Cierta vez, una leona
estaba buscando un lugar
para establecerse con
sus crías, que
nacerían en cualquier
momento. Encontró una
cueva desocupada y se
instaló allí.
|
Pronto nacieron sus
bellas crías, y ella los
limpiaba con su lengua,
feliz por la familia que
tenía ahora. Y entonces
empezaron a mamar,
sacando de las tetas de
la madre lo necesario
para su sustento.
Y en esa cueva, todo era
alegría.
|
Un día, la Leona salió a
dar un paseo con sus dos
cachorros, más grandes y
más expertos en buscar
comida y, al regresar a
la cueva, encontró a
otra familia instalada:
era una Loba.
Llena de indignación, la
Leona comenzó a rugir,
amenazante, acompañada
de sus cachorros que
iniciaron sus intentos
de llamar la atención de
los demás animales, al
ver la reacción de su
madre, entendiendo que
se trataba de un
enemigo.
- ¿Qué estás haciendo
aquí? ¡Esta es mi casa!
- rugió la Leona, feroz.
Al oír esto, la Loba,
que era un animal que
sabía defenderse ante el
peligro, respondió:
- Le pido disculpas,
doña Leona, ¡pero no
sabía que esta cueva ya
estaba ocupada! – Y
comenzó a llorar,
lamentándose.
- ¡Caí en una trampa y
perdí a mi manada! Estoy
cansada de tanto caminar
y espero a mis cachorros
que están por nacer. ¡Es
la época en que
comienzan las lluvias y
no tengo casa, ni sé a
dónde ir!
¡Necesito encontrar un
lugar para quedarme! ...
Entonces, dejó de hablar
y aulló, mirando hacia
lo alto:
|
|
- ¡Ah! ¡Qué tristeza!
Vea doña Leona, va a
llover y luego todo
estará mojado aquí en el
bosque.
¿Qué voy a hacer?... |
La Leona, cuyos
cachorros aún eran
pequeños, los miró,
luego a la Loba, y
recordó lo difícil que
había sido encontrar esa
cueva.
Entonces, llena de
piedad, le dijo:
- Está bien, doña Loba.
Puede quedarse, pero no
me moleste. La cueva es
grande y cada una estará
en la esquina. Así no
estaremos incómodas. ¿Le
parece bien?
Muy feliz, la Loba
respondió:
- Me parece bien. Le
estoy muy agradecida,
doña Leona. Usted es
realmente muy generosa.
Me quedaré en cualquier
esquina, a fin de tener
a mis hijos en paz.
Resuelta esta cuestión,
la Loba se instaló. Así,
tanto la Leona como la
Loba trataron de vivir
bien, ya que tenían que
convivir bajo el mismo
techo.
Poco tiempo después, las
crías de Loba nacieron y
fueron recibidos con
alegría por la Leona,
que salió a buscar
alimento para Loba madre
y sus cinco crías. Al
llegar, distribuyó la
comida entre todos, y
quedaron satisfechos.
Pero la Loba, un animal
peligroso y lleno de
astucia, decidió que se
quedaría con la gruta
para ella y sus
cachorros solamente. Por
lo tanto, más
fortalecida por la
alimentación que la
Leona le traía, un día
ella decidió expulsar a
Leona. Y, a pesar de ser
más pequeña, era más
agresiva que la Leona, y
la botó de la cueva con
sus crías.
Sin tener a donde ir, la
Leona se quedó
preocupada, pues se
acercaba una tormenta y
el cielo estaba oscuro.
Entonces, se subió a un
árbol enorme con su
familia, se acomodó en
una rama grande,
abrigándose debajo del
ramaje, y ahí se quedó
allí, manteniendo a sus
pequeños bajo su cuerpo.
Pronto la tormenta cayó.
Los rayos y truenos
asustaban a las crías,
que temblaban,
acurrucados bajo el
cuerpo de la mamá Leona.
Unas horas más tarde,
cuando la tormenta había
pasado y el sol aparecía
entre las nubes, la
Leona descendió el árbol
con sus crías, ahora
alegres y juguetones.
|
|
Caminando por el bosque,
la Leona y sus pequeños
se acercaron a la cueva
donde vivían antes y un
monito que pasaba, al
verla, le preguntó:
- Doña Leona, ¿usted
sabe lo que pasó con la
Loba y sus cachorros,
que vivían en aquella
cueva gracias a su
bondad?
- No, monito. ¡No sé!
- Bueno, doña Leona. ¡La
cueva fue inundada por
la lluvia y ellos
tuvieron que salir de
allí rápidamente para no
morir ahogados!
La Leona agradeció la
información al monito,
considerando:
- Entonces, ¡la Loba me
hizo un favor! Porque si
yo hubiera estado allí,
tal vez hubiese muerto
junto con mis crías.
Lo siento por ella y su
familia.
Así, la Leona reunió a
sus cachorros pensando
que habían escapado a
tiempo. La Loba quería
hacerle daño y, en
realidad, se perjudicó a
sí misma y a su familia.
Y murmuró en voz baja:
- Mi acto de bondad fue
bueno porque nos salvó
la vida. ¡Que el Señor
ampare a la Loba y sus
cachorros donde quiera
que estén! Y que ella
aprenda esta lección.
MEIMEI
(Recibida por Célia X.
de Camargo, el
12/10/2015.)
|