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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 434 - 4 de Octubre de 2015 

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Voluntad para cambiar
 

  

Nina creía que era dueña de sí misma. Con sólo nueve años de edad, era orgullosa y arrogante; no escuchaba los consejos que sus padres le dan con amor.

Le decía su mamá:

- Nina, no creas que tu voluntad prevalecerá siempre. Todavía eres pequeña y tienes mucho que aprender de la vida. ¡Si Dios te entregó a nosotros como hija, es para que te eduquemos en la senda del bien!

Sin embargo, la niña respondía con la nariz empinada:

- ¡Pero mamá, soy muy inteligente y sé lo que debo hacer! En la escuela, mis compañeros  piden mi opinión cuando tienen dudas ¡y se ponen contentos con lo que les digo!

Y su papá, que escuchaba callado, respondió con voz suave:

- Nina, sabemos que eres inteligente, pero las personas inteligentes son las que más se equivocan por no escuchar la opinión de nadie. Seguramente serás una persona que  hará muchos logros en la vida, pero tendrás que crecer escuchando a tus padres, tus profesores, leyendo muchos libros para aprender y, después, formar tus propias ideas ¿Entendiste, hija?

Pero la niña no oía nada de lo que sus padres intentaban transmitirle, y movió la cabeza, con una expresión de desprecio:

- ¡Ah!... No sirve de nada hablar con ustedes. Estoy cansada. ¡No me entienden en lo más mínimo!...

Los padres se miraron y desistieron hacerle entender lo que trataban de transmitirle. Nina salió de la sala con la cabeza empinada y se fue a la calle a jugar con sus amigas. En casa de una de ellas, había un delicioso pastel que la mamá había preparado. Como Nina era muy golosa, comió tres pedazos grandes acompañados con jugo.

Poco después, comenzó a sentirse mal. Regresó a su casa y se acostó. Preocupada, su mamá quiso saber qué estaba sucediendo, y Nina explicó:

- Comí en la casa de Fernanda un pastel delicioso, pero debió estar estropeado porque salí de allí sintiéndome muy mal.

La mamá, que conocía bien a su hija, le dijo:

- Nina, nadie ofrece un pastel estropeado a nadie. Estás comiendo demasiado. Después vas a comenzar a engordar. Tienes que cambiar tus hábitos, hija mía.

Pero Nina ni siquiera escuchó lo que dijo su mamá. Corrió al baño y vomitó todo lo que había comido. Luego se acostó de nuevo, sintiendo debilidad.

Al día siguiente, sin embargo, se olvidó de lo que había sucedido el día anterior y tomó un desayuno bien reforzado. Al volver de la escuela, tenía hambre y el almuerzo fue una delicia: repitió el plato tres veces. Observándola, sus padres le advirtieron delicadamente que el exceso de comida no le haría bien, pero Nina reaccionó diciendo:

- Como estoy en fase de crecimiento, necesito alimentarme bien; ¡y ahora esto!

- No en exceso, Nina. Todo lo que es exceso, el cuerpo no lo puede aguantar - dijo su papá.

Así, creyendo siempre tener razón, Nina empezó a comer en exceso. El resultado no se hizo esperar. Comenzó a engordar y a necesitar ropa y zapatos nuevos, porque nada de lo que tenía le servía. Y Nina decía:

- ¡No sé lo que me pasa, mamá! Creo que estoy en fase de crecimiento.

- Es verdad, Nina. Pero estás forzando tu crecimiento. Necesitas reducir tu alimentación si no quieres engordar demasiado – le respondió su madre preocupada.

- Entonces, ¿piensas que estoy engordando mucho, mamá? - preguntó la niña.

- Por supuesto. Necesitas comer menos y hacer más ejercicios, Nina.

La niña no aceptó lo que su mamá le dijo. Pero al día siguiente, al llegar a la escuela, escuchó que unos compañeros susurraban cerca:
 

- ¡Wow! ¡Miren a Nina! ¡Parece una ballena! ...

Ella quiso voltear y pelearse con el grupo, pero ya se habían ido. Molesta, Nina entró a su clase y vio que los demás compañeros también la miraban con asombro. La profesora se dio cuenta de la situación e hizo una señal a los alumnos para que se quedaran callados.

Nina se sentó avergonzada. Sólo en ese momento se dio cuenta de que realmente debía haber engordado mucho. Ese día,

escuchó las bromas de sus compañeros y fingió no había oído nada. Al terminar la clase, salió rápidamente, deseando que su mamá estuviera esperándola. Aliviada, vio a su madre cerca y corrió hacia el auto.

- ¡Hola, hija! ¿Todo bien? ¿Cómo estuvo la escuela hoy?

Pero Nina entró al carro, bajó la cabeza y se echó a llorar. La mamá buscó un lugar para estacionar, luego abrazó a su hija y le preguntó qué había pasado, y Nina respondió, entre sollozos:

- Mamá, ¡me siento una ballena! Al menos, así es como me llamaron cuando llegué a la escuela. ¡Estoy muy avergonzada! ¡No sé qué hacer!

Entonces su mamita le dijo con cariño:

- Nina, hace un tiempo que tu papá y yo te hemos advertido de tu exagerada hambre. ¡Nunca aceptaste nuestra ayuda, creyéndote capaz de dirigir tu vida! ¡Pero sólo eres una niña de nueve años, hija! ¡No sabes nada de la vida, cómo actuar, cómo hacer frente a los problemas! Tenemos que aceptar, porque no sabemos todo. Y, cuando esto sucede, tener la humildad de pedir ayuda.
 

- Está bien, mamá. ¡Necesito ayuda! ¡Por favor, ayúdame! ¿Qué debo hacer?

- Muy bien, Nina. Para empezar, debes disminuir tu comida, evitar los refrescos, dulces y cosas grasosas. Y hacer más ejercicios, que son fundamentales. ¿Qué te parece?

- Me parece bien. Como no sé del asunto, ¡haré lo que me mandes, mamá!

Y así, Nina volvió al peso adecuado a su edad, con más disposición y alegría de vivir. Sus compañeros pensaron que estaba mucho más bonita, lo que hacía que se

sintiera feliz con el esfuerzo para adelgazar. Fue importante su determinación de querer perder peso, lo que ayudaba siempre con una oración en la que pedía la ayuda de Jesús.

De esta manera, Nina se venció a sí misma y comenzó a aceptar las opiniones de los demás, reconociendo que todavía necesitaba aprender mucho de la vida.

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 13/07/2015)


 

                                                                                   



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