El divorcio en una
perspectiva espírita
Definido como la
disolución del vínculo
conyugal, lo que permite
a las partes un nuevo
matrimonio, el divorcio
ya era conocido en la
China antigua, en Grecia
y en Roma, aunque haya
sido instituido
legalmente en Brasil
hace poco más de treinta
años
La institución del
casamiento, que
constituye una
característica de este
final de siglo, ha sido
atribuida a factores
diversos. Radbruch
afirma que, con la
progresiva emancipación
económica de la mujer,
surgió un nuevo derecho
de familia, diferente al
derecho clásico. Al
principio, se desintegró
la familia trabajadora
por el trabajo de la
mujer en las fábricas.
Más tarde, el mismo
fenómeno ocurría con la
familia
pequeña-burguesa, por
las necesidades venidas
del trabajo y de la
subsistencia, en virtud
de las crecientes
dificultades económicas.
La ausencia de la mujer
en el hogar, pasando
para la fábrica
o la oficina,
han sido
reputada
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como una de las
causas
fundamentales de
la inestabilidad
del matrimonio
en diversos
países y, por
consecuencia,
del divorcio. |
Concepto y orígenes del
divorcio
En su acepción amplía,
el divorcio puede ser
definido como la
disolución del vínculo
conyugal, habilitando
las partes a nuevas
nupcias. En Brasil, el
fue introducido por la
ley nº 6.515, de
26/12/77, cuyo art. 24
dice que el divorcio
pone término al
casamiento y a los
efectos civiles del
matrimonio religioso.
Desde la sociedad más
antigua, el divorcio ha
sido una viva frecuencia
en las costumbres. En la
China antigua, por
ejemplo, se admitía la
separación, pero el
marido que abandonase a
la esposa, sin una causa
justa, recibiría ocho
latigazos. En la India,
el Código de Manu
permitía el repudio de
la mujer por el marido,
desde que ella sufriese
una enfermedad incurable
o fuese viciosa con
licores embriagantes,
así como en el caso de
esterilidad, después de
ocho años de casamiento.
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En la Grecia antigua el
divorcio ya era
conocido. En Roma,
estaba el divortium,
en que debería haber
mutuo consentimiento, y
el repudium, de
iniciativa sólo del
marido, sin necesidad de
motivo. A final del
Imperio romano la
costumbre del divorcio
se generalizó y, según
algunos, la exageración
de las separaciones
conyugales y la
poligamia fueron
factores importantes en
la desintegración del
estatuto de la familia
en la Roma imperial.
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Dice Ozanam: “Estaba el
divorcio de los hombres
de bien, el divorcio por
cansancio, el divorcio
de los que cambiaban de
esposa por año. Estaba
el divorcio por cálculo,
como lo prueba Cicerón,
que repudió a Terencia,
no porque le hubiese
contraído esta al alma,
sino porque él precisaba
de nuevo dote para
satisfacer a los
acreedores. Existía el
divorcio por
generosidad, como el de
Caton que, verificando
que su mujer Marcia
agradaba a su amigo
Hortensio, le dio a ella
el título de esposa”. |
Los opositores del
divorcio
La Iglesia pasó a
prohibir el divorcio
especialmente después
del Concilio de Trento,
realizado en la Edad
Media. En 1930, la
encíclica papal Casti
Connubii reafirmó la
tesis de la
indisolubilidad del
casamiento, con vistas
así para proteger a los
hijos.
Clóvis Beviláqua dice
que el divorcio
“avasalla los espíritus
y acaba destruyendo las
energías psíquicas más
útiles al progreso moral
de la humanidad”.
Durkheim, en su famoso
libro “El Suicidio”,
muestra con datos
estadísticos que el
divorcio favorece el
suicidio. De hecho, una
investigación hecha en
California dice que el
42% de los suicidas
eran, en el inicio de
los años 50,
divorciados. Otros
estudiosos afirman que
el divorcio es hecho de
locura. En Baviera,
levantamiento hecho en
la misma época reveló
que 67% de los locos
eran divorciados.
El divorcio en la
concepción espírita
Allan Kardec indagó a
los Espíritus si esta
ley de la Naturaleza la
indisolubilidad absoluta
del casamiento.
Respondieron a los
inmortales: “Es una
ley humana muy contrario
a la de la Naturaleza.
Pero los hombres pueden
modificar sus leyes;
sólo las de la
Naturaleza son
inmutables” (El
Libro de los Espíritus,
697).
Jesús, tratando el
asunto, enseñó: Yo os
declaro que todo aquel
que repudia su mujer, si
no es por causa del
adulterio, y casarse con
otra, comete adulterio,
y el que se casara con
la que otro repudió,
comete adulterio” (El
Evangelio según Mateos,
cap. 19:3 a 9).
El Codificador del
Espiritismo, opinando
sobre el asunto,
escribió: “Día vendrá en
que se preguntará si es
más humano, más
caritativo, más
moralizador retener
entre sí los seres que
no pueden vivir juntos,
que concederles la
libertad, y si la
perspectiva de una
cadena indisoluble no
aumentará el número de
las uniones irregulares”
(El Evangelio según
el Espiritismo, cap.
22:4). Y, centrándose de
forma directa el tema
divorcio, aseveró: “El
divorcio es una ley
humana, que tiene por
objeto separar
legalmente lo que ya lo
estaba de hecho, y no es
contrario a la ley de
Dios, por no reformar lo
que los hombres
hicieron, ni aplicarse
sino cuando la ley
divina no fueron tomada
en cuenta”.
Kardec recuerda en sus
comentarios que Jesús,
más allá de no haber
sancionado la
indisolubilidad absoluta
del casamiento, llegó
hasta incluso a
especificar el caso en
que el abandono puede
tener lugar, que es el
adulterio. Ahora, donde
exista una amistad
recíproca y sincera no
ronda el adulterio. Si
este se da es porque el
amor se encuentra
distante y la
estabilidad conyugal
peligra.
Conclusión
Después de Kardec,
varios autores se
manifestaron al respecto
del asunto.
Para Emmanuel, el
divorcio debe ser
meditado como medida de
última instancia. He ahí
lo que él escribió:
“Levantaste el hogar por
amor y tan sólo por el
amor conseguirás
conservarlo.”
“Innegablemente no se te
niega el derecho de
errar realizaciones o
dilatar el plazo
destinado al rescate de
ciertos débitos, una vez
que nadie puede aceptar
la criminalidad en
nombre del amor.”
“Entre tanto, en los
días difíciles del hogar
recuerda que el divorcio
es justo, pero en la
condición de medida
articulada en última
instancia.” (Emmanuel,
en “En la Era del
Espíritu”, cap.
11.)
José Herculano Pires
trajo también su
contribución sobre el
asunto:
“Quien ama sabe tolerar
y perdonar. Las
dificultades serán
superadas día a día por
el cultivo del amor.”
“El cultivo del amor es
como el cultivo del
arte. Y quien rompiera
un casamiento de amor,
por simple intolerancia,
no encontrará más
remedio para su
soledad.” (J. Herculano
Pires, en “En la Era
del Espíritu”,
cap. 11.)
André Luiz nos presentó,
acerca del tema, una
visión innovadora,
equiparando el divorcio
a una realización
errónea, como podemos
ver en el texto
siguiente:
“Divorcio, edificación
aplazada, resto a pagar
en la balanza del
espíritu deudor. Es
generalmente porque uno
de los cónyuges, socio
en la firma del
casamiento, vino a
olvidar que los derechos
en la institución
doméstica suman deberes
iguales.”
“Auxiliemos, en la
Tierra, la comprensión
del casamiento como
siendo una unión de
realizaciones y
concesiones mutuas, cuya
falta es preciso
evitar.” (André Luiz, en
“Sol en las Almas”,
cap. 10.)
Finalmente, Divaldo
Franco así se manifestó
sobre ese tema:
“La Doctrina Espírita ve
como un ‘mal
necesario’ la
solución del divorcio.
Llegará el día en que el
hombre escogerá mejor a
su compañero, con
madurez y amor y, como
consecuencia, soportará
más las vicisitudes que
vienen de esa elección,
liberándose de aquello
que constituye una
carga aflictiva, porque
el tiene los ojos
puestos en la vida
espiritual, que es la
verdadera.” (Divaldo P.
Franco, en EL
INMORTAL, págs. 6
y 7, junio de 1984.)
Concluyendo, podemos
afirmar:
1) El Espiritismo acepta
el divorcio cuando los
cónyuges ya se
encuentran separados. El
divorcio será entonces
una forma jurídica de
legalizarse lo que de
hecho ya se consumó.
2) El divorcio debe ser
medido en última
instancia, cuando no
exista más ningún clima
de convivencia entre los
cónyuges.
3) El divorcio es una
edificación fatal, falta
para pagar en la
balanza del espíritu
deudor.
4) Todos los problemas
generados a partir de la
separación conyugal
pesarán en la hoja de
aquel que fue la causa.
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