Se acercaba la Navidad.
Roger, de ocho años de
edad, sentía una inmensa
alegría al pensar en las
festividades de fin de
año.
Pasaba horas pensando
qué pedir como regalo de
Navidad.
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Pero las posibilidades
eran tan grandes, había
tantas ofertas en las
tiendas, que Roger no
podía decidirse. De
hecho, le gustaría tener
todos los juguetes que
veía en las vitrinas,
mientras tocaban
villancicos.
En casa, Roger le
preguntó a su mamá:
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- Mamá, ¿cuántos
juguetes me traerá Papá
Noel en Navidad?
- ¿No estarías contento
con un regalo, hijo mío?
- la madre sonrió y
respondió con otra
pregunta.
- ¡Ah, sí lo estaría,
mamá! ¡Pero me gustaría
tener por lo menos tres
que vi en las vitrinas!
La mamá miró al niño, y
pensando en los que son
pobres y que no reciben
nada, dijo:
- Hijo mío, José y
María, los padres de
Jesús, necesitando ir a
Belén y no encontrando
dónde hospedarse, se
quedaron en un establo.
Y esa misma noche nació
Jesús, teniendo por cuna
un pesebre, y por
compañeros los animales
de la creación. Sin
embargo, Él nos dio el
mayor ejemplo de amor a
través de las lecciones
que nos dejó hace dos
mil años, y cuyo
cumpleaños celebramos en
Navidad.
Roger, que escuchaba las
palabras de su madre,
pensativo, respondió:
- ¡Pero eran otros
tiempos, mamá! ¡Hoy en
día, si Jesús viniera al
mundo, sin duda María
iría a un hospital y
nacería como cualquier
niño!
La madre respiró
profundamente, y luego
añadió:
- Roger, sólo que hoy en
día, a pesar de los
logros de la sociedad y
de las comodidades que
disfrutamos, el ejemplo
de Jesús sigue
enseñándonos que la
humildad y el amor deben
ser ejercitados por
todos nosotros, no
mostrándonos superiores
a los que no tienen
nada. Ponte en el lugar
de los niños que nacen
en un hogar pobre, sin
poder recibir nada en
Navidad, y que miran con
envidia a los niños que
recibieron hermosos
regalos.
¿Cómo te sentirías?
Roger pensó un poco y,
entendiendo la pregunta
de su mamá, respondió
que estaría muy triste,
y la mamita concluyó:
- Entonces, hijo mío,
agradece a Dios por
haber nacido en un hogar
donde lo tienes todo.
El muchacho, conmovido
por las palabras de su
mamá, se fue a su
habitación y se quedó
allí, pensativo. Al día
siguiente, después de
reflexionar mucho, Roger
se despertó con otra
disposición.
Se sentó a desayunar,
tomó el vaso de leche
con chocolate que su
mamá había preparado con
amor y que a él le
encantaba, el pan con la
mantequilla, y sonrió.
¡Tenía hambre! El día
anterior, se había ido a
dormir sin comer na-
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da, preocupado
por el regalo
que recibiría en
Navidad. Ahora,
al sentir hambre
recordó cuántos
niños estarían
en ese mismo
momento
sintiendo
también mucha
hambre y se puso
triste. |
- ¡Come rápido, hijo
mío, para ir a jugar con
tus amigos!
Pero el muchacho,
pensativo, contestó:
- ¡No puedo, mamá! ¡Solo
pienso en esos niños que
no tienen nada que
comer!
La mamita movió la
cabeza, estando de
acuerdo:
- Es verdad, hijo. Son
muchos los niños que no
tienen con qué
alimentarse y salen a
las calles pidiendo. Por
eso, siempre que llaman
a nuestra puerta, les
doy lo que tengo.
En ese momento, Roger
sonrió y sus ojos se
iluminaron:
- ¡Mamá! ¿Podemos hacer
una fiesta para ellos y
sus familias en Navidad?
- ¡Por supuesto, hijo
mío! Sí podemos. ¡Será
genial! – respondió la
mamá, emocionada.
Entonces, madre e hijo
comenzaron a hacer
planes, decidiendo que
harían un almuerzo,
comprarían dulces y
regalos para cada niño
que llegase.
Felices con esta fiesta
que planeaban, hablaron
con los vecinos, amigos,
compañeros de la
escuela, y todos estaban
contentos con la
oportunidad de
colaborar. Algunas
madres iban a preparanr
el almuerzo, otros
harían los postres y
jugos, y otras pedirían
los dulces y regalos.
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Fijaron la fiesta para
la víspera de Navidad.
Todo estaba listo: el
árbol de Navidad lleno
de adornos, las luces de
colores encendidas y los
regalos envueltos bajo
el árbol.
Los invitados fueron
llegando. Tímidos, al
principio, luego más
animados, muchos también
querían ayudar a servir.
Sentados todos a la
mesa, colaboradores e
invitados, Roger se
acordó de hacer una
oración.
Se subió a una silla y
pidiendo la atención de
todos, dijo:
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- Como hoy celebramos el
nacimiento de Jesús,
vamos a hacer una
oración a Él,
¡agradeciendo por estar
juntos y con tantas
cosas buenas!
Y Roger comenzó a orar:
"Jesús Amigo, te damos
gracias por estar aquí
todos juntos y felices,
celebrando tu
cumpleaños. Bendícenos a
todos nosotros y a
nuestras familias, y a
todos en esta ciudad. ¡Y
que tu cumpleaños sea
cada vez mejor para
todas las personas, no
sólo por la comida, los
dulces y los regalos,
sino para que siempre
seamos amigos! ¡Y que
cada año, aumente el
número de nuestros
amigos!
¡Gracias, Jesús! ¡FELIZ
NAVIDAD a todos!"...
Los presentes estaban
emocionados por la
oración de Roger, y al
ver tanto cariño en sus
palabras, se dieron
cuenta que ¡todos ahí se
había vuelto realmente
amigos!
Y después de aquella
Navidad, los que
participaron nunca más
serían los mismos.
NAVIDAD, para ellos,
realmente se convirtió
en ¡la FIESTA DE JESÚS!
MEIMEI
(Recibida por Célia X.
de Camargo, el
30/11/2015.)
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