Hay un consenso,
por lo menos
aquí en Brasil,
de que política,
fútbol y
religión son
asuntos que no
se discuten.
Concordamos,
obviamente, con
tal pensamiento,
aunque con
reservas.
Está claro que
el argentino y
el brasileño,
cuando les
preguntan cual
el mayor jugador
de fútbol de la
historia, jamás
llegarán a un
acuerdo, porque
en ese tipo de
discusión entra
el
factor
nacionalismo,
que impide al
argentino
reconocer que
existió en la
Tierra alguien
superior a
Maradona, algo
que es, con
todo,
perfectamente
posible a una
persona, nacida
o no en
Argentina,
destituida de
prejuicios en
relación al
tema.
En política se
da lo mismo. Un
ex-udenista
jamás admitirá a
Juscelino
Kubitschek de
Oliveira como un
estadista que
deberíamos
reverenciar
siempre, si bien
hay personas,
que un día
fueron afiliadas
a la UDN, que lo
admiten, desde
que igualmente
desprovistas del
espíritu
partidario que
sólo ve
cualidades en
sus compañeros y
sólo defectos en
los oponentes.
Ocurre en lo
tocante a la
religión algo
semejante.
Pastores
evangélicos
incontables
tienen un placer
especial en
combatir al
Espiritismo y
diseminar en sus
templos ideas
que ocasionan,
muchas veces,
verdadero pavor
por todo lo que
se diga respeto
a la Doctrina
codificada por
Kardec.
Hay, sin
embargo,
pastores que se
hicieron
espíritas
activos, como el
compañero Izaias
Claro, de
Osvaldo Cruz (SP),
y los que,
aunque
profesando sus
creencias,
tienen simpatía
por las ideas
espíritas, como
el pastor
presbiteriano
Nehemias Marien,
de formación
calvinista, que
no sólo acepta
la reencarnación
sino también los
fenómenos
mediúmnicos, al
punto de haber
dicho, en una
entrevista
concedida a
Fátima Harías,
que “el
Espiritismo es
el más caudaloso
afluente del
Cristianismo”. Y
más: “Considero
la Biblia como
el más antiguo
libro de
psicografía y
mediumnidad. Yo
creo que Jesús
era el médium
perfecto, y que
la mentalidad
kardecista todos
nosotros la
tenemos”.
Con personas
lúcidas y
desprovistas de
prejuicios
tontos es
posible, sí,
discutir de
política, fútbol
y religión,
pero,
infelizmente,
tal cosa no es
posible con
personas como la
que envió a esta
revista,
el día 12 de
febrero,
valiéndose de
nombres
inexistentes,
varios mensajes
idénticos al
publicado en la
sección de
“Cartas” de la
edición 146 de
“El Consolador”,
delante
transcrita:
De: Luciene
Silva Costa
(Salvador, BA)
Viernes, 12
de febrero de
2010 a la
22:33:15
Los muertos que
los espíritas
ven son Satanás
y los ángeles de
él
personificados
en muertos, con
la misma
"apariencia
física" que el
muerto poseía
cuando estaba
vivo, la misma
voz y también el
mismo modo de
hablar. Pero los
muertos no ven y
no oyen.
Están
descansando,
aguardando la
resurrección.
Luciene
Mensajes
rigurosamente
idénticos a
estos fueron
enviados de un
mismo ordenador
– IP:
187.89.230.178 –
en la misma
fecha y en la
misma hora, con
diferencia de
segundos entre
un mensaje y
otro, en nombre
de remitentes
diversos y
residentes en
ciudades y
Estados también
diversos.
El autor de los
mensajes
enviados ignora,
primeramente,
que internet
registra o
número del
ordenador que
utilizamos para
el envío de e-mails
y, en segundo
lugar, muestra
que no tiene
conocimiento de
las
investigaciones
ya publicadas en
varios lugares
del mundo acerca
de la
comunicación
entre nosotros y
los llamados
muertos, asunto
que, por señal,
fue objeto del
Especial de la
edición 145,
publicada dos
días después, o
sea, el día 14
de febrero, que
el lector puede
leer a partir de
este link:
http://www.oconsolador.con.br/año3/145/especial.html.
No sabemos cual
es la creencia
del remitente.
Si fuera
católico, sería
bueno consultar
lo que los
padres Gino
Concetti y
François Brune
ya dijeron sobre
el asunto. El
segundo es, por
señal, autor del
libro Los
Muertos nos
Hablan,
publicado en
1991 en Brasil
por Edicel.
Si fuera adepto
de las iglesias
protestantes o
evangélicas,
sería bueno que
leyera la
entrevista que
el pastor
Nehemias Marien
concedió a la
periodista
Fátima Harías,
la cual puede
ser leída a
partir de este
link: http://novaconsciencia.multiply.con/journal/item/75.
Actuando así,
tal vez aprenda
que debemos
tener respeto
por las
religiones de
los otros. La
creencia
religiosa es
libre y es uno
de los derechos
asegurados por
la Constitución
del País.
Además, no
cuesta nada
recordar que
para criticar
cualquier cosa
es preciso
primero
conocerla a
fondo.
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