¿Por qué el
Espiritismo no
actúa junto a la
política humana
para solucionar
los problemas de
los menos
favorecidos?
Esta fue una de
las preguntas
dirigidas al
médium Francisco
Cândido Xavier
en la célebre
entrevista por
él concedida en
el programa
Pinga Fogo
(debate
encendido)
con Chico Xavier,
el 28 de julio
de 1971, por la
Red Tupi de
Televisión.
Chico Xavier
explicó que las
leyes son
magnánimas y que
la causa de las
desigualdades y
de las
injusticias es,
antes, derivada
de la
imperfección de
los hombres
ávidos de
poderes y
riquezas, que
edifican sobre
la miseria ajena
sus castillos de
arena, tan
frágiles y tan
transitorios
como el propio
cuerpo carnal.
“La vacuna
contra la
ignorancia -
enfatizó el
médium - es la
instrucción, y
la vacuna contra
la penuria es el
trabajo.” La
reforma del
organismo social
no vendrá por
decreto, sino
que será el
resultado de una
profunda
modificación del
ser humano a
través de la
educación.
Corría, como fue
dicho, el año de
1971. Veinte
años después, en
septiembre de
1991, Lituania,
Estonia y
Letonia se
aprovecharon del
momento por el
cual la Unión
Soviética pasaba
y declararon su
independencia;
esos países
habían sido
anexionados
después de la
Segunda Guerra
Mundial. El 1º
de diciembre,
Ucrania proclamó
su independencia
por medio de un
plebiscito que
contó con el
apoyo del 90% de
la población.
Una semana
después, los
presidentes de
las repúblicas
de Rusia,
Ucrania y Bielo-Rusia
crearon, en la
ciudad de Brest
(Bielo-Rusia),
la Comunidad de
Estados
Independientes
(CEI),
decretando el
fin de la Unión
Soviética. El
día 21 de
diciembre, 11 de
las 15
repúblicas
soviéticas, en
Alma Alta,
capital de
Kazajstán, se
transfirieron al
CEI, decretando
el fin de la
Unión Soviética.
Gorbachev
gobernó sin
apoyo durante
cuatro días más
y,
el 25 de
diciembre de
1991, renunció y
declaró que la
Unión Soviética
dejaría de
existir
oficialmente el
31 de diciembre
de 1991. Rugía,
entonces, sin
que ninguna
guerra lo
obligara, el
llamado paraíso
comunista, una
prueba concreta
de que el
paraíso se
construye, no se
decreta.
*
Es preciso
comprender que
las religiones
conocidas
enfocan de
manera diferente
la finalidad de
la vida en la
Tierra. Ahora,
si se entiende
que el hombre
está destinado a
una obra
duradera, que es
su
perfeccionamiento
moral e
intelectual,
como nos enseña
el Espiritismo,
forzoso es
concluir que
otra debe ser la
motivación de
los actos de
nuestra vida.
En vez de luchar
por aumentar el
saldo del
ahorro, el
individuo
buscará ampliar
sus
conocimientos...
En vez de soñar
con la mansión
lujosa, la
criatura
intentará
edificar una
vida moral sana
que colabore con
el bienestar no
sólo de su
familia, sino
también el de
sus
semejantes...
En vez de
disipar sus
fuerzas en las
adicciones y en
los excesos de
variado orden,
el hombre todo
hará por
equilibrar mente
y cuerpo,
aprovechando
cada minuto de
la existencia
para alcanzar el
objetivo que lo
trajo al
escenario del
mundo...
Admita o no el
lector, tales
serían las
consecuencias
del cambio del
pensamiento
humano acerca
del mundo y de
la vida, porque
– si creyéramos
en eso – todos
nosotros
podríamos
comprender lo
que Jesús quiso
decir con estas
palabras: “No
juntéis tesoros
en la Tierra,
donde la
herrumbre y los
gusanos los
corroen, donde
los ladrones los
desentierran y
roban; sino
formad tesoros
en el cielo,
donde ni la
herrumbre ni los
gusanos los
corroen; porque
donde
está vuestro
tesoro ahí
también está
vuestro corazón.
Buscad, pues, de
entrada el reino
de Dios y su
justicia, y
todas esas cosas
os serán dadas
por añadidura”.
(Evangelio según
Mateo, 6:19 a
34.)
En ese sentido
es la enseñanza
espírita. La
existencia
terrena es
transitoria. La
felicidad que
soñamos no es
una construcción
exterior, sino
una obra
interna,
intimista, que
produce cambios
en nuestro campo
mental y
modifica nuestra
conducta ante el
mundo.
El cristiano
auténtico recibe
las imposiciones
y las
vicisitudes de
la vida con
superior
resignación, y
comprende que,
sea cual sea su
suerte en la
presente
existencia, le
serán tomadas
cuentas severas,
en la exacta
proporción de
los talentos
recibidos, como
el evangelista
Mateo registró
en la conocida
Parábola de los
Talentos.
No hay motivos
para que nos
rebelemos contra
la suerte del
vecino. La parte
que recibimos es
precisamente
aquella que
solicitamos y de
que carecemos
para la
experiencia de
este momento.
Siendo fieles en
lo poco, es
correcto que
tendremos otras
oportunidades en
futuras
existencias.
Esta comprensión
nada tiene que
ver con un
conformismo
nocivo o
esdrújulo, mas
se trata tan
solamente de la
comprensión
legítima de los
mecanismos de la
vida, la misma
que nos lleva a
aceptar, sin
queja, la
pérdida de un
hijo, la
enfermedad
pertinaz o los
fracasos en los
negocios.
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