concedió la
entrevista que sigue
abajo. El libro fue
publicado por
Mythos.
El Consolador: ¿Por
qué un libro para
abordar la muerte,
ese temido hecho de
la vida humana?
La finalidad de este
libro es eludir o
por lo menos
ablandar los temores
y desesperaciones
que envuelven ese
evento natural, y
para no sólo
desmitificar el
aspecto desolador y
el cuadro de dolores
acerbados que
envuelven el
fenómeno natural de
la muerte, sino
también guiar los
conceptos
espiritistas
extremadamente
consoladores,
colocándola como
Portal de la
Inmortalidad que da
acceso a la
verdadera vida,
buscando abrir la
visión de las
criaturas para los
paneles del
Infinito, en los
cuales se desdobla –
actuante – la vida
normal y natural, la
vida abundante de la
referencia
evangélica.
El Consolador: ¿Qué
inspiración lo guió
en la selección de
los textos, en la
configuración de los
capítulos y su
secuencia?
No nos preocupamos
con la configuración
de los capítulos y
su secuencia, ya que
el tema fluiría
normalmente
cualquiera que fuera
la disposición de
los mismos. Pero,
lo que nos llevó a
seleccionar los
textos fue un hecho
ocurrido en Ecuador:
Una conocida nuestra
quedó
totalmente alucinada
y confundida con la
“muerte” de su hijo
durante una
operación que se
figuraba simple.
Su aflicción era tan
grande que durante
seis meses otra cosa
no hizo sino quedar
mirando la
fotografía del hijo,
sin interesarse por
nada más... Decidí
enviarle algunas
páginas que
escribimos para la
prensa espírita
sobre el tema:
“Muerte e
Inmortalidad”. El
impacto de esa
lectura en nuestra
conocida fue
extremadamente
benéfico. Ella
logró salir de la
crisis. Sólo ahí me
di cuenta de que
andaba con
un nuevo libro en
mis manos. Si la
lectura fue buena
para ella, podría
ser también para
cualquier otra
persona que
estuviera en la
misma situación de
dolor y
desesperación... No
es sin motivo que el
Espiritismo tiene
por alias el lema
“Consolador”.
El Consolador: En el
amplio abordaje
sobre la
Inmortalidad usted
se preocupó en el
bienestar ofrecido
por la Doctrina
Espírita para
aquellos que se
vuelven de un
momento para otro
sin la presencia
física material de
sus entes queridos.
¿Cómo sitúa usted en
el contexto de la
actualidad ese
bienestar ofrecido
por las enseñanzas
espíritas?
Es un consuelo tan
bueno para los
tiempos actuales y
también futuros como
lo fue en el pasado
desde el surgimiento
del Espiritismo...
Mientras las
religiones de antaño
y las variados
aspectos de la
filosofía dejan
vacíos e
incertidumbres de
varios matices
acerca de la “post
mortem”, la
Doctrina
Espírita desvela los
paneles de la
Inmortalidad con
hechos y testimonios
verdaderos de la
realidad del Mundo
Espiritual del cual
venimos y para
donde, naturalmente,
volveremos. ¡¡En ese
campo el Espiritismo
es singular e
imbatible!
El Consolador: ¿Cuál
es la mejor
preparación que se
puede hacer para el
inevitable hecho de
la muerte?
La práctica del bien
y la conciencia pura
constituyen, según
los Espíritus, (El
Libro de los
Espíritus, q. 165),
la mejor preparación
que se puede hacer
para encarar ese
inevitable hecho,
además, es claro,
del conocimiento del
Espiritismo.
El Consolador: Para
los que aun dudan de
la inmortalidad,
¿que diría usted?
Para los incrédulos
aconsejaríamos que
descendieran del
pedestal del
orgullo, de la
presunción y de la
soberbia y buscaron
– humildemente y sin
prejuicios –
estudiar los
conceptos
espiritistas, no
olvidando que la
clase médica un día
dudó de la
existencia de los
micro-organismos
hasta
que el microscopio
probó su existencia.
Paradójicamente, la
“muerte” es el
“microscopio” que
revela la
inmortalidad del
alma. Pero, no hay
necesidad de esperar
por ella para creer:
Basta conocer lo que
enseña el
Espiritismo, que
comenzó con
fenómenos ostensivos
justamente para
sacudir el
escepticismo de los
materialistas e
incrédulos.
Léon Denis en su
extraordinario libro
“El Problema del
Ser, del Destino y
del Dolor”, editado
por la FEB, explica
– en las páginas
iniciales – que “a
la vista de tantos
fenómenos
verificados
experimentalmente,
en presencia de
testimonios que de
todas partes se
acumularon,
ningún Espíritu
perspicaz puede
continuar negando la
realidad de la otra
vida, esquivándole
las consecuencias y
a la
responsabilidades
que ella acarrea.
(...) El
Cristianismo tuvo
como punto de
partida fenómenos de
naturaleza semejante
a los que se
verifican en
nuestros días, en el
dominio de las
ciencias psíquicas.
Es por esos hechos
que se revelan la
influencia y la
acción de un mundo
espiritual,
verdadera morada y
patria eterna de las
almas. Por medio de
ellos se rasga un
claro azul en la
vida infinita. Va a
renacer la esperanza
en los corazones
angustiados y la
Humanidad va a
reconciliarse con la
muerte”.
El Consolador: ¿Es
posible vencer el
miedo a la muerte?
En general nosotros
tenemos miedo de lo
desconocido; y de la
muerte, entonces,
¡ni se habla! ¡Causa
pavor a mucha
gente! Eso es
natural, y forma
incluso parte del
instinto de
conservación de la
especie, con la
agravante de que
durante siglos
nuestro
discernimiento fue
cocinado en el caldo
cultural
judaico-cristiano.
Pero, una vez
conocido y entendido
nuestro destino
espiritual, el miedo
desaparece o como
mucho puede quedar
un inofensivo y
comprensible “recelociño”.
Allan Kardec aborda
con peregrina
claridad y
objetividad la
cuestión del “temor
de la muerte”.
Basta verificar allá
en el libro “El
Cielo y el
Infierno”, 1ª parte,
cap. II, y constatar
que “la vida futura
deja de ser una
hipótesis para ser
una realidad, en la
cual el mundo
espiritual nos
aparece en la
plenitud de su
realidad práctica.
(...) No más
permisible siendo la
duda sobre el
futuro, desaparece
el temor de la
muerte; se encara su
aproximación con
sangre fría, como
quién aguarda la
liberación por la
puerta de la vida y
no de la nada”.
El Consolador: ¿Qué
palabras pueden ser
dirigidas para los
que enfrentan la
realidad de la
separación de sus
entes queridos?
Palabras de
solidaridad y
aprecio, un bueno,
largo y cariñoso
abrazo y, en la
primera oportunidad
que surja, ofrecer
un ejemplar del
Evangelio según el
Espiritismo,
recomendando en
especial la lectura
de los capítulos V y
VI, cuyos contenidos
son bálsamos para
los corazones
dilacerados por el
dolor. Orar por los
que se fueron y por
los que quedaron
también es una
actitud de alta
significación y de
efectos
extremadamente
positivos.
El Consolador: ¿Y
cómo situar en todo
ese contexto de
reflexiones el
binomio
inmortalidad/reencarnación?
Podríamos mejorar
esta ecuación
transformando ese
binomio en un
trinomio:
Inmortalidad,
Comunicabilidad de
los Espíritus y
Reencarnación. Esos
elementos realzan y
consolidan el
aspecto consolador
del Espiritismo,
ofreciéndonos la
seguridad de que
“Dios no es Dios de
los muertos, sino de
los vivos”, una vez
que prueban
experimentalmente
que la vida continúa
activa después del
pasaje por el lado
de la tumba.
El Consolador: Pero,
¿que ocurre
realmente después de
la muerte?
Tras la muerte
seremos alocados en
algún lugar del
Mundo Espiritual
compatible con
nuestro grado
evolutivo, en el
cual vamos a
enfrentar la cosecha
de nuestra
plantación, de
acuerdo con nuestras
obras, conforme la
afirmación de Jesús
incluida en el
capítulo 16,
versículo
veintisiete del
Evangelio de Mateo.
Es evidente que todo
ese proceso estará
envuelto en el
algodón de la
misericordia divina
y no faltarán apoyo
y asistencia a quién
haya hecho por
merecerlos. En ese
momento lo que va a
hablar alto será la
práctica del bien y
la conciencia pura,
conforme vimos
arriba.
El Consolador: ¿De
qué forma
incorporamos en
nosotros mismos la
convicción de que
somos seres
inmortales?
Por el estudio, por
el razonamiento, por
la lógica... Jesús
fue el estandarte
mayor del túmulo
vacío y finalmente,
¿no fue Él quien
dijo que iba a
prepararnos el
lugar? Ahora, si Él
se dispuso a eso
sabiendo que nuestro
cuerpo físico se
destruye, es porque
algo que existe en
nosotros de inmortal
irá a ocupar el
lugar que Él iba a
preparar. ¿Por qué
Él iba a preparar
lugar para nosotros
si no hubiera vida
post-mortem? Dudar,
¿quien ha de?
El Consolador: Sus
palabras finales.
Me gustaría dejar
para los queridos
lectores nuestros
fraternales saludos
y un estímulo para
el estudio serio y
perseverante del
Espiritismo, esa
Doctrina maravillosa
que nos llena de
alegría de vivir,
dinamiza nuestra fe
y guía nuestros
pasos, además de
explicarnos cómo
ninguna otra – de
manera clara e
incuestionable –
nuestro origen y
destino o sea: de
dónde venimos, qué
estamos haciendo
aquí y para dónde
vamos... Nos
enseña, también, a
trabajar –
desinteresadamente –
en los surcos de la
Caridad, fuera de la
cual no hay
salvación,
enseñándonos, desde
ya, la definitiva
liberación
espiritual.
Teniendo cómo
balizas el “amaos e
instruiros”
sugeridos por el
Espíritu de Verdad,
no tendremos motivos
para temer la
muerte, que otra
cosa no es sino
simple y feliz
transición de uno
para el otro plano
de la vida inmortal,
en el cual
continuaremos
nuestra ascensión
evolutiva. Hago
votos que la lectura
de nuestro nada
pretensioso librito
pueda suavizar los
corazones ulcerados
por el dolor y por
la nostalgia de los
entes queridos que
se fueron, tal como
lo hizo con nuestra
querida amiga
ecuatoriana.
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