Sobre
las
diferentes
aptitudes
de los
seres
humanos,
los
Espíritus
fueron
claros
en la
Codificación.
A La
indagación
de Allan
Kardec
sobre
las
razones
de las
desigualdades
de esas
aptitudes,
ellos
respondieron
que
“Dios
creó a
todos
los
Espíritus
iguales,
pero
cada uno
de ellos
tiene
mayor o
más
pequeña
vivencia
y, así
pues,
mayor o
más
pequeña
experiencia.
La
diferencia
está en
el grado
de su
experiencia
y de su
voluntad,
que es
el
libre-albedrío:
de ahí,
unos se
perfeccionan
más
rápidamente
y eso
les da
aptitudes
diversas.
La
variedad
de las
aptitudes
es
necesaria,
a fin de
que cada
uno
pueda
concursar
a los
objetivos
de la
Providencia
en el
límite
del
desarrollo
de sus
fuerzas
físicas
e
intelectuales:
lo que
uno no
hace,
otro
hace. Es
así que,
cada uno
tiene un
papel
útil
(...)”.(1)
Ahora,
la
respuesta
arriba
sondea
varios
desdoblamientos.
La
propia
indicación
de mayor
o más
pequeña
vivencia,
de menos
o más
experiencia,
que
naturalmente
va a
determinar
el grado
de
voluntad
y
libertad,
abre
inmensos
espacios
de
actuación
material
y moral.
Sí,
porque
cada uno
de
nosotros
sólo
podrá
actuar
con
desenvoltura
en el
área que
conoce,
en que
tiene
experiencia,
que
domina
por
vivencia
anterior,
no
necesariamente
de
existencia
pasada.
Eso
también
lleva a
reflejar
que no
se está
impedido
de
iniciar
un campo
nuevo de
actuación,
cuya
constancia
y
perseverancia
también
llevará
las
nuevas
experiencias
y
acumulo
de otras
vivencias,
igualmente
útiles
en todo
el
proceso
evolutivo.
En la
misma
respuesta
igualmente
hay la
indicación
del
perfeccionamiento
más
rápido
(que
genera
nuevas y
constantes
aptitudes,
en las
diversas
áreas) o
mas
lento, a
depender
del
esfuerzo
despendido
y del
movimiento
de la
voluntad
en ese
objetivo.
Lo que
causa
los
conflictos
Sin
embargo,
los
Espíritus
son muy
claros.
Como
enseñan,
“la
variedad
de las
aptitudes
es
necesaria”.
Cada uno
traerá
su cuota
de
contribución,
cada
experiencia
será
utilizada,
cada
fuerza
física o
intelectual
concursará
para el
bien
colectivo
y todos
tienen
un papel
a
desempeñar,
siempre
útil en
el
conjunto
general,
siempre
bien de
acuerdo
con la
Voluntad
Divina,
útil y
sabia.
Lo
interesante,
sin
embargo,
es que
no
siempre
las
diferencias
– que
deben
concursar
para un
objetivo
útil,
como
bien es
indicado
en El
Libro de
los
Espíritus
(1) –
consiguen
establecer
hilos de
armonía.
Muchas
veces
las
diferencias
individuales
son
causantes
de
conflictos,
fruto,
es
obvio,
de la
influencia
del
orgullo
y del
egoísmo
que aún
dominan
la
condición
humana.
Allan
Kardec,
sin
embargo,
trae la
lucidez
de su
pensamiento
en dos –
entre
tantas
en el
mismo
sentido
– que
transcribimos
parcialmente
a los
lectores:
a) “Si
un grupo
quiere
estar en
condiciones
de orden,
de
tranquilidad
y de
estabilidad,
es
preciso
que en
él reine
un
sentimiento
fraternal.
Todo
grupo o
sociedad
que se
forma
sin
tener la
caridad
efectiva
por
base, no
tiene
vitalidad;
mientras
que
aquellos
que
serán
fundados
según el
verdadero
espíritu
de la
Doctrina,
se
mirarán
como
miembros
de una
misma
familia,
que, no
pudiendo
todos
habitar
bajo el
mismo
techo,
viven en
lugares
diferentes.”.
La
observación
está
dirigida
a los
grupos
espíritas
(en
respuesta
a
requerimiento
de los
espíritas
de Lyon,
por
ocasión
del Año
Nuevo) y
consta
de la
Revista
Espírita
de
febrero
de 1862
(2),
pero
vale
para
cualquier
agrupación.
Donde
hay el
sentimiento
de
tolerancia
y
benevolencia
estarán
presentes
el orden,
la
tranquilidad,
la
estabilidad.
La
fraternidad
y su
importancia
De la
misma
forma,
en el
ejemplar
de
diciembre
de
1868(2),
página
392, en
la
Constitución
Transitoria
del
Espiritismo
(ítem IX
–
Conclusión),
Kardec
vuelve a
afirmar:
b)
“(...)
pero
pretender
que el
Espiritismo
sea por
todas
partes
organizado
de la
misma
manera;
que los
espíritas
del
mundo
entero
estén
sujetos
a un
régimen
uniforme,
a una
misma
manera
de
proceder,
que
deban
esperar
la luz
de un
punto
fijo
para el
cual
deberán
fijar
sus
miras,
sería
una
utopía
tan
absurda
como
pretender
que
todos
los
pueblos
de la
Tierra
no
formen
un día
sino una
única
nación,
gobernada
por un
único
jefe,
regida
por el
mismo
código
de leyes,
y
sujetos
a los
mismos
usos. Si
hay
leyes
generales
que
pueden
ser
comunes
a todos
los
pueblos,
esas
leyes
serán
siempre,
en los
detalles,
en la
aplicación
y en la
forma,
apropiadas
a las
costumbres,
a los
caracteres,
a los
climas
de cada
uno. Así
lo será
con el
Espiritismo
organizado.
Los
espíritas
del
mundo
entero
tendrán
principios
comunes
que los
conectarán
a la
gran
familia
por el
lazo
sagrado
de la
fraternidad,
pero
cuya
aplicación
podrá
variar
según
las
regiones,
sin, por
esto,
que la
unidad
fundamental
sea
rota,
sin
formar
sectas
disidentes
tirándose
piedras
y el
anatema,
lo que
sería
antiespírita
(...)”.
Ahora,
es esa
la
cuestión
de las
diferencias
en las
relaciones,
en la
convivencia.
Hay
diferencias,
obvio,
hasta
por
cuestión
de
comprensión
en los
diferentes
estadios
en que
también
nos
encontramos,
los
adeptos
del
Espiritismo.
Esto,
sin
embargo,
no
elimina
la
fraternidad
que debe
reinar
para
construcción
de la
paz en
el
planeta
y en la
intimidad
individual.
¿Sin
fraternidad,
qué
vemos?
Bien a
propósito,
como
destaca
el
mensaje
Fundamentos
del
orden
social
(3):
“(...)
La
fraternidad
pura es
un
perfume
de lo
Alto, es
una
emanación
del
infinito,
un átomo
de la
inteligencia
celeste;
la base
de las
instituciones
morales,
y el
único
medio de
elevar
un
estado
social
que
pueda
subsistir
y
producir
efectos
dignos
de la
gran
causa
por la
cual
combatís.
Sed,
pues,
hermanos,
si
quisierais
que el
germen
depositado
entre
vosotros
se
desarrolle
y se
haga el
árbol
que
buscáis.
La unión
es la
fuerza
soberana
que
desciende
sobre la
Tierra;
la
fraternidad
es la
simpatía
en la
unión.
(...) Es
preciso
estéis
unidos
para ser
fuertes,
y es
preciso
ser
fuerte
para
fundar
una
institución
que no
repose
sino
sobre la
verdad
tomada
tan
conmovedora
y tan
admirable,
tan
simple y
tan
sublime.
Fuerzas
divididas
se
aniquilan;
reunidas
ellas
son
tantas
veces
más
fuertes.
(...)”.
Y
concluye
con
sabiduría:
“(...) ¿Sin
la
fraternidad,
que veis?
El
egoísmo,
la
ambición.
Cada uno
en su
objetivo;
cada uno
lo
persigue
de su
lado;
cada uno
camina a
su
manera,
y todos
son
fatalmente
arrastrados
en el
abismo
donde
son
tragados,
tras
tantos
siglos,
todos
los
esfuerzos
humanos.
Con la
unión,
no hay
más que
un único
blanco,
porque
no hay
más que
un único
pensamiento,
un único
deseo,
un único
corazón.
Os unís,
pues,
mis
amigos;
es lo
que os
repite
la voz
incesante
de
nuestro
mundo;
os unís,
y
llegaréis
mucho
más
deprisa
a
vuestro
blanco
(...)”.
Lo que
uno no
hace,
otro
hace
¿Y cuál
sería el
blanco,
para
nosotros
que
profesamos
el
Espiritismo?
Permitidnos
reproducir
la
claridad
de la
respuesta
con que
iniciamos
el
presente
comentario:
La
variedad
de las
aptitudes
es
necesaria,
a fin de
cada uno
pueda
concursar
a los
objetivos
de la
Providencia
en el
límite
del
desarrollo
de sus
fuerzas
físicas
e
intelectuales:
lo que
uno no
hace,
otro
hace. Es
así que,
cada uno
tiene un
papel
útil
(...)”.
(1)
Concentremos
atención
al final
de la
frase:
lo que
uno no
hace,
otro
hace. Es
así que
cada uno
tiene un
papel
útil
(...).
Comprendiendo
este
esclarecimiento
vital,
desaparecen
las
diferencias
y la
convivencia
toma su
verdadero
rumbo:
el de la
fraternidad.
(Las
negritas
son
nuestras.)
Notas:
(1)
Questão
804 de O
Livro
dos
Espíritos,
8ª
edição
IDE-Araras-SP,
out/79,
tradução
de
Salvador
Gentile.
(2)
Edição
IDE-Araras-SP,
nov./92,
tradução
Salvador
Gentile.
(3)
Mensagem
obtida
em
reunião
presidida
por
Allan
Kardec,
ditada
pelo
Espírito
Léon de
Muriane,
e
publicada
na
edição
de
novembro
de 1862
da
Revista
Espírita
(edição
IDE-Araras-SP,
tradução
Salvador
Gentile,
páginas
345 e
346).
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