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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 494 - 4 de Diciembre de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

 Decisiones 

 

Carla, una niña de ocho años de edad, tenía muchas dificultades para cumplir sus obligaciones, especialmente aquellas que eran más importantes, como hacer las tareas del colegio, ir a clases, leer un libro o participar en el Evangelio en el Hogar, que la familia hacía todos los miércoles, a las siete de la noche.

Lo que más le gustaba a la niña era jugar con sus amiguitas, pasear en bicicleta, visitar al abuelo, ver dibujos animados o películas en la televisión.

En el colegio, esperaba ansiosa la hora del recreo, pues aprovechaba para jugar y conversar con sus compañeros.

De ese modo, Carla estaba siempre mal en el colegio: sus notas eran pésimas y temía perder el año. Sin embargo, no hacía nada para cambiar la situación, intentando jugar menos y estudiar más.

Cuando su mamá la mandaba a hacer las tareas y estudiar, ella reclamaba:

- ¡Eso es lo único que me dices, mamá! ¡Carla, ve a estudiar! ¡Haz las tareas escolares! ¡Arregla tu cuarto! ¡Guarda tu ropa! ¡Guarda tus juguetes! ¡Ya! ¡Estoy cansada de escuchar esas cosas! ¡Es lo único que hago todo el tiempo!...

Y se ponía a llorar, haciendo drama. La mamá escuchaba con paciencia y respondía seria:

- Hija mía, si cumplieras con tus obligaciones, yo no necesitaría decírtelo. Hago esto por ti, por tu educación. A propósito: ¿ya intentaste preguntar a tus compañeritos del colegio qué hacen sus mamás para que ellos cumplan sus deberes? ¿Será que ellos no tienen problemas iguales a los tuyos?

- No. Creo que ellos no tienen esos problemas en casa.

- En verdad, no lo sabes. Pues entonces, pregunta. ¡Te garantizo que te vas a sorprender!

Viendo que su hija estaba muy molesta, la mamá le explicó con cariño:

- Carla, todos nosotros en la vida estamos haciendo elecciones todo el tiempo, siempre. Y de esas decisiones depende nuestro futuro: que sea mejor o peor. ¡Piénsalo bien!

La niña se quedó con esas palabras en la cabeza.

En la noche, era día del Evangelio en el Hogar, cuando se reunían en familia para conversar sobre las lecciones de Jesús.

El texto que cayó, abierto en el Nuevo Testamento por azar, era el pasaje en que Jesús, caminando con sus apóstoles, entró en una aldea, Betania, y se hospedó en la casa de Lázaro que tenía dos hermanas, Marta y María.

María, encantada con Jesús, se sentó a los pies del Señor para oír sus enseñanzas. Marta, sin embargo, preocupada en recibir bien a los invitados, en prepararles la comida, quedó sobrecargada con mucho trabajo. Acercándose a Jesús, le dijo: - Señor, pida a María que me ayude, pues estoy sola haciendo todo el trabajo. El Señor, sin embargo, respondió: - Marta, Marta, tú te preocupas y te ocupas de muchas cosas; sin embargo, solo una es necesaria. María escogió la mejor parte, que no le será quitada1.

El papá, que había leído el texto, preguntó a su hija si había entendido.

- No entendí, papá. ¡Pienso que Marta tenía razón al pedir a Jesús que ordenara a María que la fuera a ayudar! Después de todo, alguien tiene que preparar la comida, ¿verdad?

- Tienes razón, querida. Pero Jesús quiso enseñar que existen cosas que son más importantes que otras. La presencia del Señor en esa casa era de gran valor. Y todo lo que Él enseñaba era para ser muy bien guardado, pues vendría un tiempo en el que Él no estaría más en la Tierra. Eran conocimientos que quedarían para la posteridad, es decir, para la sociedad del futuro. En cuanto a las tareas domésticas, como arreglar la casa y preparar los alimentos son cosas banales, que todos los días estarían allí, siendo necesario ser hechas nuevamente.

La niña pensó… pensó… pensó… Y dijo:

- Entonces, ¿es como mis tareas de la casa y los del colegio?

La mamá sonrió ante ese recuerdo de la niña, explicando:

- Sé a dónde quieres llegar, hija. Sí, las tareas del colegio son más importantes porque tienen que ver con tu aprendizaje para el futuro: es lo que tú aprendes y no olvidas más. Es la conquista del espíritu.

- ¿Quieres decir que las tareas domésticas tienen menor valor que los del espíritu?

- Exactamente. Entonces, lo importante es cumplir con las tareas del aprendizaje escolar. En cuanto a los otros, la gente los hace si tiene tiempo. ¿Entendiste?

- Entendí, mamá. ¿Son los juegos, los paseos, etc.?

La mamá abrazó a la hijita con cariño al ver su preocupación:

- Tranquila, querida. ¡Tú eres una niña y

siempre habrá tiempo para jugar!

Carla sonrió feliz y contó:

- Mamá, pregunté a mis compañeros de colegio si sus mamás los obligaban a hacer sus deberes, y ellos me dijeron que todas las mamás siempre hablan de lo mismo.

Carla aprendió la lección. Desde ese día en adelante, ella jamás dejó de cumplir sus deberes. Ella comprendió que, aprovechando bien el tiempo, haría las tareas escolares y domésticas, y aun sobraba espacio para los juegos y paseos, y que Jesús estaría contento con ella, porque estaba tomando las decisiones correctas.  

                                                        MEIMEI

(Psicografiado por Célia X. de Camargo, el 16/08/2010.)  


 

[1] Lucas, 10:38 a 42.



                                                   
 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita