¡Qué el arte sea
luz!
La vida sería
más gris y
estática sino
hubiese las
notas del arte a
tocar nuestro
corazón. Se
relacionan aquí
las artes
extasiadas como
prosa, poesía,
pintura,
partitura e
interminable
número de otras
extasiadas
formas de
expresión, pero
que, para
sentirlas y
valorarlas, el
espíritu
necesita estar
tranquilo y
vuelto para ese
propósito. La
mente inquieta
tardará más para
hacerlo.
No se debe
evadir de lo que
hay para
realizar, y el
artista que se
reconoce debe
mejorarse en el
arte que buscó
desarrollar.
El primer paso
es superar las
dificultades
individuales
comunes a todos
los Espíritus,
la propia
reforma. Y las
dificultades de
un artista
espírita aún,
infelizmente,
son más penosas,
pues, además de
la falta de
recursos para el
desarrollo de su
trabajo, hay
también la poca
aceptación y
valoración del
arte espírita
entre los
propios
compañeros de
ideal. Se sabe,
no obstante, que
la persistencia
y la confianza
en la labor son
imprescindibles,
como también la
necesidad de
estudio y de
perfeccionamiento.
El arte tiene
una importancia
rigurosa en la
transformación
diaria de
nuestras vidas.
Pero lo que se
recomienda es el
arte que trae
luz de progreso,
luz de amor en
la caminata de
quien la realiza
y de quien la
siente.
¡Cuántas veces
una música con
letra edificante
o una pieza
clásica se
tornan lenitivo
para el corazón
sin esperanza,
huérfano de
consuelo y amor!
Sin embargo, el
arte sin
elevación, que
no instruye ni
mejora el propio
artista y su
receptor, debe
ser
desconsiderado,
pues solamente
las dignas
realizaciones en
todo campo es
que serán
reconocidas como
avance real.
En El Libro
de los Espíritus
hay una cuestión
que atestigua,
con claridad, la
relevancia de la
práctica del
bien en las
artes:
-¿Los Espíritus
examinan
nuestros
trabajos
artísticos y se
interesan por
ellos? “Examinan
lo que puede
probar la
elevación de los
Espíritus y su
progreso.”
(Obra citada,
cuestión 565.)
Luego, si hay
sensibilidad,
que ella sea
aprovechada para
producciones
iluminativas,
educativas y
placenteras en
la mies del bien
y del amor. Y de
esa manera los
ideales de
progreso podrán
ser más
protegidos
contra las
embestidas de
Espíritus
desequilibrados,
recordando
siempre que todo
se administra
según la
vibración.
A cada uno será
conferida la
actividad
necesaria.
Habrá el artista
para desarrollar
su arte; el
escritor para
extasiar con sus
palabras; el
músico para
proporcionar más
armonía; los
dirigentes para
la conducción de
coherentes
trabajos y los
líderes
espíritas para
la orientación y
divulgación del
arte educativo y
noble.
A cada uno
conforme su
necesidad y lo
que pueda
ofrecer de bueno
para la vida,
sin olvidarse de
que el
perfeccionamiento
en todos los
campos es
indispensable.
El eminente arte
es dulce flor
para nuestro
sentimiento, es
estímulo para
nuestros
sentidos, es
refrescante para
los duros hechos
que asolan aún
la carente
humanidad. Ese
arte es luz para
todos los
Espíritus, sin
denominación
religiosa; es
canción de cuna
para los
corazones; es el
deseo de
ascensión para
mundos
evolucionados a
través de las
transformaciones
que
experimentamos
con sus
mensajes.
El noble arte,
en todo tiempo,
es armonía, es
paz, es
elevación.
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