Era una vez una nubecita
que se llamaba Duda.
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A ella le gustaba jugar
en el cielo junto con
las otras nubes, sus
amiguitas.
Cierto día, Duda decidió
pasear sola y fue
volando... volando…
Pasó por una hacienda
donde los animales
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estaban delgados
por no tener que
comer. Una
vaquita le
pidió:
— Oh, nubecita Duda, ¿tú
podrías ayudarnos,
haciendo llover?
Duda se exprimió, se
exprimió... pero no
salió una gota de agua.
Ella se disculpó y se
fue aunque muy
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triste.
Llegando a otro lugar,
vio unas plantitas
marchitas y casi secas,
que le dijeron: |
— Amiga nube, ¿tú
podrías mandar unas
gotas de lluvia para
aplacar nuestra sede?
Duda dijo con buena
voluntad:
— ¡Voy a intentarlo!
Se exprimió... se
exprimió... y no cayó
nada. Ni una gotita.
Más adelante vio un
riachuelo casi seco, que
le pidió:
— ¡Oh, nubecita! Estoy
casi seco, las plantitas
a mi margen están
muriendo, los animales
pasando sed y los peces
ya no tienen condiciones
de vivir en mi lecho.
¿Tú puedes socorrerme?
Duda se quedó aun más
triste. Ella quería
ayudar tanto a los
otros, ser útil, ¿pero
cómo? ¡Era tan débil!
Pensó... pensó... y
decidió:
— ¡Ya sé! ¡Voy a pedir
ayuda!
Anduvo... anduvo... y
encontró otras nubes.
Explicó la situación y
pidió que la ayudaran,
pero ellas le
respondieron:
— ¡No podemos!
Dependemos del viento.
Duda, llena de buena
voluntad, fue a hablar
con el viento.
El amigo viento dijo que
le gustaría colaborar,
pero que solo nada podía
hacer.
— ¿Por qué? — preguntó
Duda.
— Porque dependo de Dios
para tener fuerza y
poder soplar.
Entonces, Duda hizo una
oración y pidió a Dios
que lo ayudase.
Luego el viento comenzó
a soplar con fuerza,
todo feliz. Sopló...
sopló... sopló... Quedó
hinchado de tanto
soplar. Y las nubes
fueron siendo llevadas.
En el camino iban
engrosando cada vez más,
hasta que, al llegar a
la región seca, quedaron
tan pesadas, tan
pesadas, que no
aguantaron más.
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Y el agua cayó en forma
de lluvia.
¡Fue aquello fiesta! Las
plantitas, los animales,
los pececitos y el
riachuelo quedaron muy
contentos y agradecieron
a Dios el auxilio que
recibieron — ¡la
bendición de la lluvia!
En nuestra vida, también
somos débiles, como la
nubecita Duda. Sin
embargo, con la
colaboración de todos y
el amparo de Dios,
podremos realizar
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mucho, porque la
unión hace la
fuerza. |
Si todos nos ayudamos
mutuamente, seremos más
felices y haremos
felices a aquellos que
nos rodean. Y Jesús
quedará contento con
nosotros porque Él desea
que nos amemos unos a
los otros.
Tía Célia
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