La
responsabilidad
por lo que
hablamos y
hacemos es
consecuencia
directa del
libre albedrío,
esa libertad de
elección que
Dios nos
concedió y que
se amplía a
medida que
evolucionamos. A
la vista de eso,
la
irresponsabilidad
no podría
propagarse en
nuestro medio.
Periodistas,
editores,
médiums – más
que cualquier
otra persona –
deberían tener
siempre en mente
tal hecho, en
base de la
repercusión que
su trabajo puede
tener en la
sociedad.
Ahí está, pues,
la razón de
porqué hacemos
nuestras las
palabras
siguientes que
componen uno de
los artículos
publicados en la
edición de julio
del periódico
O Imortal:
“Vivimos
momentos
difíciles en la
actualidad del
movimiento
espírita
brasileño, pero
los culpables de
eso somos
nosotros mismos.
Hemos confundido
el significado
de la palabra
tolerancia.
Tolerancia, no
hay duda, es un
deber nuestro
para con todas
las personas,
pero jamás con
los errores por
ellas cometidos.
Apuntar el
engaño, el
fallo, el
equívoco es un
bien que hacemos
a aquel que se
equivoca, ya
que, advertido
de sus
equívocos, podrá
subir nuevo
estado de
comprensión.
Evidentemente
que al hacerlo
no nos cabe
exponer a nadie
al ridículo o a
la mofa, porque
eso hiere el
principio de la
caridad, que es
un bien precioso
que nosotros
espíritas no
podemos ignorar.
Nuestro segundo
error es la
irresponsabilidad
que ha llevado a
muchas personas,
no sólo los
médiums, a
despreciar las
bases
fundamentales
sobre lo que fue
codificada la
Doctrina
Espírita. Parece
hasta que nos
olvidamos de la
lección que
Emmanuel dio a
Chico Xavier en
los principios
de su trabajo
tan admirado por
los espíritas de
Brasil. Era
preciso, le dijo
al querido
mentor, comparar
los escritos
mediúmnicos con
la obra de
Kardec y las
enseñanzas de
Jesús. En caso
de discordancia,
el destino de
los escritos
sería la cesta
de la basura,
aunque el autor
de la
comunicación
fuera él mismo.
En la principal
obra dirigida a
los médiums y a
los dirigentes
espíritas,
Kardec insertó
dos lecciones
imprescindibles
y que se
mantienen
actuales, una
firmada por
Erasto, otra por
San Luís. La
primera compone
el ítem 230 de
El Libro de
los Médiums:
‘En la duda, te
abstiene, dice
uno de vuestros
viejos
proverbios. No
admitáis, por lo
tanto, sino lo
que sea, a
vuestros ojos,
de manifiesta
evidencia. Desde
que una opinión
nueva venga a
ser expuesta,
por poco que os
parezca dudosa,
hacedla pasar
por el crisol de
la razón y de la
lógica y
rechazad sin
temor lo que la
razón y el bueno
sentido
reprueben. Mejor
es repeler diez
verdades que
admitir una
única falsedad,
una sola teoría
errónea.
Efectivamente,
sobre esa teoría
podríais
edificar un
sistema
completo, que se
desmoronaría al
primer soplo de
la verdad, como
un monumento
edificado sobre
arenas
movedizas,
mientras que, si
rechazarais hoy
algunas
verdades, porque
no os son
demostradas
clara y
lógicamente, más
tarde un hecho
brutal, o una
demostración
irrefutable
vendrá a
afirmaros su
autenticidad.
‘¡Acordaos, sin
embargo, oh
espíritas! de
que, para Dios y
para los buenos
Espíritus, sólo
hay un
imposible: la
injusticia y la
iniquidad. El
Espiritismo ya
está bastante
esparcido entre
los hombres y ya
moralizó
suficientemente
a los adeptos
sinceros de su
santa doctrina,
para que los
Espíritus ya no
se vean
obligados a usar
de malos
instrumentos, de
médiums
imperfectos. Si,
pues, ahora, un
médium,
cualquiera que
él sea, se hace
objeto de
legítima
sospecha, por su
proceder, por
sus costumbres,
por su orgullo,
por su falta de
amor y de
caridad,
repeled, repeled
sus
comunicaciones,
por cuanto ahí
estará una
serpiente oculta
entre las
hierbas. Es esta
la conclusión a
que llego sobre
la influencia
moral de los
médiums.
(Erasto).’
La segunda
lección puede
ser vista en el
ítem 266 de la
obra citada:
‘Sometiéndose
todas las
comunicaciones a
un examen
escrupuloso, y
escrutando y
analizando el
pensamiento y
las expresiones,
como es de uso
hacerse cuando
se trata de
juzgar una obra
literaria,
rechazándose,
sin dudar, todo
lo que peque
contra la lógica
y el bueno
sentido, todo lo
que desmienta el
carácter del
Espíritu que se
supone ser el
que se está
manifestando, se
lleva el
desanimo a los
Espíritus
mentirosos, que
acaban por
retirarse, una
vez queden bien
convencidos de
que no lograrán
engañar.
Repetimos: este
medio es único,
pero es
infalible,
porque no hay
comunicación
mala que resista
a una crítica
rigurosa. Los
buenos Espíritus
nunca se ofenden
con esta, pues
ellos mismos la
aconsejan y
porque nada
tienen que temer
del examen. Sólo
los malos se
formalizan y
buscan evitarlo,
porque todos
tienen que
perder. Sólo con
eso prueban lo
que son. He ahí
aquí el consejo
que a tal
respeto nos dio
San Luís:
Cualquiera que
sea la confianza
legítima que os
inspiren los
Espíritus que
presiden
vuestros
trabajos, una
recomendación
hay que nunca
será demasiado
repetir y que
deberíais tener
presente siempre
en vuestro
recuerdo, cuando
os entregáis a
vuestros
estudios: es la
de pesar y
meditar, es la
de someter al
tamiz de la
razón más severa
todas las
comunicaciones
que recibáis; es
la de no dejar
de pedir las
explicaciones
necesarias para
formar una
opinión segura,
desde que un
punto os parezca
sospechoso,
dudoso u
oscuro.’
*
Herculano Pires,
que, según
Emmanuel y Chico
Xavier, era
quién más
entendía de la
obra de Kardec,
jamás dejó de
apuntar los
errores, fuera
de quién fuera,
porque por
encima de todo
tenemos que
preservar la
Doctrina y no
permitir que nos
usen para
denigrarla.
Se divulga, sin
embargo, en
nuestro medio,
un periódico que
parece ser
dirigido por no
espíritas, un
periódico que
usa el nombre de
Chico Xavier, no
para endiosarlo,
como
aparentemente
podríamos
pensar, sino
para ensuciarlo
y disminuirlo a
nuestros ojos,
al atribuir a él
la defensa del
aborto en casos
de anencefalia y
de violación y,
lo que es mucho
más serio y
lamentable,
colocar en sus
labios la
información de
que una persona
puede morir y
otro Espíritu
encarnar en el
cadáver,
reanimarlo y
continuar
viviendo.”
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