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Año 9 - N° 427 - 16 de Agosto de 2015 
RICARDO BAESSO DE OLIVEIRA    
kargabrl@uol.com.br        
Juiz de Fora, MG (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Ricardo Baesso de Oliveira

El Espíritu y de la materia

Parte 2 e final


Influenciación si, determinismo no

Aunque los genes y el ambiente estén relacionados a diversos trazos del comportamiento humano, eso no significa que haya un determinismo biológico o cultural. Sólo porque un trazo presenta influencia genética y ambiental no significa que nada pueda ser hecho para alterarlo. Los trazos comportamentales son en general influenciados por múltiples genes y múltiples factores ambientales, y por encima de todo, se tiene que considerar el poderoso papel del Espíritu, que, valiéndose de su libre-albedrío, puede ejercer notable influencia sobre los genes y el ambiente donde está insertado. 

Atribuir las imperfecciones humanas al propio organismo sería creer que el hombre es una máquina, juguete de la materia, sin responsabilidad sobre sus actos, lo que es un absurdo. Recuerda Kardec que no hay arrastramiento irresistible, cuando se tiene la voluntad de resistir. (LE, ítem 845.)

La influencia de los genes en el comportamiento humano, así como las influencias del medio, se vincula a tendencias probabilísticas y no a una programación predeterminada. En otras palabras, la complejidad de la mayoría de los sistemas comportamentales muestra que los genes no son el destino y tampoco podemos responsabilizar nuestra creación por ser como somos. El Espíritu es “señor” de la materia. Genes y ambiente ejercen influencia sobre el Espíritu encarnado, pero él es siempre el dueño de sus propias decisiones, haciendo las elecciones y guiando su camino. Encontrar un gen que esté asociado a un trastorno no significa que el gen sea “malo” y que deba ser eliminado. Por ejemplo, un gen asociado a la búsqueda de cosas nuevas puede ser un factor de riesgo para un comportamiento antisocial, pero también puede predisponer a la creatividad científica. Así, los genes que predisponen a alguien a la dependencia química, pueden predisponerlo a hacerse un artista talentoso, un científico innovador o un empresario creativo. El Espíritu puede siempre “escoger” los caminos para donde sus genes van a ser dirigidos.

Crecer sin un padre en casa se correlaciona estadísticamente con problemas como abandono de los estudios, ociosidad y embarazo en la adolescencia, pero no todos los jóvenes que crecen sin padre en casa presentan esas condiciones citadas.

La idea de que todos los malhechores son malos porque tuvieron una vida difícil está desgastada entre especialistas y laicos. Muchos psicópatas crecieron en hogares sin grandes problemas y personalidades maquiavélicas pueden ser encontradas en todas las clases sociales. Una vieja broma habla de dos asistentes sociales conversando sobre un niño problemático: “Joãozinho vino de un hogar destrozado”. “Pues sí, Joãozinho destroza cualquier hogar”.

André Luiz teje notables comentários sobre el tema:

 

[...] la criatura terrena hereda tendencias y no cualidades. Las primeras cercan el hombre que renace, desde los primeros días de lucha, no sólo en su cuerpo transitorio, sino también en el ambiente general a que fue llamado a vivir, perfeccionándose; las segundas resultan de la labor individual del alma encarnada, en la defensa, educación y perfeccionamiento de sí misma en los círculos benditos de la experiencia. Si el Espíritu reencarnado estima las tendencias inferiores, las desarrollará, al reencontrarlas dentro del nuevo cuadro de experiencia humana, perdiendo un tiempo precioso y menospreciando la sublime enseñanza de elevación. Sin embargo, si el alma que regresa al mundo permanece dispuesta al servicio de autoelevación, gravitará más alto a cualquier exigencia menos nobles del cuerpo o del ambiente, triunfando sobre las condiciones adversas y obteniendo títulos de victoria de la más alta significación para la vida eterna. En sana conciencia, por lo tanto, nadie se puede quejar de fuerzas destructoras o de circunstancias asfixiantes,  refiriéndose al círculo donde renació. Habrá siempre, dentro de nosotros, la luz de la libertad íntima indicándonos el ascenso. Practicando la subida espiritual, mejoraremos siempre. Esta es la ley. (Misioneros de la luz, cap. 13)

Y Emmanuel, a su vez:

La mayoría de las molestias, inclusive la dipsomanía, es transmisible; sin embargo, eso no implica un fatalismo biológico que engendre la desdicha de los seres, porque incontables Espíritus, trazando el mapa de su destino, buscan, con la elección determinado instrumento, ensanchar sus posibilidades de triunfo sobre la materia, como un hecho decurrente de las severas leyes morales, que, como en el ambiente terrestre, prevalecen en el mundo espiritual. (libro “Emmanuel” cap. XXIV)

Em la codificación Kardecista encontramos las siguientes citas:

Disculparse de sus malas acciones con la flaqueza de la carne no es sino un subterfugio para escapar a la responsabilidad. La carne sólo es flaca porque el Espíritu es flaco, lo que derrumba la cuestión y deja al Espíritu la responsabilidad de todos sus actos. (RE, marzo de 1869)

[...] Compenetraos, pues, de que el hombre no se conserva vicioso, sino porque quiere permanecer vicioso; de que aquel que quiera corregirse siempre puede. De otro modo, no existiría para el hombre la ley de progreso. (ESE, cap. IX ítem 10)

Sin el libre albedrío el hombre no tiene culpa en el mal, ni mérito en el bien; y eso es de tal modo reconocido que en el mundo se proporciona siempre la censura o el elogio a la intención, lo que quiere decir a la voluntad; ora, quien dice voluntad, dice libertad. El hombre no podría, por lo tanto, buscar disculpas en su organismo para sus faltas sin que con eso abdique de la razón y de la propia condición humana, para asemejarse a los animales. Si así es para el mal, asimismo debía ser para el bien. Pero, cuando el hombre practica el bien, tiene gran cuidado en consignar el mérito a su favor y no trata de atribuir a sus órganos, prueba de que instintivamente él no renuncia, de mal grado la opinión de algunos sistemáticos, al más bello privilegio de su especie: la libertad de pensar. (LE, ítem 872)

Genes y ambiente deben ser considerados como pruebas

Genes y ambiente, por lo tanto, deben ser considerados como parte de las pruebas a que el Espíritu se vincula en sus experiencias reencarnatorias. Genes que predispongan a la obesidad llevarán al Espíritu a la lucha contra la compulsión alimentaría. Genes relacionados a la dependencia química invitan al Espíritu al desarrollo del autocontrol y al ejercicio de la creatividad. De la misma forma, ambientes permisivos o donde florecen el bandidaje son oportunidades de luchar contra tendencias inferiores.

Kardec, respondiendo a un lector de la Revista Espírita, que le preguntaba en cuanto al origen de su violencia, escribió:

Para mí, es evidente que vuestro Espíritu es naturalmente irascible; pero como cada uno trae consigo su pecado original, es decir, un resto de las antiguas inclinaciones, no es menos evidente que, en vuestra precedente existencia, hubierais sido un hombre de extrema violencia, y que probablemente habréis pagado muy caro, tal vez con la propia vida.

En la erraticidad, vuestras otras buenas calidades os ayudaron a comprender vuestros errores; tomasteis la resolución de venceros y, para esto, luchar en una nueva existencia. Pero si hubierais escogido un cuerpo débil y linfático, vuestro Espíritu, no encontrando ninguna dificultad, nada habría ganado, lo que para vosotros significaría tener que recomenzar. He ahí porque escogisteis un cuerpo bilioso, a fin de tener mérito de la lucha. (RE, junio de 1863)

Y aún Kardec:

El Espíritu desconectado de la materia, en el estado errante, hace la elección de sus futuras existencias corpóreas según el grado de perfección que haya alcanzado. Es en eso, como ya dijimos, que consiste sobre todo su libre albedrío. Esa libertad no es anulada por la encarnación. Si él cede a la influencia de la materia, es entonces que sucumbe en las pruebas por él mismo escogidas. (RE, ítem 872)

Y finalmente:

Probar que el hombre es responsable por todos sus actos es probar su libertad de acción, y probar su libertad es rescatar su dignidad. (RE, marzo de 1869)


OBS.: todas las negritas son nuestras.

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita