En la entrevista
que concedió a
Marcel Gonçalves,
la cual
constituye una
de las reseñas
de la presente
edición, nuestro
compañero Hugo
Gonçalves,
ejemplo de
bondad y de
dedicación a la
causa espírita,
esclarece con
notable
precisión, a la
luz de la
Doctrina
Espírita, lo que
significa la
palabra caridad
y cómo debemos
ejercitarla.
Esa palabra
integra, como se
sabe, una frase
de Kardec que
acabó, con el
paso del tiempo,
siendo elevada a
un auténtico
lema del
Espiritismo:
“Fuera de la
caridad no hay
salvación”.
Para los que
asocian el
vocablo caridad
a la limosna o a
la simple
beneficencia,
tal lema se
figura un
despropósito e
incluso un
absurdo. Pero la
caridad no se
resume a eso, ya
que su
conceptuación es
mucho más amplio
y va más allá,
mucho más allá,
del acto de dar
alguna cosa a
alguien.
En una conocida
cuestión del
El Libro de los
Espíritus,
los inmortales
enseñaron que,
según el
entendimiento de
Jesús, caridad
significa
benevolencia
para con todos,
indulgencia para
con las
imperfecciones
ajenas, perdón
de las ofensas.
El acto de
ayudar a alguien
se incluye así,
en la llamada
beneficencia,
que sería uno de
los aspectos del
ejercicio de la
caridad,
denominada por
algunos como
siendo caridad
material.
¿Cómo debe la
caridad ser
ejercitada?
Respondiendo a
esta cuestión,
Hugo Gonçalves
dice que ella
debe ser
ejercitada con
amor, pues sin
amor la caridad
es falsa y no
puede, por
consiguiente,
ser así
considerada.
Cuando al
contrario, hay
en su ejercicio
el sentimiento
del amor, la
caridad es pura,
es legítima, es
en fin, caridad
propiamente
dicha.
Aliando las
palabras del
compañero a la
enseñanza de los
Espíritus,
podemos entonces
decir que – si
el sentimiento
de amor es
indispensable a
la caridad –
sólo podemos
clasificar como
actos de caridad
la benevolencia,
cuando es pura,
la indulgencia,
cuando es
sincera, y el
perdón, cuando
es
incondicional.
Es precisamente
con ese sentido
que se debe
entender la
frase de Kardec:
“Fuera de la
caridad no hay
salvación”.
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