Fabio era un joven que
se sentía desanimado de
la vida. Nada le salía
bien. Deseaba estudiar,
pero no se sentía en
condiciones para
inscribirse en un curso
que le enseñara a
trabajar en alguna
actividad profesional. A
pesar de ese deseo,
vivía sin ánimo para
buscar ayuda, dejando
pasar los días sin tomar
ninguna decisión.
En cierta ocasión, su
madre, que lo observaba
con escoba en la mano,
lo vio callado, perdido
en sus pensamientos.
Llena de compasión le
preguntó:
- Hijo mío, ¿que te pasa?
Siempre estás callado,
desanimado, sin energía
para hacer algo para
cambiar de vida. Eres
joven, tienes buena
salud, inteligencia,
pero no aprovechas lo
que Dios te ha dado.
El chico suspiró
desanimado y, con
lágrimas en los ojos,
respondió: |
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- ¡Ah, mamá! ¡Si
supieras cuánto sufro! ¡Necesito
trabajar y no puedo! ¡Nadie
me da trabajo, por muy
sencillo que sea! ¡¿Cómo
cambiar esta situación?!
...
La madre movió la cabeza,
después se sentó junto a
él y le dijo:
- Tienes que cambiar de
actitud, Fabio. Si
realmente quieres
trabajar, el trabajo no
vendrá a nuestra casa. ¡Tú
tienes que buscarlo!
- Pero no tengo ánimo,
mamá – respondió él,
justificándose.
- Pues trata de cambiar
eso. En la vida todo
depende de nosotros
mismos. ¿Qué piensas
cuando estás callado?
- Nada.
- ¿Por qué no buscas
algo para hacer? ¡Aquí,
en casa tengo trabajo
todo el día! ¡Haz algo
bueno y útil! Comienza
recogiendo las hojas que
caen de los árboles en
el jardín, por ejemplo.
¡Estaría muy agradecida!
- No me gusta hacer ese
trabajo, mamá. ¡Quiero
un trabajo de verdad!
- ¿Y qué consideras "un
trabajo de verdad"? –
preguntó la madre.
- El trabajo en una
oficina, una tienda, un
taller, un banco...
Llena de compasión por
la falta de carácter de
su hijo, la mamá
preguntó:
- Y tú piensas que en
una oficina, cuando haga
falta, ¿no tendrás que
barrer el piso? En un
taller, ¿no tendrás que
lavar repuestos? En una
tienda, ¿no tendrás que
usar la cabeza para
vender productos?
- Lo sé, mamá. Pero
cuando empiece a
trabajar, ¡haré todo eso!
La madre pensó un poco y
respondió con sinceridad:
- La verdad, Fabio,
sucede que tú no usas
nada de los tesoros que
Dios te dio: vives con
la cabeza desocupada, no
te gusta estudiar, no
utilizas tus manos a
menos que sea para
vestirte, comer y beber;
no aprovechas el tiempo
y estás siempre
pesimista. ¡¿Crees que
vas a cambiar de
repente?!... Hijo mío,
eres muy comodón:
quieres que todo venga
de lo Alto sin ningún
esfuerzo de tu parte.
- ¡Qué horrible, mamá! ¿Eso
es lo que piensa de mí?
- Eso es lo que tú me
muestras a mí y a todas
las personas, hijo.
El joven inclinó la
cabeza y empezó a llorar.
La madrecita se acercó
más, lo abrazó con
cariño y le explicó:
- Hijo mío, para que
consigas lo que quieres,
tienes que esforzarte,
buscar un trabajo. ¡Nadie
vendrá a nuestra casa a
ofrecértelo!
Como él seguía con la
cabeza baja, su madre
continuó:
- Además, no tienes el
hábito de la oración,
Fabio.
Y cogiendo un libro, lo
abrió en una página en
particular y le ordenó:
- ¡Lee!
Fabio tomó el libro y
miró el nombre: El
Evangelio según el
Espiritismo. Entonces
comenzó a leer:
"Pedid, y se os dará;
buscad y hallaréis;
llamad y la puerta y se
os abrirá; porque el que
pide, recibirá y el que
busca, hallará y a aquél
que llamé a la puerta,
se le abrirá”.
Interesado, continuó
leyendo:
"¿Qué hombre entre
vosotros da una piedra
al hijo que le pide pan?
¿O si le pide un
pescado, le dará una
serpiente? Pero si,
siendo malos como sois,
sabéis dar buenas cosas
a vuestros hijos, ¿no es
lógico que, con más
razón, vuestro Padre que
está en los cielos os dé
los verdaderos bienes a
los que le pidan? " 1
Después de la lectura,
Fabio tenía los ojos
llenos de lágrimas.
Luego se volvió hacia su
madre:
- ¿Quieres decir que, si
yo pido, Dios me dará lo
que quiero?
- Sí, hijo mío. Solo que
no basta con pedir.
Tienes que buscar para
hallar lo que quieres. Y
llamar a la puerta, que
significa nuestro
esfuerzo para lograr lo
que queremos. ¿Entiendes?
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Fabio mostró que había
entendido y, más
emocionado, dijo:
- Ahora entiendo el
valor de la oración,
mamá. Pero también el
valor de buscar aquello
que queremos y buscar la
manera de encontrarlo.
Desde ese día, Fabio se
levantaba temprano,
ayudaba a su madre en el
servicio doméstico,
luego salía a hacer un
curso rápido de práctica
de oficina. Con el
correr de los días,
terminó el curso y,
finalmente, solicitó una
vacante en varias
oficinas.
En pocos días consiguió
lo que quería y se
desempeñó tan bien sus
actividades, mostrándose
muy dispuesto a ayudar a
los demás, que se
convirtió en el empleado
elegido para impartir el
Curso para
Principiantes.
Y cada vez que empezaba
un nuevo curso, abría el
Evangelio en esa página,
leía el texto a
|
los
estudiantes y luego
comenzaba contando su
propia historia y cómo
había conseguido vencer,
con la ayuda de Jesús. |
MEIMEI
(Recibido por Célia X.
de Camargo, el
7/09/2015.)
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