Humberto de
Campos: el
hombre, el
escritor, el
amigo
En cada alma
late una
predilección; en
Humberto de
Campos, la
sabiduría con
las palabras.
Los
acontecimientos
le rindieron
muchas historias
para escribir,
empezando por la
del anacardo de
cuando era niño.
Y como todo niño
un día se
transforma en
hombre, surgió
el gran
escritor, el
gran cronista.
Humberto también
creó seudónimos;
el primer fue el
Consejero XX y,
por fuerza de
una
circunstancia,
surgió el
Hermano X.
Como cada alma
posee fases,
Humberto de
Campos también
las vivió. Tuvo
la fase de
escribir sin
casi lograr
mantener ni la
comida; después,
con cierto
cambio de
estrategia,
inició nueva
fase, con una
manera de
exponer
negativamente
sin mucho
pensar.
Para todo existe
apoyo, tanto
para el
progreso, como
para el retraso,
pero cuando la
evolución no es
la tónica,
tiende a
quedarse
demasiado
desgastante. Y
fue lo que
ocurrió con esta
fase: el dinero
y el
reconocimiento
vinieron, pero,
si éste es
ilusorio, no
rellena la
esencia del
alma.
Él se volvió
entonces para
sí; buscó algo
que le trajese
el propósito
para el corazón.
Empezó por la
forma de
mensajes más
amorosas y, a
partir de eso,
llevó aliento a
tantas personas
a través de sus
crónicas y
respuestas a las
cartas de los
lectores. Y
cuando nos
sentimos así es
porque, de
alguna manera,
estrechamos los
lazos con el
Creador, pues
Dios es amor y
representa el
más noble
sentimiento que
un ser es capaz
de experimentar.
Humberto, que se
quedara
parcialmente
ciego, sin que
ninguno de los
recursos por él
intentados fuese
capaz de le
restaurar la luz
en la vida
terrena, después
de su desencarne
comprendió la
verdadera
realidad y,
entonces, la luz
le surgió como
una ventana que
se abre en un
vasto campo en
una mañana de
primavera.
Cuando la verdad
visita el
corazón, la vida
pasa a tener
sentido, pues si
el alma no es de
esta esfera, el
sentido absoluto
sólo puede venir
de la verdad de
la enseñanza de
Jesús que decía:
“Mi reino no es
de este mundo”.
Y Humberto,
después de
breves tres
meses de su
desencarne,
volvió al
escenario del
mundo literario
a través del
médium Francisco
Cândido Xavier,
trayéndonos sus
crónicas del más
allá de la tumba
que mucho
sacudieron las
opiniones,
aunque su
definido
objetivo fuese
traer luz para
caminos mejores
a los aún
encarnados.
El espíritu
Humberto de
Campos, con
palabras
fraternas e
instructivas,
renovó a los
brasileños y a
los lectores
interesados que
la bondad es
fuerza
preponderante
para la
evolución, que
la humildad y la
honestidad
dignifican la
patria terrena y
la espiritual,
que la fe y la
determinación en
la nueva vida
deben estar
presentes tanto
en tiempos
felices cuanto
en los difíciles
días, que el
desánimo y la
descreencia
jamás deben ser
capítulos gris
en las páginas
del libro de
nuestra
historia, que la
luz del Maestro
Jesús ilumina la
carretera del
progreso y que
“Brasil, corazón
del mundo,
patria del
evangelio” pueda
cuanto antes ser
la estrella
bendita a guiar
los que aquí se
encuentran y
abrigar con
amor, dulzura y
sabiduría los
venideros
hermanos
necesitados de
amparo y luz.
Recogiéndose al
anonimato, por
razones
necesarias,
continuó, bajo
el seudónimo de
Hermano X, el
noble trabajo
con sus palabras
esclarecedoras y
amorosas,
presentes en las
crónicas de
alabanza por la
vida, a retumbar
en los corazones
que aún poco
conocen el
mensaje
bondadoso y
fortaleciendo
los que ya
encontraron el
inicio del
aplacible brillo
del cielo.
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