaré. Y, cuando él venga, convencerá al mundo en lo que respecta al pecado, a la justicia y al juicio: en cuanto al pecado, por no haber creído en mí; en cuanto la justicia, porque me voy al Padre y no me veréis más; en cuanto al juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Cuando venga el Espíritu de Verdad, él os enseñará toda la verdad, porque no hablará de sí mismo, sino que dirá todo lo que ha escuchado y os anunciará las cosas que vendrán. Él me glorificará, porque recibirá de lo que hay en mí y os lo anunciará. (Juan cap. XVI, v. 7 a 14.)
1082. Esta profecía, sin duda, es una de las más importantes desde el punto de vista religioso porque comprueba, sin posibilidad de la menor equivocación, que Jesús no dijo todo lo que tenía que decir, porque no lo hubiesen comprendido ni siquiera sus apóstoles, puesto que es a ellos que el Maestro se dirigía. Si les hubiera dado instrucciones secretas, los Evangelios harían referencia a dichas instrucciones.
1083. Ahora bien, puesto que no dijo todo a sus apóstoles, sus sucesores no pudieron saber más que ellos, en relación a lo que fue dicho; posiblemente pudieron equivocarse en relación al sentido de las palabras del Señor, o dar una falsa interpretación a sus pensamientos, muchas veces velados bajo la forma de parábolas.
1084. Las religiones basadas en el Evangelio no pueden, pues, considerarse poseedoras de toda la verdad porque Jesús reservó para sí completar sus enseñanzas ulteriormente. El principio de inmutabilidad, en las que éstas se sostienen, desmienten las propias palabras de Cristo.
1085. Bajo el nombre de Consolador y de Espíritu de Verdad, Jesús anunció la venida de aquél que debe enseñar todas las cosas y recordar lo que Él ha dicho. Entonces, su enseñanza no estaba completa. Y, además, prevé no sólo que será olvidado sino también que será desvirtuado lo que Él dijo, porque el Espíritu de Verdad vendrá a hacer recordar todo y restablecer todas las cosas, es decir, ponerlas según el verdadero pensamiento de sus enseñanzas.
1086. ¿Cuándo vendrá este nuevo revelador? Es evidente que, si en la época en que Jesús hablaba los hombres no se encontraban en estado de comprender las cosas que le quedaban por decir, en pocos años no podrían adquirir los conocimientos necesarios para entenderlas.
1087. Para comprender ciertas partes del Evangelio, con excepción de los preceptos morales, eran necesarios conocimientos que sólo el progreso de las ciencias permitiría, y que debía ser obra del tiempo y de muchas generaciones. Por lo tanto, si el nuevo Mesías hubiese venido poco tiempo después que Cristo, hubiera encontrado el terreno todavía en las mismas condiciones y no hubiese hecho más que el mismo Cristo.
1088. Ahora bien, desde aquella época hasta nuestros días, no se ha producido ninguna gran revelación que haya completado el Evangelio o elucidado sus puntos oscuros, indicio seguro de que el Enviado aún no ha aparecido.
1089. ¿Quién debe ser ese Enviado? Al decir: “Pediré a mi Padre y Él os enviará otro Consolador”, Jesús indica con claridad que ese Consolador no será Él, pues de lo contrario hubiese dicho: “Volveré para completar lo que os he enseñado”. No sólo no dijo tal cosa, sino que agregó: A fin de que permanezca eternamente con vosotros y Él estará en vosotros.
1090. Esta proposición no podría referirse a una individualidad encarnada, puesto que no podría quedar eternamente con nosotros, ni mucho menos estar en nosotros; pero la comprendemos muy bien cuando se refiere a una doctrina que, en efecto, cuando la hayamos asimilado, podrá estar eternamente en nosotros. El Consolador es, pues, según el pensamiento de Jesús, la personificación de una doctrina soberanamente consoladora, cuyo inspirador debe ser el Espíritu de Verdad.
1091. El Espiritismo presenta, como ha sido demostrado (La Génesis, cap. 1, nº 30), todas las condiciones del Consolador prometido por Jesús. No es una doctrina individual, ni una concepción humana; nadie puede decirse su creador. Es el fruto de la enseñanza colectiva de los Espíritus, enseñanza que preside el Espíritu de Verdad. No suprime nada del Evangelio: más bien, lo completa y esclarece. Con la ayuda de las nuevas leyes que revela, unidas a las leyes que la Ciencia ya descubrió, hace comprender lo que era ininteligible y admitir la posibilidad de aquello que la incredulidad consideraba inadmisible. Hubo precursores y profetas que presintieron su llegada. Por su poder moralizador, prepara el reino del bien sobre la Tierra.
1092. La doctrina de Moisés, incompleta, quedó circunscrita al pueblo judío; la de Jesús, más completa, se difundió por toda la Tierra mediante el Cristianismo, pero no convirtió a todos; el Espiritismo, más completo aún, con raíces en todas las creencias, convertirá a la Humanidad.
Respuestas a las preguntas propuestas
A. ¿Cómo se explica el presentimiento que algunas personas tienen acerca de los acontecimientos futuros?
Como el hombre debe contribuir al progreso general, y como ciertos acontecimientos deben resultar de su cooperación, puede ser de utilidad que, en casos especiales, presienta esos acontecimientos a fin de que les prepare el camino y esté listo para actuar cuando llegue el momento. Por eso Dios permite, a veces, que se levante una punta del velo; pero siempre con un fin útil, nunca para satisfacer una vana curiosidad.
Tal misión puede, pues, ser confiada, no a todos los Espíritus, porque muchos hay que del futuro no conocen más que los hombres, sino a algunos Espíritus bastante adelantados para desempeñarla. Además, las revelaciones de este tipo son siempre hechas de manera espontánea y jamás, o por lo menos muy rara vez, en respuesta a una pregunta directa. (La Génesis, cap. XVI, ítems 1 a 5.)
B. Las percepciones de los Espíritus, en relación al pasado y al futuro, ¿de qué factor dependen?
La extensión de las facultades perceptivas de los Espíritus depende de su elevación efectiva. Esta facultad es inherente a su estado de espiritualización o, si se quiere, de desmaterialización. Esto quiere decir que la espiritualización produce un efecto que se puede comparar, aunque de una manera muy imperfecta, con la visión de conjunto que tiene el hombre colocado sobre la montaña.
Esta comparación tenía como objetivo simplemente mostrar que los acontecimientos que para unos pertenecen al futuro, para otros están en el presente y pueden por ello ser preanunciados, lo que no implica que el efecto se produzca de igual manera.
Por lo tanto, para gozar de esa percepción, el Espíritu no necesita transportarse a un punto cualquiera del espacio. Aquél que está en la Tierra a nuestro lado, puede poseerla en toda su plenitud como si se encontrase a mil leguas de distancia, mientras que nosotros no vemos nada más allá de nuestro horizonte visual. (La Génesis, cap. XVI, ítems 7 a 10.)
C. La encarnación del Espíritu ¿disminuye sus percepciones espirituales?
Sí. La encarnación la disminuye pero sin anularla completamente, porque el alma no queda encerrada en el cuerpo como en una caja. El encarnado la posee, aunque siempre en menor grado que cuando se encuentra completamente desprendido; es lo que les otorga a ciertos hombres un poder de penetración que a otros les falta totalmente, una mayor perspicacia de visión moral y una comprensión más fácil de las cosas no materiales. (La Génesis, cap. XVI, ítems 8 a 10.)