Escuela, padres e hijos:
los desafíos de los
nuevos tiempos
Debemos sentirnos
alertas para nuestras
responsabilidades
delante de los hijos,
para que estos, como
nuestras cartas vivas,
puedan dar un día el
mejor testimonio al
mundo de lo que pudieron
aprender con nosotros
La desatención de los
padres en relación a los
hijos ha provocado
problemas de todo orden.
Uno de esos problemas
está en la sobrecarga
que las escuelas sufren
por cuenta de eso. La
escuela, en verdad, ha
sido una de las
instituciones que más
han sufrido con los
desajustes de la
familia. Todos los
profesores tienen
algunas historias
nada edificantes que
contar sobre este tema.
La gravedad del asunto
es preocupación de Juan
Carlos Tudesco, educador
argentino. (1)
Él dedicó parte de su
obra “El Nuevo Pacto
Educativo” al que
denominó de “déficit de
socialización de
los
alumnos”. (2)
En otras
|
|
palabras, la familia,
primera institución
socializadora, no está
cumpliendo su papel, que
es el de hacer a los
niños asimilar las
reglas y valores básicos
necesarios para la
convivencia social.
Resumiendo, ellos no han
aprendido a
“comportarse”, y a tener
“buenos hábitos”, a
“respetar el derecho de
los hermanos y colegas”
etc. |
Conozcamos en breves
líneas las ideas de este
autor, en su entrevista
concedida a la revista
Nueva Escuela:
“...
en las últimas décadas
(...), en todo el mundo,
la familia viene
perdiendo su capacidad
de ofrecer esa
socialización primaria,
en muchos casos por la
ausencia de la figura
paterna; o porque la
imagen paterna cambia
dos o tres veces a lo
largo de la infancia.
Además de eso, el niño
hoy se incorpora cada
vez más pronto a
instituciones diferentes
de la familia, como
pre-escuelas y
guarderías o incluso
alguien que cuida de el
para que la madre
trabaje. Esos adultos
son menos importantes
que los padres, del
punto de vista afectivo.
Por eso, la primera
socialización se está
realizando sin tanta
carga afectiva, como en
el pasado. No se puede
simplemente transmitir
conocimientos si la
socialización primaria,
imbuida de valores y
afectos importantes, no
está completa. Eso tiene
reflejos en el desempeño
de los profesores y en
el propio diseño de la
institución escolar”.
(negrita nuestra)
El papel de los padres
es el de educar a los
hijos, Espíritus que
vuelven para una
experiencia más en la
carne
La nueva escuela
que surge a partir de
entonces pasa a
incorporar también el
papel de la familia,
cabiendo a la escuela,
que el denominó de
total, inclusive,
“la tarea de formación
de la personalidad”.
Delante de este grave
cuadro, envolviendo dos
instituciones
fundamentales en la
formación de nuestros
niños – la familia y la
escuela -, ¿qué
reflexiones o legado de
la Doctrina Espírita nos
puede proporcionar? ¿Qué
nos dicen los Espíritus
a este respecto?
En resumen, nosotros y
nuestros hijos somos
Espíritus. Vivimos
tantas existencias como
sean necesarias a
nuestra elevación
intelecto-moral. El
papel de los padres, en
este proceso, es el de
educar a los hijos,
Espíritus que vuelven
para una experiencia más
en la carne. No siempre
lo que parece evidente,
no obstante, se traduce
en acciones reales en
nuestra vida cotidiana…
Por eso, la tarea de
educar a los hijos,
propia de la familia, de
los padres, incluso
entre padres espíritas,
ha sido relegada a un
segundo plano,
transferida para la
escuela y los
profesores.
Para situarnos mejor,
recurramos, pues al
Evangelio según el
Espiritismo, en el
capítulo XIV, ítem 9,
mensaje titulado La
ingratitud de los hijos
y los lazos de familia
(Kardec, 1996, p.
239), en la cual San
Agustín nos alerta:
“... cuando producís
un cuerpo, el alma que
en el encarna viene del
espacio para progresar;
enteraos de vuestros
deberes y poned todo
vuestro amor en
aproximar a Dios ese
alma; tal misión que os
está confiada y cuya
recompensa recibiréis,
si fielmente la cumplís.
Vuestros cuidados
y la educación
que le daréis auxiliarán
a su perfeccionamiento y
a su bienestar futuro”.
(negrita nuestra)
Los Espíritus de los
padres tienen por misión
desenvolver los de sus
hijos por la educación:
esa es su tarea
Es responsabilidad clara
de los padres estos
cuidados que
envuelven la seguridad,
la alimentación, la
protección, en fin todo
lo del niño, y la
educación que,
conforme Kardec, debe
prestarse a la formación
de caracteres. (3)
El Libro de los
Espíritus,
en la cuestión 208,
también aclara esta
cuestión. Kardec
pregunta a los Espíritus
sobre la influencia de
los padres sobre los
hijos, después del
nacimiento de estos.
Después de destacar que
“gran influencia
ejercen”, es dicho
que “los Espíritus de
los padres tienen por
misión desenvolver los
de sus hijos por la
educación. Les
constituye eso una
tarea”. La respuesta
es finalizada con una
grave advertencia: “Se
volverán culpables, si
viniesen a fallar en su
desempeño”.
(negrita nuestra)
Vamos a exponer ahora en
tópicos otros elementos
que demuestran la
complejidad de este
problema:
·
Los padres desean educar
de la mejor forma a sus
hijos. Los padres
espíritas, aquellos que
buscan la orientación de
la Doctrina Espírita
para sus vidas, tienen
conciencia de su papel y
se esfuerzan para
ejercerlo bien, en la
mayoría de las veces;
·
No obstante,
no basta desear, es
necesario que se
cree condiciones reales
para que esto ocurra.
Esto es, el tiempo y el
espacio de la
convivencia familiar
deben estar plenamente
ocupados con este
objetivo. En otras
palabras, nuestro
hogar, en el poco
tiempo que nos sobra
para estar juntos,
debe transformarse en
verdadera escuela del
alma. Es en el
espacio de convivencia
familiar que se va a
forjar la citada
“socialización
primaria”, con sus
valores, reglas y la
necesaria carga
afectiva, muy
importante para la
capacidad de aprendizaje
de los niños.
Es necesario y urgente
volvamos para casa; no
al acaso campañas en
pro de la familia se
suceden
en nuestro medio.
·
Los padres desean
encaminar a sus hijos
profesionalmente. Y aquí
está uno de los grandes
problemas de nuestro
tiempo: la excesiva
atención a los aspectos
meramente cognitivos del
aprendizaje de los
hijos, como si sólo el
desarrollo de la
inteligencia los
preparase para la
conquista del “futuro
empleo” o del “status
social” con que
soñamos para el. De ahí
la desmesurada atención
a las dichas escuelas
buenas y fuertes,
en que ellos deberán
volverse competitivos
en el mercado de
trabajo un día…
Curiosamente, el propio
mercado de trabajo trata
de librarnos de estas
ilusiones al apuntar
otros factores
determinantes en el
perfil de un buen
profesional: un buen
coeficiente emocional
que, evidentemente, no
nace sólo de los
ejercicios del
razonamiento y de la
memoria; no se aprende,
en fin, en los bancos
escolares, sino
principalmente en las
esferas de relaciones
familiares, donde se
incluye la convivencia
entre padres e hijos…
Delante de este cuadro,
debemos sentirnos
alertas para nuestras
responsabilidades
delante de los hijos,
para que estos, como
nuestras cartas vivas,
puedan dar un día el
mejor testimonio al
mundo de lo que pudieron
aprender con nosotros…
Por eso, es siempre
necesario y urgente
volvernos para casa.
No al acaso las campañas
en pro de la familia se
suceden en el movimiento
espírita y en otras
religiones. “La
familia apriete este
lazo” fue el lema de
la campaña promovida por
la USE algunos años
atrás, con su invitación
directa y sugestiva.
Lazos afectivos
apretados, convivencia
reforzada, problemas con
posibilidades de ser
solucionados.
Delante del tiempo
siempre escaso para una
“vida en familia”, según
los moldes antiguos, la
cualidad del tiempo
que dedicamos a los
nuestros es la que podrá
marcarlos
definitivamente.
Mientras redefinir
nuestra escala de
valores y responder la
simple, pero difícil
cuestión: “¿qué ha sido
más importante en
nuestras vidas?
Notas: