Amor materno y amor filial
Presentamos en esta edición
el tema
nº
143
del Estudio Sistematizado de
la Doctrina Espirita, que
está siendo presentado aquí
semanalmente, de acuerdo con
el programa elaborado por la
Federación Espirita
Brasileña, estructurado en
seis módulos y 147 temas.
Si el lector utiliza este
programa para el estudio en
grupo, sugerimos que las
cuestiones propuestas sean
debatidas libremente antes
de la lectura del texto que
a ellas sigue.
Si es destinado solamente
para uso por parte del
lector, pedimos que el
interesado intente
inicialmente responder las
cuestiones y solo después
lea el texto referido. Las
respuestas correspondientes
a las cuestiones presentadas
se encuentran al final del
texto abajo.
Cuestiones
para debate
1. ¿El amor material forma
parte de las leyes de la
naturaleza?
2. La misión de la
maternidad no siempre es un
mar de rosas. ¿Por qué?
3. ¿Qué deber compete a la
madre, relativo a sus hijos?
4. ¿Cómo debemos entender,
según las enseñanzas
espíritas, el mandamiento
“Honrad a vuestro padre y
vuestra madre”?
5. Dos causas determinan
básicamente la ingratitud de
los hijos para con los
padres. ¿Cuáles son esas
causas?
Texto para la lectura
La misión materna no siempre
es un mar de rosas
1. El corazón materno es, en
la expresión de un Espíritu
amigo, “un vaso de amor en
el que la vida se manifiesta
en el mundo”, pero grave es
el oficio de la verdadera
maternidad. “Se levantan
monumentos de progreso entre
los hombres y los debemos,
en gran parte, a las madres
abnegadas y justas, pero se
yerguen penitenciarias
sombrías y las debemos, en
la misma proporción, a las
madres indiferentes y
criminales”, asevera
Sebastián Pires, en “Luz en
el Hogar”, cap. 3, pág. 15.
2. Enseña el Espiritismo que
la Naturaleza dio a la madre
el amor a sus hijos en el
interés de la conservación
de ellos. Entre los
animales, ese amor se limita
a las necesidades materiales
y cesa cuando los cuidados
ya no son necesarios. En el
hombre, el persiste por toda
la vida y lleva una
dedicación y una abnegación
que son virtudes,
sobreviviendo incluso a la
muerte y acompañando al hijo
hasta más allá de la tumba.
3. Que no se deduzca del
hecho de estar el amor
maternal en las leyes de la
naturaleza que la misión
materna sea siempre un mar
de rosas, porque no lo es.
Se trata, en verdad, de una
tarea espinosa en que la
renuncia y las lágrimas
hacen morada.
4. No es difícil entender
por qué eso se da. Es que
habitualmente renacen
juntas, bajo
los lazos de la
consanguinidad, personas que
aún no acertaron las ruedas
de la comprensión en el
carro de la evolución, a fin
de trabajar sobre las
aristas que les impiden la
armonía. Unidos a la máquina
de las convenciones
respetables, en el instituto
familiar, caminan lado a
lado, bajo el aguijón de la
responsabilidad y de la
convivencia compulsiva, para
sanar viejas heridas.
5. Existen padres que no
toleran a los hijos y madres
que se vuelven contra los
propios descendientes, tanto
como hay hijos que se
revelan enemigos de sus
padres y hermanos que se
exterminan dentro del
magnetismo degenerado de la
antipatía congénita.
Desde pronto debe la madre
preparar a sus hijos para la
vida
6. La misión materna se
reviste, por lo tanto, de
gravámenes sublimes, sobre
todo en los hogares donde
Espíritus antagónicos,
cuando no enemigos, se
encuentran temporalmente
unidos por los lazos del
parentesco. La maternidad
exige y desarrolla la
sensibilidad, la ternura, la
paciencia, aumentando la
capacidad de amar en la
mujer.
7. En el ambiente doméstico,
el corazón maternal debe ser
el exponente divino de toda
la comprensión espiritual y
de todos los sacrificios por
la paz de la familia. La
misión materna consiste en
dar siempre al hijo el amor
que fluye de Dios, porque
antes de todo sabemos que
nuestros hijos son, de
entrada, hijos de Dios.
8. Desde la infancia,
compite a la madre
prepararlos para el trabajo
y para la lucha que los
espera. Desde los primeros
años, debe enseñar el niño a
huir del abismo de la
libertad, controlándole las
actitudes y reparándole las
posiciones mentales, porque
esa es la ocasión más
propicia a la edificación de
las bases de una vida.
9. Enseñará la tolerancia
más pura, pero no desdeñará
la energía cuando sea
necesaria. Se sacrificará de
todos los modos a su alcance
por la paz de los hijos,
enseñándoles que todo dolor
es respetable, que todo
trabajo edificante es divino
y que todo desperdicio es
una falta grave.
10. Les enseñará el respeto
por la desdicha ajena. Será
ella en el hogar el buen
consejo sin parcialidad, el
estímulo al trabajo y la
fuente de armonía para
todos. Buscará, finalmente,
en la piadosa madre de Jesús
el símbolo de las virtudes
cristianas.
La familia es el núcleo de
mayor importancia en la
sociedad
11. Con relación al amor
filial, es imperioso
recordar que el mandamiento
“Honrad a vuestro padre y
vuestra madre” es un
corolario de la ley general
de caridad y de amor al
prójimo, si bien el término
“honrad” encierre un deber
más – el de la piedad
filial. Honrar padre y madre
no
consiste sólo en
respetarlos, sino también
asistirlos en la necesidad,
proporcionarles reposo en la
vejez, cercarlos de cuidados
tal como hicieron ellos con
los hijos durante la
infancia.
12. Dos causas determinan
básicamente la ingratitud de
los hijos para con los
padres: unas se deben a las
imperfecciones de los hijos;
otras resultan de fallos
cometidos por los propios
padres. En efecto, muchos
padres, no preparados para
el ministerio familial,
cometen errores
graves que pueden influir
considerablemente en el
comportamiento de la prole,
que entonces, conforme su
carácter, se rebela contra
aquellos, crucificándolos en
las trabas ásperas de la
ingratitud.
13. Muchos padres inmaduros,
que transitan en el cuerpo
incitados por el tormento de
los placeres incesantes,
responden por el
desequilibrio y desajuste de
la prole, en la desenfrenada
competición de la moderna
sociedad.
14. Hay, sin embargo, hijos
que recibieron de los padres
las más prolíferas
demostraciones de sacrificio
y cariño, aspirando a un
clima de paz, de salud
moral, de equilibrio
doméstico, nutridos por el
amor sin fraude y por la
abnegación sin fingimientos,
y aún así se revelan fríos,
exigentes e ingratos.
15. A pesar de eso, el hogar
– santuario de los padres,
escuela de los hijos, taller
de experiencias – es el
motor maestro que acciona a
la Humanidad, y la familia,
indiscutiblemente, el núcleo
de mayor importancia en el
organismo social.
Respuestas a las cuestiones
propuestas
1. ¿El amor maternal forma
parte de las leyes de la
naturaleza?
Sí. El amor maternal forma,
inequívocamente, parte de
las leyes que rigen la vida.
2. La misión de la
maternidad no siempre es un
mar de rosas. ¿Por qué?
El motivo de eso es que
habitualmente renacen
juntas, bajo los lazos de la
consanguinidad, personas que
aún no acertaron las ruedas
de la comprensión en el
carro de la evolución.
Unidos a la máquina de las
convenciones respetabais, en
el instituto familiar,
caminan lado a lado, bajo el
aguijón de la
responsabilidad y de la
convivencia compulsoria,
para sanar viejas heridas.
Y, debido a eso, hay padres
que no toleran a los hijos y
madres que se vuelven contra
los propios descendientes,
tanto como hay hijos que se
revelan enemigos de sus
padres.
3. ¿Qué deber compete a la
madre, relativo a sus hijos?
El corazón maternal debe ser
el exponente divino de toda
la comprensión espiritual y
de todos los sacrificios por
la paz de la familia. La
misión materna consiste en
dar siempre al hijo el amor
que fluye de Dios, porque
antes de todo sabemos que
nuestros hijos son,
de entrada, hijos de Dios.
Desde la infancia, compete a
la madre prepararlos para el
trabajo y para la lucha que
los espera, enseñándoles a
huir del abismo de la
libertad, controlándole las
actitudes y reparándole las
posiciones mentales, porque
esa es la ocasión más
propicia a la edificación de
las bases de una vida.
4. ¿Cómo debemos entender,
según las enseñanzas
espíritas, el mandamiento
“Honrad a vuestro padre y
vuestra madre”?
Ese mandamiento es un
corolario de la ley general
de caridad y de amor al
prójimo, si bien el término
“honrad” concluya un deber
más – el de la piedad
filial. Honrar padre y
madre no consiste sólo en
respetarlos, sino también
asistirlos en la necesidad,
proporcionarles reposo en la
vejez, cercarlos de cuidados
tal como hicieron ellos con
los hijos durante la
infancia.
5. Dos causas determinan
básicamente la ingratitud de
los hijos para con los
padres. ¿Cuáles son esas
causas?
Unas se deben a las
imperfecciones de los hijos;
otras resultan de fallos
cometidos por los propios
padres. En efecto, muchos
padres, no preparados para
el ministerio familial,
cometen
errores graves que pueden
influir considerablemente en
el comportamiento de la
prole, que entonces,
conforme su carácter, se
rebela contra aquellos,
crucificándolos en las
trabas ásperas de la
ingratitud.
Bibliografia:
O Livro dos
Espíritos,
de Allan
Kardec, questão 890.
O Evangelho
segundo o Espiritismo,
de Allan
Kardec, cap. XIV, item 3.
O Consolador,
de Emmanuel,
psicografado por Francisco
Cândido Xavier, questão 189.
Após a
Tempestade,
de Joanna de
Ângelis, psicografado por
Divaldo P. Franco, pp. 32 e
33.
Terapêutica
de Emergência,
por Espíritos
diversos, psicografado por
Divaldo P. Franco, p. 58.
Luz Viva,
de Joanna de
Ângelis e Marco Prisco,
psicografado por Divaldo P.
Franco, p. 55.
Luz no Lar,
por Espíritos
diversos, psicografado por
Francisco Cândido Xavier,
cap. 3 e 5.