El Evangelio según Lucas
Tercer
libro del Nuevo Testamento
Lucas (Discípulo de
Pablo)
(Parte 7)
Damos continuidad en esta
edición al Estudio
Sistematizado del Nuevo
Testamento, que comprenderá
el estudio de los Evangelios
de Mateo, Marcos, Lucas y
Juan y del libro Actos de
los Apóstolos. El estudio
está basado en la versión del Nuevo
Testamento que el lector
puede consultar a partir de
este link: http://www.bibliaonline.con.br/tb.
Las respuestas
correspondientes a las
cuestiones presentadas se
encuentran a finales del
texto de abajo.
Cuestiones
para el debate
1. ¿Qué significan estas
palabras de Jesús: Pedid,
y se os dará; buscad, y
hallaréis; tocad, y se os
abrirá?
2. Una mujer dijo a Jesús:
Bienaventurado el vientre
que te trajo y los pechos en
que mamaste. ¿Qué le
respondió Jesús?
3. Invitado por un fariseo a
cenar en su casa, el fariseo
se admiró al ver que Jesús
no se había lavado antes de
cenar. Viendo la sorpresa
del anfitrión, ¿qué
enseñanza Jesús le dejó?
4. Advirtiendo a sus
discípulos para prevenirse
de la levadura de los
fariseos, ¿a qué Jesús, en
verdad, se refería?
5. Cuando un hombre del
pueblo le pidió que mandara
a su hermano repartir con él
la herencia dejada por su
padre, ¿qué respuesta le fue
dada por Jesús?
Texto para la lectura
26. Los apóstoles
discuten sobre cuál de ellos
sería el mayor - Todos
se admiraban de las cosas
que Jesús hacía y, por eso,
sus discípulos no entendían
porque él insistía en decir
que el
Hijo del hombre sería
entregado en las manos de
los escribas y ancianos y
llevado a la muerte. Se
suscitó entonces entre ellos
una discusión sobre cuál de
ellos sería el mayor. Jesús,
percibiéndoles los
pensamientos, tomó a un
niño, lo puso junto a sí, y
les dijo: “Cualquiera que
recibiera a este niño en mi
nombre, me recibe a mí; y
cualquiera que me recibe a
mí, recibe al que me envío;
porque aquel que entre
vosotros todos fueran el
menor, ese mismo es grande”.
(Lucas, 9:43 a 9:48.)
27. Las raposas tienen
cuevas, pero Jesús no tiene
donde reclinar la cabeza
- Completándose los días
para la asunción del Señor,
él manifestó el firme
propósito de ir a Jerusalén.
Y, para eso, envió
mensajeros delante de su
faz. Ellos entraron entonces
en una aldea de samaritanos,
para prepararle posada. Los
samaritanos, con todo, no lo
recibieron porque su aspecto
era como de quien iba a
Jerusalén. Santiago y Juan,
viendo esto, dijeron: Señor,
¿quieres que digamos que
descienda fuego del cielo y
los consuma, como Elías
también hizo? Jesús los
reprendió, diciendo:
“Vosotros no sabéis de que
espíritu sois. Porque el
Hijo del hombre no vino para
destruir las almas de los
hombres, sino para
salvarlas”. Ellos fueron
entonces para otra aldea. En
el camino, alguien le dijo:
“Señor, te seguiré para
dondequiera que sea”. Jesús
no dudó, pero acordó: “Las
raposas tienen cuevas, y las
aves del cielo nidos, pero
el Hijo del hombre no tiene
donde reclinar la cabeza”.
Otro, invitado por el
Maestro a seguirlo,
respondió: “Señor, deja que
primero yo vaya a enterrar a
mi padre”. Jesús observó:
“Deja a los muertos el
enterrar a sus muertos; sin
embargo tú ve y anuncia el
reino de Dios”. Un tercero
le rogó: “Señor, yo te
seguiré, pero déjame
despedir primero a los que
están en mi casa”. El
Maestro aseveró: “Nadie que
lanza mano del arado y mira
para atrás, es apto para el
reino de Dios”. (Lucas,
9:51 a 9:62.)
28. Nadie conoce al
Padre, sino el Hijo -
Enviados por Jesús para
anunciar el evangelio, los
setenta volvieron con
alegría, diciendo: “Señor,
por tu nombre, hasta los
demonios se nos sujetan”. El
Maestro, al recibirlos,
pidió que no se alegraran
porque los espíritus a ellos
se habían sujetado, pero sí
por estar sus nombres
escritos en los cielos. En
ese mismo momento, Jesús se
alegró mucho, diciendo:
“Gracias te doy, oh Padre,
Señor del cielo y de la
Tierra, que escondiste estas
cosas a los sabios e
inteligentes, y las
revelaste a la criaturitas;
así es, oh Padre, porque así
te probé. Todo por mi Padre
me fue entregado; y nadie
conoce quién es el Hijo sino
el Padre, ni quién es el
Padre sino el Hijo, y aquel
a quien el Hijo lo quiera
revelar”. Dicho esto, Jesús
se volvió para los
discípulos y les dije en
particular: “Bienaventurados
los ojos que ven lo que
vosotros veis, pues os digo
que muchos profetas y reyes
desearan ver lo que vosotros
veis, y no lo verán; y oír
lo que oís, y no lo oirán”.
(Lucas, 10:10 a 10:24.)
29. Jesús dice a Marta
que una sola cosa es
necesaria - Después de
narrar la parábola del bueno
samaritano, Jesús entró en
una aldea, y cierta mujer,
de nombre Marta, lo recibió
en su
casa. Marta tenía una
hermana llamada María, que,
sentándose también a los
pies de Jesús, oía su
palabra. Marta andaba, sin
embargo, distraída en muchos
servicios y, aproximándose,
rogó a Jesús pidiera a la
hermana que la ayudara.
Jesús la advirtió: “Marta,
Marta, estás ansiosa y
fatigada con muchas cosas,
pero una sola es necesaria;
y María escogió la buena
parte, la cual no le será
retirada”. (Lucas, 10:38
a 10:42.)
30. El Maestro es acusado
de tener parte con Belcebú,
príncipe de los demonios
- Jesús había expulsado el
demonio de un hombre que era
mudo, pero, así que salió el
demonio, el mudo habló y la
multitud quedó maravillada.
Algunos entonces decían: “Él
expulsa los demonios por
Belcebú, príncipe de los
demonios”. Otros, para
intentarlo, le pedían una
señal del cielo. Jesús,
conociéndoles los
pensamientos, dijo: “Todo el
reino dividido contra sí aún
será asolado; y la casa,
dividida contra sí misma,
caerá. Y, si también Satanás
está dividido contra sí
mismo, ¿como subsistirá su
reino? Pues decís que yo
expulso los demonios por
Belcebú. Y, si yo expulso
los demonios por Belcebú,
¿por quienes los expulsan
vuestros hijos? Ellos, pues,
serán vuestros jueces”.
Enseguida, el Maestro les
recordó: “Pero, si yo
expulso los demonios por el
dedo de Dios, ciertamente a
vosotros es llegado el reino
de Dios”. “Cuando el
valiente guarda, armado, su
casa, en seguridad está todo
cuanto hay; pero,
sobreviniendo otro más
valiente que él, y
venciéndolo, le quita toda
su armadura en que confiaba,
y reparte sus despojos.
Quién no está conmigo está
contra mí; y quien conmigo
no junta, esparce. Cuando el
espíritu inmundo ha salido
del hombre, anda por lugares
secos, buscando reposo; y,
no hallándolo, dice: Iré
para mi casa, de donde salí.
Y, llegando, la halla
barrida y adornada. Entonces
va, y lleva consigo otros
siete espíritus peores que
él, y, entrando, habitan
allí; y el último estado de
ese hombre es peor que el
primero.” (Lucas, 11:14 a
11:26.)
Respuesta a las preguntas
propuestas
1. ¿Qué significan estas
palabras de Jesús: Pedid,
y se os dará; buscad, y
hallaréis; tocad, y se os
abrirá?
Al decir tales palabras,
Jesús añadió: Porque
cualquiera que pide recibe;
y quien busca halla; y a
quien toca se le abrirá. ¿Y
cual es el padre de entre
vosotros que, si el hijo le
pidiera pan, le dará una
piedra? ¿O, también, si le
pidiera pez, le dará por pez
una serpiente? ¿O, también,
si le pide un huevo, le dará
un escorpión? Pues si
vosotros, siendo malos,
sabéis dar buenas dádivas a
vuestros hijos, ¿cuánto más
dará el Padre celestial a
aquellos que se lo pidan? La
enseñanza muestra, primero,
que Dios es un Padre amoroso
y que la Providencia divina
es un hecho concreto; en
segundo lugar, indica que es
preciso que hagamos nuestra
parte, o sea, que debemos
siempre tomar la iniciativa
y que depende
fundamentalmente de eso la
consecución del resultado
anhelado. (Lucas, 11:5 a
11:13.)
2. Una mujer dice a Jesús:
Bienaventurado el vientre
que te trajo y el pecho en
que mamaste. ¿Qué le
respondió Jesús?
Jesús le dice: Antes,
bienaventurados los que oyen
la palabra de Dios y la
guardan. (Lucas, 11:27 y
11:28.)
3. Invitado por un fariseo a
cenar en su casa, el fariseo
se admiró al ver que Jesús
no se había lavado antes de
cenar. Viendo la sorpresa
del anfitrión, ¿qué
enseñanza Jesús le dejó?
El Señor le dijo: Ahora
vosotros, los fariseos,
limpiáis el exterior del
vaso y del plato; pero
vuestro interior está lleno
de rapiña y maldad. ¡Locos!
¿Quién hizo el exterior no
hizo también el interior?
Antes dad limosna que
tuvierais, y he que todo os
será limpio.
(Lucas, 11:37 a 11:41.)
4. Advirtiendo a sus
discípulos para prevenirse
del fermento de los
fariseos, ¿a qué Jesús, en
verdad, se refería?
Jesús se refería a la
hipocresía con que los
fariseos actuaban, los
cuales predicaban una cosa y
practicaban otra. Y
aprovechó para hacer una
advertencia a los que
aparentan pero no practican
la virtud, afirmando que
nada hay encubierto que no
haya de ser descubierto, ni
oculto, que no haya de ser
sabido, porque todo lo que
en tinieblas digamos, a la
luz será oído; y lo que
hablemos al oído en el
gabinete, sobre los tejados
será predicado. (Lucas,
12:1 y 12:2.)
5. Cuando un hombre del
pueblo le pidió que mandara
a su hermano repartir con él
la herencia dejada por su
padre, ¿qué respuesta le fue
dada por Jesús?
Jesús le dijo: Hombre,
¿quién me puso a mí por juez
o repartidor entre vosotros?
Y añadió: Preveníos y
guardaos de la avaricia;
porque la vida de cualquier
no consiste en la abundancia
de lo que posee. (Lucas,
12:13 a 12:15.)