Dos meses antes de
su fallecimiento, en
septiembre de 1989,
Jerônimo estuvo en
Votuporanga,
interior del Estado
de San
Pablo,
para unas
conferencias en el
Centro Espírita
Emmanuel y en el
Centro Espírita
Humberto de Campos,
oportunidad en que
nos concedió la
entrevista que
sigue:
BRASIL CORAZÓN DEL
MUNDO
– Jerônimo, se nota
en la sociedad
brasileña, de un
modo general, un
gran descrédito para
con la
administración
pública,
desesperanza en el
cuadro social e
indiferencia en el
trato con los
valores nobles de la
vida. ¿Por qué eso
viene ocurriendo?
Jerônimo Mendonça –
Indudablemente que
eso es fruto de una
transición, que el
propio planeta en sí
atraviesa. Y Brasil
no podría ser
diferente, dentro de
las coyunturas, de
las pruebas que
todos nosotros aún
tenemos que pasar.
Pero tenemos que
creer en el mañana
mejor, confiar en
los verdaderos
hombres de bien, que
saben que todo
eso pasa dejando con
nosotros el
resultado benéfico
de una experiencia.
Finalmente, la vida
es una escuela
permanente de
ejemplos constantes,
y nosotros los
espíritas tenemos
que ver esa
transición con los
ojos del optimismo
colocados en el
futuro.
Hoy la dificultad,
los contratiempos,
la inversión de
valores, la
violencia, el
desamor, pero mañana
será el reinado de
paz y de esperanzas.
Queramos o no,
Brasil será el
Corazón del Mundo y
la Patria del
Evangelio.
PENA DE MUERTE
– Nunca se habló
tanto de la pena de
muerte en Brasil
como en la
actualidad.
Movimientos de
presión se levantan
pidiendo la pena
capital para los
causantes de delitos
más graves. ¿Como ve
usted eso?
Jerônimo Mendonça
– Nosotros sabemos
perfectamente que la
violencia no se
extingue con la
violencia. Es como
si nosotros
intentáramos borrar
un incendio
tirándole
combustible. La pena
de muerte para
nosotros sería un
retroceso,
principalmente
nosotros los
brasileños, que
somos un pueblo
pacífico por índole.
Y uno de los
mandamientos de la
Ley de Dios es muy
claro y viene de
forma imperativa:
“No matarás”.
Entonces la
violencia no
resolverá el
problema de la
violencia. Vamos a
orar para que ese
proceso de ideas
obsesivas no alcance
lo emocional y la
razón de los hombres
de bien, porque, a
pesar de todas las
congojas, el amor es
el gran camino de la
felicidad humana.
– ¿Cómo debe
posicionarse el
cristiano que
verdaderamente desea
contribuir para la
implantación de una
nueva orden social
en la Tierra?
Jerônimo Mendonça
– Cumpliendo cada
cuál de nosotros,
con dignidad
nuestros deberes.
Siendo fieles a
nuestros postulados,
con más espíritu de
desprendimiento y
abnegación por la
causa humana y
social. Sabiendo que
el discípulo de hoy
debe contemplarse en
el retrato vivo
del Maestro de
siempre, que supo
que el camino más
perfecto de esa
integración con Dios
y con la felicidad
perfecta es el deber
cumplido. Cada cuál
de nosotros, sepamos
cumplir nuestros
deberes dentro de
nuestros puestos de
trabajo, he ahí el
resultado de la
victoria.
VIVENCIA EVANGÉLICA
– Jerônimo, si ya
tenemos noticias de
las imprescindibles
enseñanzas de Jesús,
¿por qué encontramos
tantas dificultades
en vivirlas?
Jerônimo Mendonça
– Es porque nosotros
tenemos el evangelio
más en la
inteligencia que en
el sentimiento. Él
aún vive más en la
esfera mental, en el
razonamiento, que
dentro del corazón
como renovación.
Pero llegará un
momento en que todos
nosotros, mirando el
panorama del pasado,
para aquellas
verdaderas almas que
todo hicieron en la
implantación del
Cristianismo
naciente, soportando
hogueras, fieras y
tantas calamidades
que la historia
registra, podamos
asestar en ese
espejo del pasado
para tener la
dignidad espiritual
del presente y saber
testificar a Jesús
en cualquier ocasión
de la vida.
EL DOLOR Y EL
SUFRIMIENTO
– ¿El dolor y el
sufrimiento son
creaciones de Dios?
Jerônimo Mendonça
– Jamás. Dios, en su
infinita perfección
y bondad, jamás
crearía el
sufrimiento para sus
hijos. El
sufrimiento y el
dolor son desvíos
del libre albedrío
del hombre a través
de los milenios.
Toda actitud nuestra
contra las leyes de
amor de nuestro
Padre significa
sufrimiento en
nosotros. Dios jamás
castigaría a la
humanidad con
hambre, miseria,
dolor físico y dolor
moral.
Nosotros somos los
que creamos esa
coyuntura carmica.
Todo plantío errado
da una cosecha
torcida.
VICIOS TÓXICOS
– Jerônimo, ¿qué
podría usted decir a
los padres que,
desesperados, notan
a los hijos
trillando por los
caminos sombríos de
la vida, perdiéndose
por las veredas de
las fantasías y de
los vicios?
Jerônimo Mendonça
– Más amor a esos
hijos, más espíritu
de comprensión de
las dificultades
psicológicas y de
los procesos
obsesivos que a
veces dirigen las
cabezas jóvenes. El
Espíritu vuelve a la
reencarnación
trayendo consigo las
tendencias no
superadas del
pasado y a veces no
encuentra un hogar
tan bien
estructurado
evangélicamente;
entonces, en vez de
que esas tendencias
sean combatidas,
ellas son
alimentadas por los
ejemplos aún
fallados de sus
propios tutores
espirituales.
Entonces, paciencia,
fe, mucha
abnegación, mucha
capacidad de
perdonar y
entregarlos a Dios,
sin dejar el barco a
la deriva.
¿QUÉ ES TENER FE?
– Jesús afirmó que
quién tuviera la fe
del tamaño de un
grano de mostaza
podría transportar
montañas.
Preguntamos: ¿Qué es
tener fe?
Jerônimo Mendonça
– Fe, según el
Espíritu de
Emmanuel, es visión
de la vida, la
lógica de la vida en
sí. El labrador sabe
que en la semilla
está
embrionariamente el
árbol del mañana,
pero si él no tiene
fe en su propia
certeza de que
plantando da,
aquella semilla va a
permanecer sólo como
embrión.
Entonces la fe no
nos viene por
osmosis, es una
conquista de cada
uno en el tiempo y
en el espacio, y
dentro de la
Doctrina Espírita
esa fe pierde aquel
carácter sólo
místico para ser una
fe eminentemente
racional. Es
conocer, es saber de
donde
venimos, qué estamos
haciendo, qué es la
vida y para dónde
vamos. Es tener
noción de rumbo y de
camino: esta es la
fe.
FELICIDAD
– Jerônimo, ¿cómo
podemos encontrar la
felicidad que tanto
deseamos?
Jerônimo Mendonça
– La felicidad es un
cambio, el amor es
fusión. Nadie puede
ser feliz en el
egoísmo, en el
exclusivismo,
entregado a la
marginalidad de una
situación,
cualquiera que ella
sea. Felicidad es
participación, es la
improvisación de la
felicidad de los
otros, pues es dando
que se recibe.
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