Conversando
sobre la fuerza
divina en
nosotros
Me gusta
percibir las
semejanzas
fundamentales
entre las
enseñanzas de
grandes maestros
de la humanidad
y la Psicología
Humanista.
Aunque esta
última se haya
ocupado más de
los procesos
mentales, con
sus
dificultades,
embustes y
vicios (y
posibles
cuidados) y los
Maestros con las
cuestiones
éticas y
morales, lo que
vemos, en la
síntesis de
ambas, es que el
camino propuesto
para el
bienestar se
repite:
aceptación, amor
y trabajo.
Cuando
realizamos en el
mundo y en
nosotros estos
tres conceptos
sagrados,
superamos
nuestro yo
inferior,
alcanzando
nuevos
horizontes.
Conseguimos
atravesar valles
sombríos,
grandes desafíos
existenciales,
manteniendo
nuestra
serenidad,
nuestra armonía
íntima.
Este paso
valiente,
certero, eficaz,
que nos pide
empeño,
confianza y
discernimiento,
haciéndonos
mejores de lo
que habíamos
sido hasta allí,
se llama
SUPERACIÓN.
Todos podemos
alcanzarlo;
finalmente, como
nos dice el
salmista, ¡somos
dioses! Y esta
esencia divina
que cargamos,
cuando es
accionada, nos
hace fuertes,
irresistiblemente
capaces.
Al final,
necesitamos
superar antiguas
formas de ser y
de pensar para
evolucionar. ¿Y
qué es vivir en
la Tierra, sino
un ejercicio de
evolución para
todos nosotros?
Joseph Campbell
y la Saga del
Héroe: de lo
individual a lo
social
Joseph Campbell,
psicólogo
americano, autor
de la teoría
relacionada al
poder del mito,
al estudiar los
mitos e
historias de
héroes, de todas
las culturas, en
épocas variadas,
encontró en
estas un punto
en común, un
enredo lógico,
constituido de
pasos
cronológicos,
secuenciales,
pedagógicos y
evolutivos.
Constato que
toda historia
escrita o
narrada parte de
un ambiente
cotidiano,
familiar,
controlado, en
que se muestra
el día a día del
héroe, con sus
quehaceres y
costumbres,
junto a sus
conocidos y/o
familiares.
Entonces, en
determinado
momento de su
“controlada"
vida, ese héroe
se siente
impulsado a
salir de ese
ambiente, como
si una fuerza
invisible e
irresistible lo
obligara a
partir en
búsqueda de algo
nuevo. Aunque
el héroe
resista, intente
negar lo
no-familiar,
algo ocurre y lo
“empuja" para
fuera, rumbo a
un gran desafío.
Con el pasar del
tiempo y de las
experiencias, he
ahí que surge un
dilema
gigantesco a ser
enfrentado,
después otro,
hasta que,
cuando el héroe
ya siente que no
tiene más
fuerzas, nace en
él una energía
sobre-humana,
especial, capaz
de hacerlo ser
más de lo que
había sido hasta
allí, llevándolo
a una victoria
impresionante,
colocándolo,
entonces, en
otro nivel.
Cuando, por fin,
ese héroe
retorna a su
medio [o incluso
prefiera estar
en otro
ambiente], lo
que ocurre es
que él estará
transformado,
diferente, más
maduro y
experto, en
consonancia con
la vivencia que
experimentó y la
victoria que
consiguió.
Creo que todos
nosotros ya nos
deparamos con
historias así,
sea en los
cuentos de
Grimm, en los
mitos griegos,
nórdicos,
africanos,
indígenas, o aún
en las
superproducciones
del cine actual.
La mayor parte
de los héroes
repite ese tipo
de saga.
Pero, al final,
¿esa ruta común
qué tiene que
ver con
nosotros? ¿Por
qué eso es
relevante?
Lo que ocurre es
que la saga del
héroe, propuesta
y descubierta
por Campbell,
habla de todos
los seres
humanos. Todos
pasamos, en
algún momento (o
varios), por
determinadas
crisis en que
somos llevados a
salir de
nuestras
rutinas;
perdemos el
control de la
situación, no
entendemos muy
bien lo que
viene por
delante, nos
sentimos solos
y, a veces,
desesperados. En
el ápice de los
problemas,
cuando creemos
que las fuerzas
se agotaron y
que estamos
prestos a
desistir, he ahí
que una fuerza
impresionante
surge,
arrebatadora,
inmediata. Ella
puede venir en
la forma de una
idea, un
insight o
una acción real,
práctica.
Ese momento
crucial de la
saga, en que
conseguimos dar
ese paso
fundamental, se
llama
SUPERACIÓN, como
dice arriba
Noten que la
palabra, se
divide en dos,
nos sugiere
exactamente eso:
Una Súper
Acción, una
acción especial,
no rutinaria,
poderosa,
decisiva.
Cuando hablamos
de SUPERACIÓN,
tenemos que
tener en mente
que esta puede
ocurrir en
cualquiera de
nuestros
aspectos
fundamentales,
sea él físico,
psíquico, social
o espiritual. Y
siendo en
cualquier uno de
ellos, la verdad
es que todos los
otros son
concomitantemente
afectados;
finalmente,
somos seres
integrales,
formados de
cuerpo y alma,
con procesos
mentales,
emocionales,
sociales y
espirituales.
En el ámbito
individual
[hablo
individual, pues
la superación
también se da en
el campo social]
cabe recordar
que somos seres
integrales y,
por lo tanto, la
superación puede
darse en cuatro
aspectos
específicos:
Superación de
orden física:
Cuando
conseguimos una
cura, un cambio
radical de
hábito, o aún
una aceptación
cualquiera con
relación a
problemas
incurables en
nuestro cuerpo
(mutilaciones,
deformaciones,
etc.), vejez
etc.
Superación de
orden psíquica:
Cuando cambiamos
nuestros
procesos
mentales de
forma más
positiva,
alterando
antigua forma de
observar el
mundo, dejando
anclar en
emociones
tóxicas,
trabajando la
autoestima, el
autoamor,
controlando el
va y viene
emocional a
través del campo
racional,
nuestro modo de
comprender la
realidad y obrar
en ella.
Superación de
orden social:
Cuando
conseguimos
aceptar a las
personas como
ellas son, sin
intentar
cambiarlas a
nuestro placer;
cuando
conseguimos
callar para que
uno más necio
hable; cuando
conseguimos
mantener la paz,
la armonía
íntima,
dialogando con
madurez con las
personas,
instituyendo
relaciones
maduras,
saludables con
los demás.
Superación de
orden
espiritual:
Cuando
conseguimos
salir de
nosotros mismos
y conectarnos a
algo mayor que
nosotros,
sintiendo la
presencia de la
inteligencia que
nos gobierna,
con cualquier
nombre que
queramos
atribuirle,
aceptando los
movimientos de
la vida, con sus
reveses y
alegrías, por
entender que
Dios sabe mejor
que nosotros
aquello que nos
conviene.
Superación
significa, por
tanto, salir de
un nivel, de un
grado en la
escala
evolutiva, para
otra posición,
mejorada, porque
es más
equilibrada,
armoniosa.
Un estado de
serenidad puede
ser percibido
cuando
conseguimos dar
este importante
paso, con esta
SUPER ACCIÓN.
Veamos algunos
de los posibles
impedimentos y
medidas
positivas para
la SUPERACIÓN:
a. Baja
autoestima;
b.
Victimismo;
c.
Orgullo
exacerbado;
d. Remordimientos
y autosabotaje;
e.
Amarguras;
f.
Infantilismo;
g.
Carencias;
h.
Rebeldia;
i.
Cólera.
Tales emociones
y sentimientos
surgen de
aprendizajes
equivocados
sobre sí mismo y
el mundo. Nacen
de nuestra
obstinación
milenaria.
Siempre que nos
fijamos en
emociones de esa
calidad, estas
se hacen tóxicas
en nuestro mundo
mental,
llevándonos a la
enfermedad,
retirándonos la
posibilidad de
superación. Será
preciso un
profundo
autoconocimiento
y medidas de
mejoría, a
través de
acciones
positivas. Y
recordando que
cambio de hábito
requiere
ejercicio y
perseverancia.
Si en la Edad
Media no
imaginábamos la
necesidad de un
baño, o el
lavado dental,
en la actualidad
esos hábitos
surgen como algo
natural, porque
ya son impuestos
por la cultura.
Día llegará en
que hacer lo
correcto será
tan natural como
beber un vaso de
agua cuando
sentimos sed…
Hasta allá,
necesitamos
empeñarnos y
ayudarnos
mutuamente, para
conseguir
superar y
sobrepasar las
indispensables
etapas
evolutivas.
Dentro de este
razonamiento,
destaco, abajo,
tres acciones
posibles y
necesarias para
ayudar a
personas que
cruzan nuestros
caminos a
alcanzar ese
objetivo
sagrado:
Acción
Profiláctica:
Cuando padres
y/o educadores
lanzan sobre el
estudiante una
mirada poderosa,
haciéndolo creer
que posee una
fuerza divina en
sí [¡lo que es
de más pura
verdad!], que
consigue superar
las
dificultades,
pudiendo
desarrollarse
plenamente,
dejando para
tras
dificultades e
impedimentos,
promueven en
este un
desarrollo
saludable, con
base sólida,
formadora de un
ego fortalecido,
resistente,
plástico. El
autoamor surge,
permitiendo que
el individuo se
haga un adulto
fuerte,
conocedor de su
papel en el
mundo, capaz de
descubrir y
utilizar sus
talentos. Para
estos, la
superación se
vuelve menos
sufrida, más
rápida, a veces
suave, hasta.
Acción Curativa:
Cuando, en la
fase adulta, el
sujeto presenta
dificultades en
uno o varios
aspectos de su
vida y el cambio
íntimo parece de
difícil
solución, el
camino inicial
del discípulo de
la vida deberá
ser el propuesto
hace más de
2.500 años, con
una frase
bastante
conocida en el
mundo
occidental:
“conócete a ti
mismo”.
Necesitará
bucear en los
enredos de su
psiquismo para
tomar
conocimiento de
los posibles
embustes que
prepara contra
sí mismo o de
las trampas en
que cae, sin
darse cuenta de
los posibles
caminos que
puede trillar,
alejándose del
sufrimiento.
Como medidas de
acción curativa,
destacamos el
amor y la
orientación, sea
a través de una
filosofía, una
religión, una
terapia
humanista o aún
alguna práctica
meditativa.
Acción
Paliativa:
“Como habladora
que soy, hablo a
partir de un
lugar…” Y este
lugar está
marcado por la
filosofía
espírita. En
este modo de
pensar, el
humano es un
Espíritu
reencarnado, que
ya pasó por
muchas
experiencias,
por diversos
desafíos y
aprendizajes
diversos, y está
en este momento
viviendo nuevas
cuestiones
específicas,
ideales para él.
Ocurre que no
todos aprovechan
bien la
experiencia
reencarnatoria.
Algunos
estacionan por
demasiado tiempo
en determinadas
posiciones,
obstaculizando
la propia
evolución y no
se abren para
las lecciones
presentadas.
Prefieren la
posición de
víctimas
enyesadas.
Aprendieron a
infantilizarse y
no quieren salir
de este lugar.
El paso de la
superación no
siempre ocurre,
por lo tanto.
Pero nada está
perdido, ya que
somos inmortales
y ninguna
semilla buena se
pierde. Aunque
el suelo de sus
corazones no
esté listo para
el brote de la
superación,
debemos sembrar,
confiados en que
la propia vida
hará su trabajo,
a lo largo de
los días, años y
décadas… o
incluso. ¡Un
día, la semilla
brotará!
¿Donde podemos
encontrar las
lecciones de
Jesús, en este
contexto hasta
aquí presentado?
¡En todo! Todas
las lecciones,
intervenciones y
propuestas
curativas pueden
ser encontradas
en la vida y en
los ejemplos de
Jesús. Él nos
trajo
indicaciones
preciosas, a lo
largo de su
legado.
Prácticamente a
finales de su
estada en el
plano material,
dijo que debemos
trabajar y
confiar, como él
lo hizo, para
que también
nosotros
venciéramos al
mundo, como él
venció. ¿Y qué
sería “Vencer al
Mundo”, sino [en
nuestro caso]
superarnos a
nosotros mismos,
nuestro ego
problemático, a
pesar del mundo
y de sus
arrastramientos?
Para la
Superación
propia y para
ayudar a
nuestros
hermanos del
camino en la
superación
necesaria,
conjugó algunos
verbos
esenciales.
Citaré aquí seis
de ellos,
encontrados en
sus enseñanzas,
por
considerarlos
fundamentales en
nuestro camino
evolutivo. Son
ellos: Sembrar,
Orar, Confiar,
Escoger, Actuar
y Amar.
Sembrar -
“He ahí que el
sembrador salió
a sembrar” Mateo
(13:3)
Jesús nos pidió
para que no
colocáramos la
candela debajo
del celemín, que
no dejáramos de
distribuir
nuestra luz,
nuestro
conocimiento
sobre el amor,
sobre el bien.
¡Nos habló de la
parábola del
sembrador,
explicando que
no todo suelo
está preparado
para nuevos
brotes, pero que
ni por eso el
sembrador deja
de sembrar!
Orar -
Pedid, y se os
dará; buscad, y
encontraréis;
tocar, y se os
abrirá.
Porque, aquel
que pide,
recibe; y, lo
que búsqueda,
encuentra; y, al
que bate, se le
abrirá.
¿Y cuál de entre
vosotros es el
hombre que,
pidiéndole pan
su hijo, le dará
una piedra? ¿Y,
pidiéndole pez,
le dará una
serpiente? ¿Si
vosotros, pues,
siendo malos,
sabéis dar
buenas cosas a
vuestros hijos,
cuánto más
vuestro Padre,
que está en los
cielos, dará
bienes a los que
le pidan?
(Mateo 7:7-10)
Jesús nos dice
que la oración
tiene una fuerza
impresionante,
que el Padre
siempre escucha
todas las
oraciones y que
ninguna de ellas
queda sin
respuesta,
aunque no
tengamos de
inmediato la
solución de un
problema, pues
la oración hecha
por un corazón
fortalecido en
la fe recibe
amparo, se
fortalece y se
calma para
seguir la
superación
necesaria.
Confiar
- “Y he ahí que
una mujer que
hacía ya doce
años padecía de
un flujo de
sangre, llegando
por detrás de
él, tocó la
orilla de su
ropa; porque
decía consigo:
Si yo tan
solamente tocara
su ropa, quedaré
sana. Y Jesús,
volviéndose, y
viéndola, dijo:
Ten ánimo, hija,
tu fe te salvó.
E inmediatamente
la mujer quedó
sana.” (Mateo
9:20-22)
La confianza en
los propósitos
de la vida y en
la ayuda de los
cielos nos
mantiene
relativamente
serenos delante
de las grandes
crisis. No
fuimos creados
al acaso y no
estamos “sueltos
en el mundo”
como plumas al
viento. Todos
estamos
conectados al
Amor del Padre y
este está en el
timón.
Escoger -
"Entrad por la
puerta estrecha;
porque ancha es
la puerta, y
espacioso el
camino que
conduce a la
perdición, y
muchos son los
que entran por
ella; y porque
estrecha es la
puerta, y
apretado el
camino que lleva
a la vida, y
pocos hay que la
encuentren.”
(Mateo
7:13-14)
Decidir por el
mejor para
nosotros exige
una consulta al
chip divino
llamado
conciencia.
Hemos tenido
contacto con
muchas
tradiciones de
sabiduría y
todas nos
indican los
mismos caminos:
Amor, trabajo y
aceptación. Si
hacemos el
nuestro mejor,
si amamos,
trabajamos y
aceptamos lo que
la vida nos trae
de desafíos,
dando lo nuestro
mejor, estamos
optando por la
puerta estrecha.
Y ella nos lleva
siempre a un
lugar mejor.
Actuar -
"Todo aquel,
pues, que
escucha estas
mis palabras, y
las practica, lo
asemejaré al
hombre prudente,
que edificó su
casa sobre la
roca; y
descendió la
lluvia, y
corrieron ríos,
y soplaron
vientos, y
combatieron
aquella casa, y
no cayó, porque
estaba edificada
sobre la roca. Y
aquel que oye
estas mis
palabras, y no
las cumple, lo
comparo al
hombre
insensato, que
edificó su casa
sobre la arena;
y descendió la
lluvia, y
corrieron ríos,
y soplaron
vientos, y
combatieron
aquella casa, y
cayó, y fue
grande su
caída.” (Mateo
7:24-27)
Saber y no hacer
es ser
responsable por
el propio
fracaso. Ya no
somos más
ignorantes de
muchas cosas.
Nos cabe
continuar
intentando,
luchando para
vencer el mal
que aún habita
en nosotros.
Amar -
“Por lo tanto,
todo lo que
vosotros queréis
que los hombres
os hagan,
hacédselo
también
vosotros, porque
esta es la ley y
los profetas.”
(Mateo
7:7-12)
Este es el
resumen no sólo
de la Doctrina
Cristiana, sino,
como dijo Jesús,
es la ley y los
profetas, siendo
que la ley
divina ya fue
presentada por
muchos
misioneros, a lo
largo de los
siglos y
milenios, en
todas las
culturas. Nadie
está al margen
de esa
enseñanza.
Debemos, por
tanto, amar
siempre… amar a
todo y a todos.
Jesús, el mayor
psicólogo, el
mayor pedagogo,
el mayor ejemplo
de que tenemos
noticia, sabía
que no nos
hacemos solos,
que necesitamos
unos de los
otros, que Dios
ayuda a las
criaturas por
medio de las
criaturas. Nos
contó que
debemos aceptar
la realidad,
aceptar los
movimientos de
la vida,
trabajando,
usando nuestros
talentos para lo
mejor, para lo
más útil. Nos
llamó la
atención para
que tomáramos
nuestro lugar en
esta vida,
siendo
responsables,
dejando de
ocupar una
posición
infantil,
victimista,
dependiente. Que
fuéramos
humildes delante
de las
propuestas de la
vida y fuertes
delante de los
problemas. Que
superáramos, a
través del amor
y de la
confianza en
Dios.
Todos somos
capaces de
ayudar a un
hermano en el
proceso de
superación y
también nosotros
podemos
superarnos a
nosotros mismos,
a través de
Jesús y de sus
enseñanzas.
¡Trabajemos!