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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 442 - 29 de Noviembre de 2015 

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

La leona y la cueva
 

  

Cierta vez, una leona estaba buscando un lugar para establecerse con sus crías, que nacerían en cualquier momento. Encontró una cueva desocupada y se instaló allí.
 

Pronto nacieron sus bellas crías, y ella los limpiaba con su lengua, feliz por la familia que tenía ahora. Y entonces empezaron a mamar, sacando de las tetas de la madre lo necesario para su sustento.

Y en esa cueva, todo era alegría.

Un día, la Leona salió a dar un paseo con sus dos cachorros, más grandes y más expertos en buscar comida y, al regresar a la cueva, encontró a otra familia instalada: era una Loba.

Llena de indignación, la Leona comenzó a rugir, amenazante, acompañada de sus cachorros que iniciaron sus intentos de llamar la atención de los demás animales, al ver la reacción de su madre, entendiendo que se trataba de un enemigo.

- ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Esta es mi casa! - rugió la Leona, feroz.

Al oír esto, la Loba, que era un animal que sabía defenderse ante el peligro, respondió:

- Le pido disculpas, doña Leona, ¡pero no sabía que esta cueva ya estaba ocupada! – Y comenzó a llorar, lamentándose.
 

- ¡Caí en una trampa y perdí a mi manada! Estoy cansada de tanto caminar y espero a mis cachorros que están por nacer. ¡Es la época en que comienzan las lluvias y no tengo casa, ni sé a dónde ir! ¡Necesito encontrar un lugar para quedarme! ...

Entonces, dejó de hablar y aulló, mirando hacia lo alto:
 

- ¡Ah! ¡Qué tristeza! Vea doña Leona, va a llover y luego todo estará mojado aquí en el bosque. ¿Qué voy a hacer?...

La Leona, cuyos cachorros aún eran pequeños, los miró, luego a la Loba, y recordó lo difícil que había sido encontrar esa cueva. Entonces, llena de piedad, le dijo:

- Está bien, doña Loba. Puede quedarse, pero no me moleste. La cueva es grande y cada una estará en la esquina. Así no estaremos incómodas. ¿Le parece bien?

Muy feliz, la Loba respondió:

- Me parece bien. Le estoy muy agradecida, doña Leona. Usted es realmente muy generosa. Me quedaré en cualquier esquina, a fin de tener a mis hijos en paz.

Resuelta esta cuestión, la Loba se instaló. Así, tanto la Leona como la Loba trataron de vivir bien, ya que tenían que convivir bajo el mismo techo.

Poco tiempo después, las crías de Loba nacieron y fueron recibidos con alegría por la Leona, que salió a buscar alimento para Loba madre y sus cinco crías. Al llegar, distribuyó la comida entre todos, y quedaron satisfechos.

Pero la Loba, un animal peligroso y lleno de astucia, decidió que se quedaría con la gruta para ella y sus cachorros solamente. Por lo tanto, más fortalecida por la alimentación que la Leona le traía, un día ella decidió expulsar a Leona. Y, a pesar de ser más pequeña, era más agresiva que la Leona, y la botó de la cueva con sus crías.

Sin tener a donde ir, la Leona se quedó preocupada, pues se acercaba una tormenta y el cielo estaba oscuro. Entonces, se subió a un árbol enorme con su familia, se acomodó en una rama grande, abrigándose debajo del ramaje, y ahí se quedó allí, manteniendo a sus pequeños bajo su cuerpo.
 

Pronto la tormenta cayó. Los rayos y truenos asustaban a las crías, que temblaban, acurrucados bajo el cuerpo de la mamá Leona.

Unas horas más tarde, cuando la tormenta había pasado y el sol aparecía entre las nubes, la Leona descendió el árbol con sus crías, ahora alegres y juguetones.

Caminando por el bosque, la Leona y sus pequeños se acercaron a la cueva donde vivían antes y un monito que pasaba, al verla, le preguntó:

- Doña Leona, ¿usted sabe lo que pasó con la Loba y sus cachorros, que vivían en aquella cueva gracias a su bondad?

- No, monito. ¡No sé!

- Bueno, doña Leona. ¡La cueva fue inundada por la lluvia y ellos tuvieron que salir de allí rápidamente para no morir ahogados!

La Leona agradeció la información al monito, considerando:

- Entonces, ¡la Loba me hizo un favor! Porque si yo hubiera estado allí, tal vez hubiese muerto junto con mis crías. Lo siento por ella y su familia.

Así, la Leona reunió a sus cachorros pensando que habían escapado a tiempo. La Loba quería hacerle daño y, en realidad, se perjudicó a sí misma y a su familia. Y murmuró en voz baja:

- Mi acto de bondad fue bueno porque nos salvó la vida. ¡Que el Señor ampare a la Loba y sus cachorros donde quiera que estén! Y que ella aprenda esta lección.

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 12/10/2015.)


 

                                                                                   



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