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Año 10 - N° 478 - 14 de Agosto de 2016
FELINTO ELÍZIO DUARTE CAMPELO   
felintoelizio@gmail.com     
Maceió, Alagoas (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Felinto Elízio Duarte Campelo

El ciego y Jesús


Transcurría la tercera década de la Era Cristiana, y la ciudad de Jerusalén se envolvía en tinieblas, se debatía entre el dolor y la tristeza, con la consumación de la nefasta ejecución del Señor.

En el Gólgota, crucificado entre dos hombres de mala conducta, Jesús sufría la execración pública padeciendo un infinito y asfixiante dolor moral por ver ovejas de su rebaño extraviadas del buen camino que Él, amorosamente, predicó y ejemplificó.

Transcurrido algún tiempo del inmenso suplício, en el calvário restaban soldados de la guardia romana y algunos curiosos que insistían en permanecer en el lugar.

He ahí que surge, de repente, un invidente a indagar sobre el condenado. Informado de tratarse del Nazareno – el Excelso divulgador del Reino de Dios – se excede en imprecaciones acusando a Cristo de revolucionario, impostor, corruptor de hombres, conquistador de mujeres, elemento  de alta periculosidad.

En el auge de su revuelta, el tal ciego – ciego del cuerpo y del alma – pide a un soldado que empuje la punta de su lanza en el pecho de Jesús para que él aún pueda sangrarlo. De la herida abierta, a borbotones, salía la sangre de un Justo, por incúria, inmolado, con pies y manos  clavados en la cruz y en la frente una corona de espinos remarcada por la inscripción: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS.

Un hilo de sangre baña el rostro del ciego cubriéndole los ojos. Aún más excitado en su ira, gritando impropérios, limpia la cara con sus propias ropas. Sorprendido, sin embargo, distingue una tenue luminosidad traspasando los ojos hasta entonces opacos para inmediatamente después divisar con nitidez el paisaje local, avistar a los testigos de la dolorosa escena. Ve la lanza aún teñida de sangre, y, al levantar el rostro, por un instante, su mirada cruza y se funde con el sereno mirar de Jesús.

Una suave y envolvente luz penetra em los más recónditos sentimientos del ex-ciego.

Atónito, sin comprender bien lo que pasa, ve a Cristo prendido al madero infamante, pero sus brazos se alargan y lo envuelven afectuosamente. No obstante la distancia física que los separa, registra, extasiado, un leve susurro: “Yo te perdono, mi hijo”.

En aquel instante, tocado en el interior de su ser, el ex-ciego dobla las rodillas, vierte un torrente de lágrimas, se arrepiente sinceramente de sus errores y desengaños, suplica el perdón y la oportunidad de una nueva vida de amor, de trabajo, de regeneración. De ahí en delante se siente un hombre nuevo: fueron sepultados el hombre viejo y sus maldades.

La oración es el hilo luminoso que nos une al Creador

Hoy, pasados casi 2.000 años del memorable hecho,  aún herimos a nuestro Maestro de amor y bondad con el acero frío del puñal de la ingratitud que, tercamente, abrigamos en nuestros corazones; golpeamos a Cristo con la aguda lanza del egoísmo que nos somete; fustigamos a Jesús con el venenoso estilete de la vanidad que nos corrompe; golpeamos sin piedad el pecho del Cordero de Dios con la afilada cuchilla de la indiferencia que nos anestesia; diariamente alfileramos el corazón del Señor dando guarida a los malos pensamientos, guardando amarguras, promoviendo la discordia, diseminando la duda.

¿Y cual es la razón de tantos desatinos?

Falta de vigilancia y de oración.

La plegaria es el hilo luminoso que conecta la criatura al Creador, cuando es proferida con pureza de alma. Hablando a los que Lo oían, así se expresó Jesús acerca de las cualidades de la plegaria:

“Cuando oreis, no os asemejéis a los hipócritas que, afectadamente, oran en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres. Os digo, en verdad, que ellos ya recibieron su recompensa. Cuando queráis orar, entrad para vuestro cuarto y, cerrada la puerta, orad a vuestro Padre en secreto; y vuestro Padre, que ve lo que pasa en secreto, os dará a recompensa. No cuidéis de pedir mucho en vuestras plegarias, como hacen los paganos, los cuales imaginan que, por la multiplicidad de las palabras, es que serán atendidos. No os hagáis semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de lo que tenéis necesidad antes que lo pidáis.”

(Mateo, capítulo VI.)

Y dice más Jesús:
 

“Cuando os prepareis para orar, si tuviéseis cualquier cosa contra alguien, perdonadle a fin de que vuestro Padre, que está em los cielos, tampoco os perdonará los pecados.” (Marcos, capítulo XI.) 

Es imprescindible, en la vida, cultivar la oración y la vigilancia

Oración no es simplemente un montón de palabras decoradas, acompañadas de ritos y recitadas sin un profundo sentimiento de fe. Y, casi siempre, es así que rezamos todos los días cuando decimos:

“Padre nuestro que estás em los cielos" – y nuestro pensamiento irremediablemente preso a las cosas e intereses materiales sin que pueda alzar vuelo em busca de bienes celestiales;

“Santificado sea tu nombre” – y procedemos de modo irrespetuoso para com el nombre del Señor;

“Venga a nosotros tu reino” – y nada de nosotros mismos oferecemos al reino de Dios;

“Sea hecha tu voluntad” – y nos rebelamos contra los designios de lo alto;

“El pan nuestro de cada día danoslo hoy” – y relegamos egoistamente a nuestro prójimo que padece hambre;

“Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” – perdonamos de boca para fuera porque, em el pecho, guardamos la hiel del rencor;

“No nos dejes caer em tentación” – y estamos constantemente buscando frivolidades y emociones impuras;

“Más libranos del mal” - mal con que nos complacemos en completa afinidad y nos obstinamos en guardarlo en nuestros corazones, en el transcurrir de tantos siglos.

Imperioso es que vigilemos nuestros actos, quiera sea en el trabajo, quiera sea en sociedad, quiera en el ambiente doméstico. Nuestros actos son ejemplos vivos para los que con nosotros conviven. Vigilar también nuestros pensamientos – matrices de nuestras acciones –, pues por el pensamiento atraemos las compañías espirituales:

Se hace imprescindible cultivar la oración y la vigilancia para la mejoría de nuestras almas, porque nos volvemos buenos, en la concepción evangélica, es tarea multimilenária de que estamos muy distanciados.

Según Jesús, sólo Dios es bueno

Mateo em el capítulo XIX, Lucas em el capítulo XVIII y Marcos em el capítulo X nos dicen: 

 

“Entonces, se aproximó a él un mancebo y dijo: Bueno Maestro, ¿qué bien debo hacer para adquirir la vida eterna? - Respondió Jesús: ¿Por qué me llamas bueno? Bueno sólo Dios lo es. Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. - ¿Que mandamientos? - replicó el mancebo. Dijo Jesús: No matarás, no cometerás adulterio; no hustarás; no dirás falso testimonio; honrarás a tu padre y tu madre y amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le replicó: He guardado todos esos mandamientos desde que llegué a la juventud. ¿Que es lo que aún me falta? Dijo Jesús: Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes, lo das a los pobres y tendrás un tesoro em el cielo. Después vem y sígueme.”

Si el propio Jesús aseveró que sólo Dios es bueno, tenemos de nuestra parte que trabajar nuestra personalidad, con denuedo y fe hasta alcanzar algún perfeccionamiento espiritual, respetando y guardando los mandamentos de la Ley de Dios:

“No matarás” - no sólo en el sentido de quitar la vida de nuestro semejante, sin embargo en el concepto más completo de no sacrificar el tiempo con futilidades trabajando en la siembra del bien, del amor, de la paz, de la concórdia entre los hombres;

“No cometerás adulterio” - no solamente en la comprensión de traicionar un conyuge al otro, sin embargo en la comprensión más amplia de jamás deformar la verdad en benefício propio o de grupos y castas;

“No hurtarás” - no exclusivamente el bien material, sino sobre todo la oportunidad de crecimiento intelectual, moral y espiritual de nuestros hermanos de la retaguardia;

“No dirás falso testimonio” - no sólo al punto de vista de delatar criminalmente una persona inocente, sin embargo, regulando su vida dentro de los dictámenes cristianos en un eloquente testimonio de la adopción de Jesús como nuestro Maestro y conductor;

“Honrarás a tu padre y a tu madre” - no sólo con el socorro de sus necesidades materiales, sino con lo afecto y cariño que debemos a quién nos dio la oportunidad de reencarnar en la gran búsqueda del perfeccionamiento, notando errores del pasado criminoso;

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” - mandamiento semejante al “Amar a Dios”, como nos enseñó Jesús, el cual fortalece nuestras almas y abre perspectivas consoladoras para los espíritus ávidos de progreso.                      

Elías y Juan Bautista, dos missiones para el mismo Espíritu

Hablamos de la reencarnación. ¿Es un hecho incontestable la teoría de la multiplididad de vidas? 

 

(Después de la transfiguración) “Sus discípulos, entonces, lo interrogaron de esta forma: ¿Por qué dicen los escribas sea preciso que antes vuelva Elías? Jesús les respondió: Es verdad que Elias ha de venir y restablecer todas las cosas; pero yo os declaro que Elias ya vino y ellos no lo conocieron y lo trataron como les aprovechó. Es así que harán sufrir al Hijo del Hombre. Entonces, sus discípulos comprendieron que fue de Juan Bautista que él había hablado”. (Mateus, capítulo XVII; Marcos, capítulo IX.)

Está claro y evidente que Jesús se refirió a Elías reencarnado como Juan Bautista.


“Ahora, entre los fariseos, había un hombre llamado Nicodemos, senador de los judíos, que vino, a la noche, a hablar con Jesús y le dijo: Maestro, sabemos que viniste de parte de Dios para instruir como un doctor, por cuanto nadie podría hacer los milagros que haces si Dios no estuviera con él. Jesús le respondió: En verdad, en verdad, te digo: Nadie puede ver el reino de Dios si no naciera de nuevo. Le dijo Nicodemos: ¿Cómo puede nacer un hombre ya viejo? ¿Puede entrar en el vientre de su madre para nacer por segunda vez? Le replicó Jesús: En verdad, en verdad, te digo: Si un hombre no renace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne es carne y lo que es nacido del Espíritu es Espíritu. No te admires de que yo te haya dicho sea preciso que nazca de nuevo. El Espíritu sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene él, ni para donde va; lo mismo se da con todo hombre que es nacido del Espíritu.”

Otras doctrinas interpretan las palabras de Juan como enseñanza de regeneración del hombre por el agua del bautismo. Es que, según estudiosos, algunos traductores de los Libros Sagrados sustituyeron la frase “si el hombre no renaciera del agua y del Espíritu” por la forma “si el hombre no renaciera del agua y del Espíritu Santo”, en un atentado a la pureza del texto primitivo, uma falta de respeto al mandamiento “No cometerás adulterio”, que nos induce a no desfigurar la verdad para atender a intereses personales, de grupos, de castas, o aún para adecuarla a las convicciones doctrinarias.

El Evangelio de Jesús es un poema de amor

Se sabe que los antiguos, poco informados sobre ciencias físicas, creían que la Tierra había salido de las aguas, considerando el agua como elemento generador de todas las cosas materiales, inclusive nuestro cuerpo. Era el agua el símbolo de la naturaleza material. Así, la expresión “si el hombre no renace del agua y del Espíritu” quiere decir renacer em um nuevo cuerpo material animado por un Espíritu preexistente al cuerpo físico.

Tenemos aún: “lo que es nacido de la carne es carne y lo que es nacido del Espíritu es Espíritu”. Queda ahí establecida la distinción entre cuerpo y Espíritu y confirmado el princípio de que el cuerpo viene del cuerpo y el Espíritu, cuya existencia es anterior a la concepción del cuerpo, independe de él.

Adelante encontramos:” el Espíritu sopla donde quiere; le oyes la voz, pero no sabes ni donde él viene, ni para dónde va”. Si el alma fuera por Dios creada a la vez que el cuerpo, se sabría de dónde ella vino, pues que conocido era su comienzo.

Con esta exposición, entendemos que queda ratificada y consolidada por nuestro Maestro Jesús la doctrina reencarnacionista, aceptada y profesada por antiguas civilizaciones anteriores a Cristo. Jesús es el modelo de vida, su Evangelio es un poema de amor, un código de ética, una brújula segura que nos apunta el camino del bien.

 

“Da lo que puedas, como puedas y cuánto puedas, en benefício de los otros, pero recuerda siempre las limosnas olvidadas:

El timbre de voz fraterna con quien aún no simpatizas...

La sonrisa acogedora para la visita inesperada ...

El minuto de buena voluntad en el esclarecimiento amigo...

La simple conversación reconfortante con la persona cuya presencia te disgusta...

El silencio generoso ante la provocación de aquellos que aún no te comprenden...

La insignificante gentileza en la vía pública...

La referencia constructiva en favor de los ausentes...

El trabajo sencillo a los desconocido...

La oración por los adversarios...

La consideración para con los más viejos...

El amparo a los niños...

La ligera visita a los enfermos...

La nota afectuosa al hermano necesitado de buen ánimo...

El cariño en casa...

El socorro a los desalentados...

La palabra optimista para quien te oye...

La lectura edificante...

El respeto a las situaciones que no conoces...

El auxilio a la naturaleza...

La cooperación desinteressada em el bien...

No te apartes del bendecido servicio a todos.

Los pequeños gestos espontáneos de la verdadera fraternidad son cimientos seguros en la construcción del Reino del Amor”.

Que podamos, en nuestro día a día, distribuir en abundancia, entre los compañeros de jornada, la paz, el amor, la comprensión, la concórdia y todas aquellas Limosnas Olvidadas de que nos habló la Hermana Scheilla.

En oración invocamos al Maestro diciendo:

Jesús, Cristo Bendito de Dios,

Socórrenos em nuestras necesidades,

Cura nuestra cegueira espiritual,

Orienta nuestros pasos vacilantes,

Muestranos, Señor qué es

El CAMINO a ser seguido,

La VERDAD, a ser buscada,

La VIDA a ser imitada.

Así sea.
 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita