La frase
“el
poder
corrompe”,
atribuida
al
historiador
ingles
John
Emerich
Edward
Dalberg,
también
conocido
como
lord
Acton,
es
siempre
invocado
cuando
se
descubren
actos de
corrupción
y abuso
de poder
como
esos que
las CPIs
han
investigado
en
nuestro
país en
los
últimos
años.
La tesis
de que
el poder
tiene la
capacidad
de
corromper
es
interesante,
más,
examinada
a la luz
de la
doctrina
de la
reencarnación,
presenta
facetas
que
probablemente
escapen
al
observador
común.
Poder,
riqueza,
proyección
social
componen
la lista
de las
llamadas
pruebas
a que
el ser
humano
se
somete
en sus
múltiples
existencias
corporales.
La
Tierra
es un
mundo
modesto
y
atrasado
y, como
tal,
clasificado
por el
Espiritismo
en la
categoría
general
de
planeta
de
pruebas
y
expiaciones.
Pruebas,
como el
propio
vocabulario
indica,
son
pruebas,
en todo
semejantes
a las
pruebas
que la
criatura
y el
joven
han de
enfrentar
en su
pasaje
por los
cursos
escolares,
del
preescolar
a la
facultad.
Como
nadie
ignora,
solo
asciende
a la
enseñanza
media
quien
enfrento
el
fundamental
y en
este fue
aprobado.
Constituyendo
una de
las
pruebas
más
difíciles
que se
presentan
a la
criatura
humana
en su
peregrinación
terrenal,
el poder
puede
efectivamente
fascinar
y llevar
a la
caída
de todos
aquellos
que no
disponen
de la
calificación
necesaria
para
vencerlo.
Se da
lo mismo
con
relación
a todas
las
pruebas.
La
riqueza,
por
ejemplo,
es, de
entre
ellas,
una de
las más
difíciles,
como el
propio
Cristo
advirtió
al
afirmar
que es
más
fácil
que
camello
entre
por el
agujero
de una
aguja
que un
rico
entre en
el reino
de los
cielos.
En un
interesante
mensaje
que el
lector
puede
conferir
en el
Cáp. II,
segunda
parte,
de el
libro El
Cielo y
el
Infierno,
de Allan
Kardec,
aquella
que se
llamo en
la
Tierra
condesa
Paula,
desencarnada
a los 36
años de
edad en
1851,
declaró
lo
siguiente:
“En
varias
existencias
pase por
pruebas
de
trabajo
y
miseria
que
voluntariamente
había
escogido
para
fortalecer
y
depurar
mi
Espíritu;
de esas
pruebas
tuve la
dicha de
triunfar,
viniendo
a fallar
no en
tanto en
una, por
ventura
de todas
la más
peligros:
la de la
fortuna
y
bienestar
materiales,
un
bienestar
sin
sombras
de
disgusto.
En eso
consistía
el
peligro.
Y antes
de
intentarlo,
yo quise
sentirme
lo
suficiente
fuerte
para no
sucumbir.
Dios,
teniendo
a la
vista
mis
buenas
intenciones,
me
concedió
la
gracia
de su
auxilio.
Muchos
Espíritus
hay que,
seducidos
por las
apariencias,
presurosos
escogen
es
prueba,
más,
débiles
para
afrontarles
los
peligros,
dejan
que las
seducciones
del
mundo
triunfen
por su
inexperiencia.”
Después
de la
revelación
contenida
en el
mensaje,
la ex
condesa
Paula
acrecentó:
“Como yo,
también
vosotros
tendréis
vuestra
prueba
de la
riqueza,
más no
os
apresuréis
en
pedirla
muy
temprano.
Y
vosotros,
ricos,
tened
siempre
en la
mente
que la
verdadera
fortuna,
la
fortuna
imperecedera,
no
existe
en la
Tierra;
procurar
antes
saber el
precio
por el
cual
podréis
alcanzar
los
beneficios
del
Todopoderoso.”
De lo
que por
encima
expusimos,
se
tornan
claras
dos
cosas:
1ª. El
poder
corrompe,
si, más
apenas
corrompe
a las
criaturas
que se
seducen
con los
bienes
del
cargo y
se
olvidan
de que
la vida
es corta
y que
nadie se
encuentra
en la
Tierra
de
paseo.
2ª. El
conocimiento
de la
doctrina
de la
reencarnación
y de las
leyes
divinas
que
rigen
nuestra
vida
haría un
bien
inmenso
a
nuestros
políticos
y
gobernantes,
que
entonces
sabrían
que a
cada
acción
corresponde
una
reacción
de igual
intensidad
y
sentido
contrario,
o sea,
para
valernos
de la
conocida
frase de
Jesús:
“Quien
mata con
la
espada
morirá
bajo la
espada”.
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