Acompañando a su mamá a
hacer las compras, Julio
caminaba charlando sin
parar. Hablaba de la
escuela, de sus juguetes
y de lo que iba a hacer
más tarde al volver a
casa.
- Mamá, quiero jugar con
mi camioncito nuevo. Voy
a llevarlo al patio de
atrás y llenarlo de
tierra.
- Entonces, hazlo, hijo
mío. Invita a Zesé, tu
amigo, ¡Se pondrá
contento! – sugirió
satisfecha.
El niño pensó y
respondió:
- Creo que mejor no lo
invito, mamá. ¡Cuando él
toma un juguete, no lo
quiere soltar más!
- ¡Pero es tu amigo,
Julio!
- Zezé no cuida mis
juguetes,
mamá.
Creo que mejor jugaré
solo.
La mamáse sorprendió de
las palabras de su hijo,
pero aceptó:
- Está bien, hijo mío.
Si así lo quieres…
- Sí, mamá. Prefiero
jugar solo.
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Al volver de las
compras, Julio fue a
jugar al patio trasero.
La mamá estaba
sorprendida al ver que
su hijo quería jugar
solo. Después de todo,
¿qué gracia tenía jugar
sin amigos? Pero, como
él lo había decidido
así, ella se quedó
callada.
Al día siguiente,
sucedió la misma
situación. Julio
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quería jugar
solo. Y los
demás días
también. Ese
comportamiento
comenzó a
incomodar a la
mamá,
acostumbrada a
ver a su hijo
siempre junto
con sus
compañeros de la
escuela o los
vecinos.
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Después de una semana,
la mamá notó que su hijo
estaba triste,
desanimado, y preguntó:
- ¿Pasó algo, Julio? No
estás bien, pareces
triste, fastidiado...
El niño, que estaba en
la ventana de la sala
mirando hacia la calle,
respondió:
- ¡Nadie quiere jugar
conmigo, mamá!...
La mamá se acercó al
niño, lo abrazó y miró
por la ventana. En la
calle había un grupo de
niños que jugaban a la
pelota y reían mucho.
Estaban empapados de
sudor y con las ropas
sucias, pero se sentían
contentos, felices de
estar juntos.
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- ¿Estás viendo, mamá?
Ellos son felices
jugando a la pelota.
¡Sólo yo no estoy con
ellos! - dijo Julio
llorando. |
La madre miró al grupo
que jugaba en la plaza,
corriendo detrás de la
pelota, y recordó:
- ¡Pero, Julio, fuiste
tú quien lo quiso
así!... ¿Te acuerdas que
no querías que nadie
ensuciaratus juguetes?
- Ah, mamá, es verdad.
Pero además de ensuciar
mis juguetes, ¡también
los rompían!
La mamita abrió los ojos
mostrandosu sorpresa:
- ¡Julio! ¿Pero para qué
sirven los juguetes, si
no es para jugar? ¡Mira
lo felices que
estánellos!Ve a jugar a
la pelota con ellos,
hijo mío.
El niño, que se estaba
muriendo por jugar, fue
en la plaza y preguntó:
- ¿Me pueden dejar jugar
también?
- ¡Por supuesto, Julio!
¡Al otro equipo le falta
un jugador!
¡Entra enese equipo!
El equipo que tenía un
jugadormenos lo recibió
con alegría. Era el
equipo de su amigo Zezé,
quien gritó:
- ¡Así es, Julius! ¡Ven
corriendo! ... ¡Ahora
vamos a ganar, chicos!
Contento, miró a su
madre y corrió hacia el
lugar donde iba a jugar.
Luego vino una pelota y
pateó haca el jugador
más cercano al arco,
después corrió hacia
adelante y, como la
pelota venía hacia su
lado, dio una buena
patada y,al ver entrar
la pelota, gritó:
- Gooooooool!...
Todos corrieron a
abrazar a Julio, que
había ayudado a empatar
el partido.
Animado, Julio dio lo
mejor de sí. ¡Había
hecho otro gol y estaba
muy feliz! Cuando el
juego terminó, el equipo
lo llevó en hombros para
celebrar. Julio había
definido el resultado
del partido y los amigos
estaban felices.
Luego, al ver la pelota
toda sucia, dijo:
- ¡Mire cómo quedó la
pelota!
¡Toda sucia de tierra!
- ¡Tonterías! Es fácil
de resolver. ¡Sólo hace
falta lavarla! –
dijoZezé, encogiéndose
de hombros.
Entonces Zezé fue a un
grifo de la plaza y lavó
la pelota, que quedó
como nueva otra vez,
mostrándosela a Julio:
- ¿Viste? ¡Las pelotas y
los juguetes fueron
hechas para jugar!
¡De lo contrario, no es
divertido!
Juliosonriósatisfecho:
- ¡Es verdad! ¡Tienes
toda la razón, Zezé!
Entonces, Julio invitó a
los amigos a su casa.
Como no tenían clases
ese día, aceptaron.
Julio entró en su casa
con ellos y, al escuchar
el barullo, su madre
vino de la cocina
secándose las manos, y
él le contó:
- ¡Mamá, ganamos el
juego! ¡Invité a mis
amigos a jugar aquí en
casa! ¿No es verdad que
tengo un montón de
juguetes nuevos? Después
de todo, ¿para qué
sirven los juguetes si
no es para jugar?
Julio intercambió una
mirada con su madre y
sonrió satisfecho.
¡Se sentía feliz!
Feliz de ver a su hijo
alegre, la madre dijo:
- Jueguen todo lo que
quieran. ¡Mientras
tanto, voy a hacer
palomitas de maíz, tengo
una torta preparada y,
así, pronto les daré una
merienda muy sabrosa
para celebrar!
MEIMEI
(Recibida por Célia X.
de Camargo, el
6/04/2015.)
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