Cierta vez, saltando en
la orilla de un río, un
sapito vio un enorme
caimán y se escondió en
medio de las plantas,
mientras su corazón
latía asustado. El
sapito no sabía qué
hacer pues tenía mucho
miedo de los caimanes,
¡especialmente de los
grandes y feos como ése!
El sapito esperó…
esperó… esperó… Pero el
caimán debía estar
dormido tomando sol,
porque no se movía.
Entonces, el sapito,
armándose de valor, se
le acercó muy despacio,
lista para huir en caso
fuese necesario.
Sin embargo, como el
caimán estaba inmóvil,
henchido de coraje, el
sapito pasó cerca de él
y, de repente, el caimán
lo atacó.
¡Vapt!...
- ¡Socorro! ¡Socorro!
¡Vengan! – croaba el
sapito, desesperado.
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Pero el caimán,
con la presa
atrapada en su
gran pata
delantera,
vociferó:
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- ¡Ahora no puedes
escapar, sapo tonto!
¿Pensaste que me ibas a
engañar? ¡Soy mucho más
astuto de lo que
piensas!
Y el sapito, con sus
manos juntas, suplicaba:
- Señor Caimán, ¡tenga
piedad de mí! ¡Soy
pequeño y si me devora
no quedará satisfecho!
¡Si quiere, puedo
encontrar otro sapo más
grande que yo para
satisfacerlo!
- ¡Ah,¿sí?!... – exclamó
el caimán, que ya era
viejo y no tenía tanta
agilidad para cazar, con
los ojos brillando de
satisfacción.
- ¡Sí, señor! Veo que
usted merece algo mucho
mejor que yo, un pobre
sapo que no tiene nada
para ofrecerle.
- ¿No me digas?
Entonces, si me prometes
un mejor almuerzo, creo
que puedo dejarte ir
libre. Pero estaré
detrás de ti. No pienses
que me vas a engañar,
sapito.
- ¡Ni se me ocurre
pensaralgo así, señor
caimán! ¡Entonces vamos!
Sé dónde encontrar un
almuerzo que le pueda
servir.
Y el sapito astuto llevó
al caimán a un campo
donde había muchos
animales: venados,
cebras y muchos otros
animales. El caimán, con
su gran boca chorreando
agua, y los ojos
brillando de
satisfacción al ver
tanta comida, agradeció
al sapito y corrió en
busca de su comida.
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Conforme se iba
moviendo, los animales,
más ágiles que él,
desaparecían y él se
quedaba solo. Pronto se
cansó de esa broma y,
sintiendo necesidad de
agua, quiso volver al
borde del río que donde
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estaba su casa,
pero no lo
encontró más.
¡Estaba perdido!
Y comenzó a
gritar:
|
- ¡Sapito! ¡Sapito!
¿Dónde estás? Quiero
volver a mi casa y no
encuentro el camino.
¡Además, necesito entrar
al agua! ¡Necesito agua!
¡Socorro!
¡Socorro!
El sapo, que estaba
escondido viendo la
cacería del caimán, tuvo
pena de él y apareció.
- ¿Qué pasó, señor
caimán? ¿No consiguió su
comida? Aquí no faltan
animales, tal como le
prometí.
- ¡Llévame de regreso a
mi laguna! ¡Necesito
agua, sino puedo hasta
morir!
Me sientomuy cansado…
-¡Está bien, si no me
amenaza más, yo lo
llevaré hasta allá!
Así, el sapito llevó al
caimán cerca de su
laguna y el caimán, muy
agradecido, se volvió
amigo del sapito. Y a
partir de ese día, el
sapito se subía a la
espalda del gran caimán
y se paseaba por la
laguna, mostrando a
todos los animales que
ellos eran amigos.
Cierto día, el caimán
buscó a su amigo sapito
y no lo encontró.
Preocupado, decidió
buscarlo y lo encontró
escondido de un caimán
más joven, sin poder
defenderse.
Entonces el caimán se
enfrentó al otro caimán,
su compañero, y le dijo:
- ¡No te metas mi
sapito! Él es mi amigo y
no quiero que nadie le
haga nada contra él,
¿entendiste?
- ¡Sí, entendí! ¡No voy
a hacer nada contra él,
lo prometo! – respondió
el caimán más joven.
Así, el sapito y el gran
caimán fueron amigos y
siempre se defendían
mutuamente, por la
gratitud de sentían el
uno por el otro.
MEIMEI
(Mensaje psicografiado
el 8/06/2015)
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