No es
raro
oigamos
de
oradores
y
expositores
espíritas
que
Kardec
es el
autor de
esa
célebre
frase.
Intentamos
descubrir
con
algunos
de ellos
cuál
sería la
fuente
donde se
basaron
para
pasar
esa
información
al
público,
pero
nunca
logramos
éxito.
Entonces,
el
recurso
fue
hagamos
una
minuciosa
investigación
en todas
las
obras
del
Codificador
para ver
si en
ellas
encontrábamos
algo;
sin
embargo,
nada
encontramos
sobre el
asunto.
Y ya no
teníamos
esperanza
de que
un día
fuéramos
a
desvelar
eso.
Bien
dijo
Jesús
que “no
hay nada
escondido
que no
venga a
ser
revelado,
y no
existe
nada de
oculto
que no
venga a
ser
conocido”
(Mt
10,26;
Lc
12,2),
pues hoy
la luz
se hizo
y
acabamos
encontrando
una obra
que
habla de
esa
frase.
Se trata
del
libro
Allan
Kardec:
el
educador
y el
codificador,
de
Zêus
Wantuil
y
Francisco
Thiesen,
una
publicación
de la
Federación
Espírita
Brasileña.
Como
creemos
que lo
que
consta
de esa
obra
puede,
ciertamente,
esclarecer
el
asunto
y,
consecuentemente,
apuntar
su
origen,
resolvemos
para
bien
transcribir
el
siguiente
trecho:
En el
borde
frontal
de la
piedra
que,
pesando
seis
toneladas,
sirve de
techo,
se halla
grabada
la
máxima
que
resume
la
doctrina
kardecista,
de
justicia
y
progreso:
NAÎTRE,
MOURIR,
RENAÎTRE
ENCORE
ET
PROGRESSER
SANS
CESSE
TELLE
EST LA
LOI
Esta
inscripción
faltaba
a la
época de
la
inauguración,
habiendo
sido
esculpida
aún en
1870(39).
Jean
Vartier,
que
parcialmente
hizo la
biografía
de
Kardec(40),
escribe
que ella
fue
calcada
en el
capítulo
IX de la
primera
parte de
la obra
“Die
Wahlverwandstschaften”.
Vartier
se basó
en la
traducción
francesa
de
Camille
Selden,
pseudónimo
de Elise
Krinitz,
publicada
en
París,
s. d.,
con
prefacio
fechado
de enero
de 1872.
De
hecho,
en la
referida
traducción
- “Les
affinités
électives”
-, la
página
78, hay
referencia
a una
casa
cuyos
fundamentos
serían
entonces
lanzados.
En la
solemnidad,
un
albañil
(maçon),
con el
martillo
en una
de las
manos y
la
cuchara
en la
otra,
buscó en
un
pequeño
discurso
decir
que el
edificio
a ser
levantado
sería un
día
destruido,
añadiendo:
“Naître
pour
mourir,
mourir
pour
renaître,
telle
est la
loi
universelle.
Les
hommes y
sont
soumis,
a la
bien
plus
fuerte
raison
leurs
travaux”.
El Sr.
Vartier,
con
aquel su
apresurado
y
mordiente
espíritu
crítico,
debería
haber
estudiado
más a
fondo el
asunto.
Descubriría,
entonces,
que en
el
original
alemán
no hay
aquella
frase,
tal como
está en
francés;
que la
traducción
francesa,
hecha
con
cierta
libertad
por C.
Selden,
fuera
publicada
posteriormente
en enero
de 1872,
más de
un año
después
de haber
sido
grabada
la
máxima
en
cuestión
en el
dolmen
de
Kardec;
que,
había
plagio
(como el
Sr.
Vartier
quiso
insinuar),
él
partió
del
traductor.
No
creemos,
sin
embargo,
en un
plagio
de
quienquiera
que sea.
La
frase en
sí
andaba
en el
aire, no
es de
Kardec,
como
pretenden
algunos,
y puede
ser
encontrada,
con
algunas
variantes,
en citas
bien
anteriores
a la
desencarnación
de
Kardec,
como,
por
ejemplo,
en la
obra
“Clê de
la Víe”,
de Louis
Michel,
organizada
por C.
Sardou y
L.
Pradel,
editores,
Rue du
Hassard,
9,
París,
fechada
el 1º de
agosto
de 1857,
p. 570:
“Saturées
de
l'aimant
divin,
de
l'amour
divin,
des
provisions
divines
de toute
nature,
les âmes
solaires,
par cet
aimant,
par cel
amour,
par tous
ces
divers
agents
cêlestes.
font
naître,
vivre,
circuler,
évolutionner,
mûrir,
se
transformer,
monter
au
chemin
ascendant,
leurs
soleils
et leurs
planètes,
et, par
les âmes
de ces
dernières,
font
jouir
des
mêmes
avantages
la plus
obscure
image de
Dieu
elle-même,
l'homme,
restê,
encore,
en
dehors
de
l'unité;
dès
qu'il
consent
à s'y
prêter
un peu”.
En un
discurso
pronunciado
en
presencia
de
Kardec,
el día
14 de
octubre
de 1861,
en la
Reunión
General
de los
Espíritas
de
Bordéus,
el Sr.
Sabó
dijo
textualmente:
“...pour
aller à
lui, il
faut
naître,
mourir
et
renaître
jusqu'à
ce qu'on
soit
arrivé
aux
limites
de la
perfection...”
(“Revue
Spirite",
1861, p.
331.)
Veamos
también
estas
dos
frases:
"Tout,
tout,
dan
cette
grande
unité de
la
création,
existe,
naît,
vit,
fonctionne
et meurt
et
renaît
pour
l'harmonie
universelle".
“(...)
il faut
naître,
mourir
et
renaître
jusqu'à
ce que
l'on
soit
parvenu
aux
limites
de la
perfecion”.
Estonces
ellas en
“Les
Quatre
Évangiles”,
J. B.
Roustaing,
Tome
Premier,
París,
Librairie
Centrale,
24,
Boulevard
des
Italiens,
1866, a
las
páginas
191 y
227,
respectivamente.
Notemos
que la
frase es
substancialmente
la
misma,
bajo
varias
formas,
siempre,
sin
embargo,
con el
mismo
sentido,
en 1857,
1861,
1866 y
finalmente
en 1870,
cuando
fue
esculpida
en el
frontispicio
del
dolmen
de
Kardec,
en tres
líneas:
NAÎTRE,
MOURIR,
RENAÎTRE
ENCORE
ET
PROGRESSER
SANS
CESSE
TELLE
EST LA
LOI
¿Habrá
sido por
todo eso
que el
Espíritu
Emmanuel
la
atribuye
no a un
ser
humano
en
particular,
pero sí
al
Espiritismo?
En
efecto,
dice él,
en la
página
titulada
“Problema
con
nosotros”,
incluida
en el
libro
“Justicia
Divina”
(F. C.
Xavier,
3ª
edición
FEB,
1974, p.
84):
“Y
el
Espiritismo
acentúa:
“Nacer,
vivir,
morir,
renacer
de nuevo
y
progresar
continuamente,
tal es
la ley”.
(las
cursivas
son
nuestros
[de los
autores]).
______
(39)
“Discours
prononcés
pour
l'anniversaire
de la
mort de
Allan
Kardec.
Inauguration
du
monument”,
París, a
la la
Librairie
Spirite,
1870,
pp. 7/8.
En este
opúsculo
fue
anexionada
una
estampa
(vue)
del
dolmen
de
Kardec,
“ejecutada
(executée)
con el
mayor
cuidado
y de más
rigurosa
exactitud
por el
Sr.
Pégard,
gravador,
conforme
un
dibujo
hecho
por el
Sr.
Sebille"
(pp. 11
y 12).
Pégard,
grabador
en
madera,
de la
Escuela
francesa,
hizo los
grabados
del "Dictionnaire
d'architccture"
de
Viollet-le-Duc
y las de
la
“Histoire
populaire,
anecdotique
et
pittoresque
de
Napoléon”.
(Apud Y.
Bénézit:
“Dictionnaire
des
Peintres,
Sculpteurs,
Dessinateurs
et
Graveurs”,
nouvelle
édition,
tome
sixième,
Librairie
Gründ,
1996, p.
571.)
(WANTUIL,
Z. y
THIESEN,
F.
Allan
Kardec:
el
educador
y el
codificador.
Vol. II.
Rio de
Janeiro:
FEB,
2004, p.
285-288,
cursiva
nuestra).
Vamos,
por
oportuno
y
atendiendo
a la
solicitud
de un
amigo, a
transcribir
la
traducción
de las
frases
en
francés,
constantes
de la
Revue
Spirite
y Les
Quatre
Évangiles,
por
orden:
[…]
para ir
a él, es
necesario
nacer,
morir y
renacer
hasta
que se
haya
llegado
a los
límites
de la
perfección,
[…]
(KARDEC,
A.
Revista
Espírita
1861.
Hubiste
Arado,
SP: IDE,
1993, p.
331).
Todo,
todo, en
la gran
unidad
de la
Creación,
nace,
existe,
vive,
funciona,
muere y
renace
para la
armonía
del
Universo,
[…] (ROUSTAING,
J. B.
Los
cuatro
evangelios
–
revelación
de la
revelación.
Vol.
1.
Río de
Janeiro:
FEB,
s/d., p.
323).
[…]
para
llegar a
él,
tendría
el
hombre
que
nacer,
morir y
renacer
hasta
alcanzar
los
límites
de la
perfección.
[…] (ROUSTAING,
J. B.
Los
cuatro
evangelios
–
revelación
de la
revelación.
Vol. 1.
Rio de
Janeiro:
FEB, s/d.,
p. 387).
Queda
bien
claro,
por lo
tanto,
que la
frase no
es así
de
Kardec.
Sin
colocarnos
por
encima
de
nadie,
sinceramente,
esperamos
que, con
las
informaciones
aquí
presentadas,
podamos
haber
contribuido
para que
nuestros
oradores
y
expositores
tengan
una
mayor
aclaración
del
asunto.
Pensábamos
que el
asunto
ya había
acabado;
sin
embargo,
por
información
de una
amiga,
estudiosa
de la
Doctrina,
encontramos
algo
concreto
en Léon
Denis
(1846-1927),
en su
obra
El
problema
del ser,
del
destino
y del
dolor
(Río de
Janeiro:
FEB,
1989),
de donde
transcribimos:
“'Nacer,
morir,
renacer
y
progresar
siempre,
tal es
la ley',
dijo
Allan
Kardec”
(p. 272,
cursiva
nuestra),
sin, sin
embargo,
haber
citado
en cuál
obra del
codificador
él sacó
eso.
Reconocemos
que, de
hecho,
la frase
puede
muy bien
representar
el
pensamiento
de
Kardec,
pero,
por lo
que
vimos en
Wantuil
y
Thiesen,
no fue
dicha
por él.
La falta
de
información
de la
fuente
puede
llevarnos
a
repetir
algo que
la
persona
jamás
dijo,
como,
por
ejemplo,
es el
caso que
ocurre
con el
propio
Léon
Denis.
Le
atribuyen
la
frase:
“El alma
duerme
en la
piedra,
sueña en
el
vegetal,
se agita
en el
animal y
despierta
en el
hombre”.
Pero
Denis,
en su
obra
arriba
mencionada,
escribió:
“En
la
planta,
la
inteligencia
dormita;
en el
animal,
sueña;
sólo en
el
hombre
despierta”.
(p. 123,
negrita
nuestra),
lo que
convengamos
no es la
misma
cosa.
En razón
de eso,
no
dudamos
que Léon
Denis
también
haya
atribuido
a Kardec
la
frase,
por el
mismo
proceso
que
muchos
estudiosos
espíritas
andan
haciendo
con el
propio
Denis.
De
hecho,
contaba
él sólo
con
cerca de
5 años
en las
hileras
de la
Doctrina
de los
Espíritus,
cuando
la
muerte
de
Kardec,
o sea,
era aún
un
neófito.
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