El hombre y el
mundo
“Les di tu
palabra, y el
mundo os odio
porque no son
del mundo, como
también yo no
soy del mundo.
No estoy
pidiendo que os
saques del
mundo, pero que
os guardes del
mal. Ellos no
son del mundo,
como yo también
no soy del
mundo.
Consagraos en la
verdad: tu
palabra es
verdad. Así
como tú me
enviaste al
mundo, también
yo os envié al
mundo. (San
Juan 17:14 –
18.)
En el imaginario
cristiano
primitivo, el
mundo
representaba la
corrupción, el
territorio
campeado por el
pecado, el
contrario al
reino de los
cielos. Pero
Dios amó el
mundo, como lo
vio, en la
creación, que
era bueno, y
envió la
redención para
ese mundo.
Nuestro Padre
amó de tal
manera el mundo
que envió a su
hijo para salvar
la humanidad.
La idea de
salvación, común
en discursos
religiosos, es
parte central en
el Cristianismo.
El propio Cristo
fue bautizado de
Salvador.
(Jesús).
“Yo os escribí,
en carta, que no
os mezclasteis
con gente
inmoral. No me
refería de
manera general a
los inmorales,
avaros, ladrones
o idolatras de
este mundo,
porque en este
caso tendríais
de salir del
mundo.”
(1Corintios
5:9-10.)
La idea de que
el aislamiento
sería un
beneficio para
la fe, en lo
cual se
practicaría la
mortificación de
los instintos
malos, es muy
anterior al
Cristianismo.
Los misántropos
vivían solos o
en pequeños
grupos en
regiones
desérticas. La
idea de eremita
cristiano surgió
entre los siglos
III y IV d.C. No
hacía parte del
llamado
Cristianismo
primitivo.
San Pablo es
considerado el
gran teólogo del
Cristianismo
primitivo.
Además del
contenido, las
cartas de San
Pablo son
importantes
porque son los
primeros
registros
escritos de
doctrina
cristiana que
llegaron hasta
hoy. El
evangelio fuente
para los
evangelios
sinópticos se
perdió. Parte de
ellos tendrían
supervivido en
partes
desiguales en el
contenido de los
evangelios de
San Mateo, San
Marcos y San
Lucas. El
evangelio de San
Mateo es
resultado de una
edición judío
cristiano de ese
texto fuente.
Esa fuente
serían los
apuntes de Levi,
a que se refiere
Emmanuel.
San Pablo afirma
que debemos
vivir en el
mundo, pero como
si a él no
perteneciéramos.
Él dice que la
propia
Naturaleza
espera ansiosa
su redención.
¿Pero salvarse
de qué? De las
pasiones que
corrompen
nuestras vidas,
que son la
fuente de los
errores y
desastres
morales.
Salvarse del
egoísmo y del
orgullo. Es en
ese sentido que,
en el
Espiritismo, se
habla de
salvación, sin
todavía, el
sentido mágico,
como en el
Catolicismo,
donde la gracia
promueve la
salvación de
los electos.
Según el
Espiritismo, la
salvación es un
proceso
evolutivo.
“Un sentimiento
de piedad debe
siempre animar
el corazón de
los que se
reúnen bajo la
mirada del Señor
e imploran la
asistencia de
los Espíritus
buenos.
Purificad, pues,
vuestros
corazones; no
dejéis que en él
se aloje
cualquier
pensamiento
mundano o fútil
(…) Vivid como
los hombres de
vuestra época,
como deben vivir
los hombres.
Sacrificad a las
necesidades,
mismo a las
frivolidades del
día, pero
sacrificad con
un sentimiento
de pureza que
pueda
santificarlas.”
(El Evangelio
según el
Espiritismo, cap.
17, ítem 10.)
Para vivir en el
mundo es
necesario
disciplina.
Hacer un balance
del que es más
importante para
nosotros, cuáles
son nuestros
objetivos y lo
que debemos
hacer hoy para
alcanzar esos
objetivos.
Establecer
prioridades. Si
tenemos voluntad
de luchar contra
nuestras malas
pasiones, es
necesario
conocernos,
analizando
nuestro
comportamiento.
Cuando Emmanuel
sugirió a
Francisco Xavier
las tres
disciplinas, él
estaba
refiriéndose al
trabajo
mediúmnico,
sectorizando el
comportamiento
de Chico de
manera a dar el
debido espacio
para cada
objetivo.
Entonces Chico
estableció
metas, que jamás
serían llevadas
a cabo si él no
estableciera el
debido espacio
para cada
actividad. Una
noche para cada
tarea. Un día,
trabajo público,
otro día,
psicografia de
libros, otra
noche aún,
desobsesión, y
así por delante:
trabajo
asistencial,
estudio,
visitas,
lecturas de
ocio, momento
para oír músicas
etcétera.
Disciplinar, de
manera que todo
tenga su
tiempo, y cuidar
con que todas
las prioridades
sean llevadas a
efecto.
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