El llamado que
vino por medio
d’El Libro de
los Espíritus
Para el corazón
dispuesto a
aprender, a
perfeccionarse,
a crecer en la
vida,
oportunidades no
faltarán. Fue lo
que ocurrió con
nuestro
compañero Rafael
Izidio, nuestro
entrevistado de
esta semana, y
puede ocurrir
también con todo
el alma
dispuesto a
progresar, a
sentirse mejor y
a tornar otras
igualmente
mejores a través
del ejemplo y de
la ayuda.
A cada segundo,
ocasiones
benéficas
aparecen, pues
la bondad de
Dios es infinita
y la luz ilumina
continuamente.
La dificultad de
percibirlas es
porque nuestros
pensamientos,
sentimientos y
actitudes ni
siempre están en
niveles
equilibrados.
Pero las
oportunidades
siempre llegan,
es decir, son
siempre
propiciadas al
individuo que se
presente abierto
a los cambios
constructivos,
puede
presentarse a
veces de manera
sutil, por ahora
más direccionada
o incisiva, o, a
veces,
acompañadas de
sufrimiento, una
vez que en
muchos casos
solamente de esa
manera es que
algunos se
sienten
conmovidos.
Hay individuos
que reciben su
regalo
ornamentado y
atado con un
lindo lazo de
cinta, mientras
otros lo reciben
de forma
diferente; no
obstante, en
todos los casos,
son siempre
regalos,
oportunidades
valiosas de
crecimiento.
Para Rafael
Izidio lo
llamado vino a
través de un
libro que trae
respuestas para
las principales
cuestiones
acerca de la
vida. Vino por
medio de las
nobles palabras
y enseñanzas d’El
Libro de los
Espíritus.
Esa obra le
llamó la
atención de
manera especial
por presentar
elementos
palpables de que
la vida continúa
después de la
muerte del
cuerpo y que,
por sucesivas e
incontables
veces, nosotros,
seres humanos,
recibimos el
privilegio de la
reencarnación
para que
realicemos
nuestro
perfeccionamiento
espiritual y, al
mismo tiempo,
ayudar hermanos
nuestros que,
aunque situados
en etapa
evolutiva más
limitada, no son
menos
merecedores de
amparo.
Cuando una
persona
despierta para
la verdad y la
luz del Maestro,
no hay como
ignorar el
llamamiento,
porque no más
existe
ignorancia
acerca de lo que
es necesario
hacer si
deseamos
realmente
crecer.
Cuanto más
existir entrega
a las enseñanzas
de la doctrina,
más sentido será
aplicado a la
vida.
Esclarecimientos
sobre los
grandes asuntos
son averiguados,
pues quien busca
la luz, por ella
es iluminado.
La doctrina
espírita nos
enseña que para
todo hay un
propósito – para
la
reencarnación,
para los lazos
familiares, para
los encuentros
entre personas,
para los
trabajos a
realizar, las
dificultades,
las alegrías y,
principalmente,
para el
entendimiento de
la ley de acción
y reacción.
Como si no
fuesen
suficientes las
respuestas que
ofrece para
interminables
preguntas y luz
para los pasos
en el camino, la
bendita doctrina
aún proporciona
ocasiones
especiales donde
hermanos, en
dimensiones
distintas,
pueden ayudarse,
como ocurre en
reuniones
mediúmnicas. De
un lado, el
Espíritu que se
encuentra
solitario,
carente y con el
peso de culpa
forzándolo a
mirar la
oscuridad, y, de
otro, el hermano
encarnado que
tiene la
oportunidad de,
donando tiempo y
amor, contribuir
para su
elevación moral
y evolución
delante de la
ley.
El movimiento
espírita
requiere hoy,
mucho más que
antes,
concientización
y entendimiento
por parte de sus
seguidores.
La casa y la
causa espírita
necesitan de
trabajadores
interesados en
donar un poco
más de su
tiempo, para
trabajar con
amor, alegría,
desprendimiento,
pues un trabajo
en una casa
espírita
significa, entre
otras cosas, el
aliento a los
que la buscan en
desespero, y
cuanto más bien
preparado esté
el trabajador,
mejor amparo
podrá ofrecer.
Nos acordemos
siempre de que
la oportunidad
de trabajar es,
en primer lugar,
un bien que
hacemos a
nosotros mismos.
Raramente habrá
trabajadores en
situación
privilegiada;
así, la
sabiduría enseña
que cuanto mejor
y mayor la
calificación
para los
trabajos a que
nos proponemos,
más afinidades y
preparados
estaremos para
que
desarrollemos
las fructíferas
actividades cuyo
Maestro bendito,
como todos
sabemos, se
llama Jesús.
|