Olavo, un niño de siete
años, hiperactivo y sin
paciencia, no conseguía
realizar sus pequeñas
tareas, protestando por
todo.
Se sentaba para hacer
los deberes de la
escuela, pero en pocos
minutos tiraba el lápiz,
irritado alegando:
- ¡Esta tarea es muy
difícil! No sé hacerla.
Invitado por los
compañeros para ver una
película, pronto se
mostraba impaciente,
protestando:
- ¡Esta película es muy
larga! ¡No aguanto más!
Al ser llamado para
jugar a la pelota, en
poco tiempo estaba
cansado del juego:
- ¡Este juego no acaba
nunca! ¿Vamos a jugar a
otra cosa?
La madre preocupada con
el comportamiento del
hijo, oía sus protestas,
lo aconsejaba a tener
paciencia y a esforzarse
más, sin conseguir
resultado alguno.
Cierto día ella decidió
llevarlo a pasear.
Era primavera. Caminando
por una plaza, Olavo
quedó encantado con un
árbol florido y exclamó:
- ¡Mira, mamá, que árbol
grande y bello! ¡Sus
flores son bonitas y
perfumadas!
Más adelante, Olavo se
paró delante de una
estatua recientemente
inaugurada. La escultura
homenajeaba a un pionero
de la ciudad,
reproduciendo su figura
a tamaño natural.
Olavo, admirado delante
de la estatua, comentó:
- Mira, mamá, que
estatua más bonita.
¡Parece tener vida!
Enseguida, pasaron por
una gran piedra que
componía el ornamento
del jardín, y el niño
consideró:
- ¡Ya esta piedra no
sirve para nada!
La madre, aprovechando
la ocasión, explicó:
Te engañas, hijo mío. De
una piedra bruta como
esta es como los
artistas hicieron
aquella escultura que tú
admirabas hace poco.
-¿Cómo será que el
artista consiguió hacer
un trabajo tan bonito?
La madre sonrió y
respondió:
- Ciertamente necesita
mucho esfuerzo y tiempo.
Y cogiendo una vaina del
suelo, la abrió, cogió
una de las simientes y
la colocó en la palma de
la mano del niño,
considerando:
- Todo en la vida
depende de esfuerzo,
hijo mío. De una pequeña
simiente como esta es
como nació el árbol
enorme y bello que tú
estás viendo. Representa
el esfuerzo conjugado de
la naturaleza y del
hombre, pues alguien
cuidó de ella para que
se desarrollase.
El jovencito tuvo una
idea y dijo animado:
- Voy a llevar esta
simiente y plantarla en
nuestra casa. ¡Quiero
verla crecer rápido!
- Buena idea, hijo mío.
Sin embargo, no tengas
prisa. Serán necesarios
muchos años para que
esta pequeña simiente se
transforme en un árbol.
Pero tú tendrás la
oportunidad de verlo
nacer, crecer y
desarrollarse.
Olavo se quedó
decepcionado.
- ¡Me gustaría que
creciese pronto!
- Nada ocurre de un día
para el otro, hijo mío.
Todo lo que hacemos
requiere esfuerzo,
tiempo y buena voluntad.
¿Tú ya viste un edificio
surgir de repente, que
un puente sea construido
del día para la noche?
- No. Ni la tarea
escolar de la escuela se
resuelve sola.
- Eso mismo. La
naturaleza precisa de
tiempo para realizar su
trabajo, y nosotros
también.
Entonces, ve adelante.
Planta tu simiente y
verás como es bonito
verla crecer.
 |
Delicadamente, Olavo
llevó la simiente en su
mano. Llegando a la
casa, bajo la
orientación de la madre,
él abrió un agujero,
depositó la simiente, la
cubrió con la tierra y
la regó.
Todos los días, pronto
al despertar, Olavo iba
a ver el lugar donde
había plantado su
simiente. Un día dio
palmas de alegría: un
brotecito estaba
despuntando.
|
Después, con
satisfacción Olavo
acompañó el desarrollo
de la plantita, que cada
día crecía un poco,
hasta que pasó en mucho
la altura de Olavo. |
Aquel niño inquieto e
impaciente aprendió con
aquella simiente que
todo tiene un tiempo
fijo en la vida y que no
sirve de nada atropellar
las cosas.
Olavo se volvió buen
alumno en la escuela y
algunos años después, ya
joven, fue a estudiar a
otra ciudad.
Al volver, se maravilló
con lo que vio. Su
simiente se transformó
en un bonito y frondoso
árbol, lleno de
perfumadas flores.
Mirando el tronco
posado, las ramas
frondosas que permitían
la sombra y el frescor,
las bonitas flores que
adornaban delante de la
casa, Olavo dijo a su
árbol, emocionado:
|
 |
- Nosotros dos crecimos
y ya estamos
produciendo. Yo, porque
conseguí terminar la
facultad y tú, porque
nos alegras con tus
flores y tú sombra.
Aprendí mucho contigo,
querido amigo. ¡Gracias! |
Se aproximó, abrazando
el bello tronco, y lo
llenó de besos.
Tía Célia
|