Influenciación si,
determinismo no
Aunque los genes y el
ambiente estén
relacionados a diversos
trazos del
comportamiento humano,
eso no significa que
haya un determinismo
biológico o cultural.
Sólo porque un trazo
presenta influencia
genética y ambiental no
significa que nada pueda
ser hecho para
alterarlo. Los trazos
comportamentales son en
general influenciados
por múltiples genes y
múltiples factores
ambientales, y por
encima de todo, se tiene
que considerar el
poderoso papel del
Espíritu, que,
valiéndose de su
libre-albedrío, puede
ejercer notable
influencia sobre los
genes y el ambiente
donde está insertado.
Atribuir las
imperfecciones humanas
al propio organismo
sería creer que el
hombre es una máquina,
juguete de la materia,
sin responsabilidad
sobre sus actos, lo que
es un absurdo. Recuerda
Kardec que no hay
arrastramiento
irresistible, cuando se
tiene la voluntad de
resistir.
(LE, ítem 845.)
La influencia de los
genes en el
comportamiento humano,
así como las influencias
del medio, se vincula a
tendencias
probabilísticas y no a
una programación
predeterminada. En otras
palabras, la complejidad
de la mayoría de los
sistemas
comportamentales muestra
que los genes no son el
destino y tampoco
podemos responsabilizar
nuestra creación por ser
como somos. El Espíritu
es “señor” de la
materia. Genes y
ambiente ejercen
influencia sobre el
Espíritu encarnado, pero
él es siempre el dueño
de sus propias
decisiones, haciendo las
elecciones y guiando su
camino. Encontrar un gen
que esté asociado a un
trastorno no significa
que el gen sea “malo” y
que deba ser eliminado.
Por ejemplo, un gen
asociado a la búsqueda
de cosas nuevas puede
ser un factor de riesgo
para un comportamiento
antisocial, pero también
puede predisponer a la
creatividad científica.
Así, los genes que
predisponen a alguien a
la dependencia química,
pueden predisponerlo a
hacerse un artista
talentoso, un científico
innovador o un
empresario creativo. El
Espíritu puede siempre
“escoger” los caminos
para donde sus genes van
a ser dirigidos.
Crecer sin un padre en
casa se correlaciona
estadísticamente con
problemas como abandono
de los estudios,
ociosidad y embarazo en
la adolescencia, pero no
todos los jóvenes que
crecen sin padre en casa
presentan esas
condiciones citadas.
La idea de que todos los
malhechores son malos
porque tuvieron una vida
difícil está desgastada
entre especialistas y
laicos. Muchos
psicópatas crecieron en
hogares sin grandes
problemas y
personalidades
maquiavélicas pueden ser
encontradas en todas las
clases sociales. Una
vieja broma habla de dos
asistentes sociales
conversando sobre un
niño problemático:
“Joãozinho vino de un
hogar destrozado”. “Pues
sí, Joãozinho destroza
cualquier hogar”.
André Luiz teje notables
comentários sobre el
tema:
[...]
la criatura terrena
hereda tendencias y no
cualidades. Las primeras
cercan el hombre que
renace, desde los
primeros días de lucha,
no sólo en su cuerpo
transitorio, sino
también en el
ambiente general a
que fue llamado a vivir,
perfeccionándose; las
segundas resultan de la
labor individual del
alma encarnada, en la
defensa, educación y
perfeccionamiento de sí
misma en los círculos
benditos de la
experiencia. Si el
Espíritu reencarnado
estima las tendencias
inferiores, las
desarrollará, al
reencontrarlas dentro
del nuevo cuadro de
experiencia humana,
perdiendo un tiempo
precioso y
menospreciando la
sublime enseñanza de
elevación. Sin embargo,
si el alma que regresa
al mundo permanece
dispuesta al servicio de
autoelevación, gravitará
más alto a cualquier
exigencia menos nobles
del cuerpo o del
ambiente, triunfando
sobre las condiciones
adversas y obteniendo
títulos de victoria de
la más alta
significación para la
vida eterna. En sana
conciencia, por lo
tanto, nadie se puede
quejar de fuerzas
destructoras o de
circunstancias
asfixiantes,
refiriéndose al círculo
donde renació. Habrá
siempre, dentro de
nosotros, la luz de la
libertad íntima
indicándonos el ascenso.
Practicando la subida
espiritual, mejoraremos
siempre. Esta es la ley.
(Misioneros de la
luz, cap. 13)
Y Emmanuel, a su vez:
La mayoría de las
molestias, inclusive la
dipsomanía, es
transmisible; sin
embargo, eso no implica
un fatalismo biológico
que engendre la desdicha
de los seres, porque
incontables Espíritus,
trazando el mapa de su
destino, buscan, con la
elección determinado
instrumento, ensanchar
sus posibilidades de
triunfo sobre la
materia, como un hecho
decurrente de las
severas leyes morales,
que, como en el ambiente
terrestre, prevalecen en
el mundo espiritual.
(libro “Emmanuel” cap.
XXIV)
Em la codificación
Kardecista encontramos
las siguientes citas:
Disculparse de sus malas
acciones con la flaqueza
de la carne no es sino
un subterfugio para
escapar a la
responsabilidad. La
carne sólo es flaca
porque el Espíritu es
flaco, lo que
derrumba la cuestión y
deja al Espíritu la
responsabilidad de todos
sus actos.
(RE, marzo de 1869)
[...] Compenetraos,
pues, de que el hombre
no se conserva vicioso,
sino porque quiere
permanecer vicioso; de
que aquel que quiera
corregirse siempre puede.
De otro modo, no
existiría para el hombre
la ley de progreso.
(ESE, cap. IX ítem 10)
Sin el libre albedrío el
hombre no tiene culpa en
el mal, ni mérito en el
bien; y eso es de tal
modo reconocido que en
el mundo se proporciona
siempre la censura o el
elogio a la intención,
lo que quiere decir a la
voluntad; ora, quien
dice voluntad, dice
libertad. El hombre no
podría, por lo tanto,
buscar disculpas en su
organismo para sus
faltas sin que con eso
abdique de la razón y de
la propia condición
humana, para asemejarse
a los animales. Si así
es para el mal, asimismo
debía ser para el bien.
Pero, cuando el hombre
practica el bien, tiene
gran cuidado en
consignar el mérito a su
favor y no trata de
atribuir a sus órganos,
prueba de que
instintivamente él no
renuncia, de mal grado
la opinión de algunos
sistemáticos, al más
bello privilegio de su
especie: la libertad de
pensar.
(LE, ítem 872)
Genes y ambiente deben
ser considerados como
pruebas
Genes y ambiente, por lo
tanto, deben ser
considerados como parte
de las pruebas a que el
Espíritu se vincula en
sus experiencias
reencarnatorias. Genes
que predispongan a la
obesidad llevarán al
Espíritu a la lucha
contra la compulsión
alimentaría. Genes
relacionados a la
dependencia química
invitan al Espíritu al
desarrollo del
autocontrol y al
ejercicio de la
creatividad. De la misma
forma, ambientes
permisivos o donde
florecen el bandidaje
son oportunidades de
luchar contra tendencias
inferiores.
Kardec, respondiendo a
un lector de la Revista
Espírita, que le
preguntaba en cuanto al
origen de su violencia,
escribió:
Para mí, es evidente que
vuestro Espíritu es
naturalmente irascible;
pero como cada uno trae
consigo su pecado
original, es decir, un
resto de las antiguas
inclinaciones, no es
menos evidente que, en
vuestra precedente
existencia, hubierais
sido un hombre de
extrema violencia, y que
probablemente habréis
pagado muy caro, tal vez
con la propia vida.
En la erraticidad,
vuestras otras buenas
calidades os ayudaron a
comprender vuestros
errores; tomasteis la
resolución de venceros
y, para esto, luchar en
una nueva existencia.
Pero si hubierais
escogido un cuerpo débil
y linfático, vuestro
Espíritu, no encontrando
ninguna dificultad, nada
habría ganado, lo que
para vosotros
significaría tener que
recomenzar. He ahí
porque escogisteis un
cuerpo bilioso, a fin de
tener mérito de la lucha.
(RE, junio de 1863)
Y aún Kardec:
El Espíritu desconectado
de la materia, en el
estado errante, hace la
elección de sus futuras
existencias corpóreas
según el grado de
perfección que haya
alcanzado. Es en eso,
como ya dijimos, que
consiste sobre todo su
libre albedrío. Esa
libertad no es anulada
por la encarnación. Si
él cede a la influencia
de la materia, es
entonces que sucumbe
en las pruebas por él
mismo escogidas.
(RE, ítem 872)
Y finalmente:
Probar que el hombre es
responsable por todos
sus actos es probar
su libertad de acción, y
probar su libertad es
rescatar su dignidad.
(RE, marzo de 1869)
OBS.: todas las negritas
son nuestras.
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