En la obra del
bien, no es
necesario mucho
para obtenerse
resultados
notables
“Si la búsqueda
por la
espiritualidad
es una constante
en los días
actuales, los
jóvenes no se
quedan atrás en
estos anhelos.
(…) hoy, los
jóvenes
universitarios
del área de la
salud intentan
insertar el
componente
espiritual
también en sus
carreras,
proporcionando
respuestas a sus
deseos y también
rellenando
lagunas hasta
entonces
abiertas en los
cuidados de
salud.” (Giovana
Campos, autora
del especial
“Jóvenes se
insertan cada
vez más con la
espiritualidad”, uno
de los relieves
de la presente
edición.)
El joven
orientado por su
propia
disposición para
la
espiritualidad
percibe que, en
el cuidado con
la salud, es
necesario
disponer de
actitudes
renovadas que
puedan hacer
parte de su
comportamiento,
con lo que se
renovará a sí
mismo.
La transmisión
del sentimiento
de
espiritualidad,
tal como la fe,
no se da por el
discurso. Ella
se hace por
medio de actos,
de forma que
necesita
sobremanera del
cuidador
comprometido con
esa transmisión.
El discurso
formal es
generalmente
incomprensible
para el
paciente. Muy
distinto del
habla que
encuentra en la
espontaneidad
muchas ocasiones
de ser
manifestada.
“El escenario de
transformaciones
éticas,
sociales,
relacionales y
políticas que
vivenciamos de
forma tan
intensa refleja
de manera
especial en el
joven de hoy.” (Alberto
Gorayeb de
Carvalho,
coordinador del
Departamento
Académico de la
AME-Brasil, en
el especial a
que nos
referimos.)
Es obvio que,
cuando hablamos
de joven,
debemos
acordarnos que
estamos delante
de una categoría
de múltiples
facetas. En el
presente caso,
la meta es el
joven
universitario
del área de la
salud, como el
Dr. Alberto
Gorayeb
expresamente
menciona.
“En lo que se
refiere a la
nuestra
educación
profesional para
la salud, ese
escenario parece
reforzarse aún
más. Mientras
tanto, veo la
espiritualidad
como una
oportunidad de
recuperar el
sentido, el
propósito y el
significado de
nuestra
actuación
esencial de
‘seres
cuidadores’.”
(Alberto Gorayeb
de Carvalho.)
Cuidado, he aquí
el fin último de
la terapéutica
en salud. Los
enfermeros y
técnicos en
enfermaría
tienen, como
sabemos, un
relacionamiento
próximo con el
paciente. Como
cuidadores,
tienen la
oportunidad de
pasar, no
solamente
consolación, los
cuidados
específicos,
pero el
sentimiento de
espiritualidad.
Y no sólo ellos,
pero también los
médicos, los
fisioterapeutas,
los psicólogos,
o sea, todos los
profesionales de
la salud.
“El cuidado
presupone
entrega y
dedicaciones
integrales,
condiciones que
pueden
contrariar los
dictámenes
sociales y los
modelos de salud
predominantes.”(Alberto
Gorayeb de
Carvalho.)
La aproximación
es vista como
una actitud
reprobable por
aquellos que
defienden la
impersonalidad
como regla de
conducta. Pero
aproximarse del
paciente,
estableciendo
más que un
compromiso, un
relacionamiento
en que los
papeles son
definidos por
las normas
éticas, se
revela muy
importante y da
apertura para la
transmisión del
sentimiento
basado en la
actitud y en el
comportamiento
de aquel que
cuida.
¡Cómo es bello
el cuidado
prestado con
cariño y amor!
Imaginemos
Florence
Nightingale, con
su candil,
pasando revista
los soldados
amputados,
desfigurados,
ciegos, con una
palabra dulce y
consoladora para
cada soldado
sufridor,
auxiliada por
las muchachas a
quien rescató la
dignidad y que
pasaron,
entonces, a ser
dedicadas
enfermeras.
La pequeña llama
del candil
muestra que es
necesario muy
poco para
alcanzar
resultados
notables.
Dijo Emmanuel
que “nuestras
migajas de buena
voluntad en la
disposición de
servir
santamente,
cuando
conducidas al
Cristo, valen
más que toda la
multitud de
males del
mundo.” (Viña
de Luz, cap. 91)
“Como son bellos
sobre los montes
los pasos del
mensajero de la
buena-nueva, que
anuncia la paz,
que trae un
mensaje de bien,
que proclama la
salvación.” (Isaías,
52:7)
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