El sensible y
notable defensor
de la educación
brasileña
El ser humano es
un universo de
saberes y
contenidos que
deben ser
desarrollados.
No se debe
limitarlo a sólo
un u otro
conocimiento,
pero siempre
expandirlo en
sus
potencialidades,
o sea, vivir de
forma integral,
como ya mostraba
el sabio y dulce
Maestro Jesús.
Paulo Freire,
hombre devotado
que recibió el
título de
representante y
defensor de la
educación
brasileña, fue
una persona con
la vida vuelta
para la ética y
la
responsabilidad
con una
pedagogía que
comprendiese y
desarrollase la
comprensión
humana, ya que
somos todos
universos dentro
del Universo.
Esa pedagogía
era una
preocupación con
el crecimiento
intelecto-moral,
pues no se
progresa de
forma entera si
partes se
desarrollan de
manera desigual;
el progreso se
dará sólo cuando
la
intelectualidad
y la moralidad
estén en
continua y
equilibrada
ascendencia. Su
pedagogía tan
acertada y
respetada fue
utilizada en la
práctica y
registrada en
muchos libros.
El defensor
devotado no
podía comprender
la existencia de
disparidad
también entre
quien enseña,
quien aprende y
el noble
contenido a ser
desarrollado.
Para su
asimilación, el
profesor debe
ser ejemplo de
ética – ya que
es un gran
modelo para
nuevas
generaciones –,
pues enseñar
algo que aún no
se aprendió, de
hecho, no es
algo admirable
ni posee
credibilidad.
Para enseñar,
quien enseña
debe tener
primero
asimilado.
Los tópicos
realmente
importantes en
todo el tiempo
son los que aun
hoy deberían ser
considerados y
realizados con
respecto a la
vida y a los
otros,
coherencia en
pensamiento y
actitudes,
capacidad de
vivir y de
aprender con lo
distinto, sin
nunca tornarlo
inferior, no
permitir que
ánimos
diferentes
perjudiquen el
relacionamiento
entre las
personas. Somos
seres en
evolución. Si
hay, a veces, un
compañero que no
nos agrada, nos
olvidamos de que
puede haber
muchos más que
no nos aprecian
y, no obstante,
se esfuerzan
para convivir
conozco. No son
sólo los otros a
restaurarse,
somos nosotros
juntamente.
Afirmaba Paulo
Freire, como ya
sabemos o
deberíamos
saber, que sin
ética ningún
cambio positivo
es posible. Hoy
podemos percibir
tan claramente
el escenario
infeliz en lo
cual Brasil
navega sin un
timonel que le
pueda
direccionar para
aguas más calmas
y limpias y
sacarlo de esas
aguas agitadas y
sufridas por las
cuales, hace
tiempos, navega.
Ética: ¡cuánto
progreso con su
presencia y
cuanto retraso y
sufrimiento con
su ausencia!
El ser humano,
como ser
completo dotado
de la centella
divina y
eternizada,
tiene mucho a
conocer, a
vivir, a
encantarse, a
reencontrarse, a
descubrirse y a
reinventarse, a
ser más pájaro
que animal
rastrero, a ser
más luz
inspiradora que
energía densa
sin finalidad.
El ser humano
que construye
apasionantes
mecanismos de
desarrollos
materiales y
científicos
también necesita
volverse a su
magnánima
esencia, la
espiritual. Pero
eso, sin el
perfeccionamiento
moral unido a la
ética, de veras,
es imposible.
Paulo Freire, en
su ejemplar
pasaje por aquí,
mantuvo total
coherencia entre
su discurso y su
admirable
práctica ante
los temas
autonomía,
tolerancia,
autoridad,
libertad y
humildad.
Él afirmaba que
nunca sería
provechoso
seguir algún
concepto o
persona a
ciegas, pero
siempre
aprovechar el
benéfico orden
de nobles
trabajos y
personas y
reinventarla a
fin de haber el
perfeccionamiento
y mejoramiento,
porque, si
simplemente
copiamos algo
sin nunca
renovarlo ni
complementarlo,
los círculos
exactos y
limitados serán
la constatación
de la simple
repetición sin
ningún progreso.
La vida se
encuentra en
continuo
movimiento, es
luz para ser
vista, es aire
para ser
sentido, es
enseñanza para
alcanzar la
marcha, es
oportunidad para
aprender y
enseñar, es
regalo para
disfrutar, pero
también es
responsabilidad
y deber,
factores que nos
emancipan.
La vida con
ética, moral,
conocimiento y
amor es
esperanza viva
de un tiempo,
sentimiento y
existencia más
felices, en lo
cual la creencia
en el Creador se
torna
indispensable.
Tal era el
pensamiento de
Paulo Freire,
que decía que
una de las
razones por que
mantenía
esperanza era
simplemente por
el motivo de que
él creía en
Dios. No es
necesario,
decimos por
nuestra vez,
agregar a tal
idea ningún otro
argumento.
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