Embellecimiento
moral
1ª parte
Nuestra
alma es
nuestra
obra
capital
y
productiva,
que
supera
en
grandeza
todas
las
manifestaciones
parciales
del
arte,
de la
ciencia
y del
genio.
“Concéntrate
y haz
como el
escultor
hace la
obra que
quiere
embellecer:
Quita lo
superfluo,
aclara
lo
oscuro,
difunde
la luz
por todo
y no
dejes el
cincel”.
-
Michelangelo
Afirma
León
Denis1:
“Es
necesario
sufrir
para
adquirir
y
conquistar.
Los
actos de
sacrificio
aumentan
las
radiaciones
psíquicas.
Hay como
una
cinta
luminosa
que
sigue,
en el
Espacio,
a los
Espíritus
de los
héroes y
de los
mártires.
Aquellos
que no
sufrieron
mal
pueden
comprender
estas
cosas,
porque
en ellos
solo
está la
superficie
del ser
“arrodeada”,
valorizada…
Hay
falta de
espacio
en sus
corazones,
de
efusión
en sus
sentimientos,
su
pensamiento
cubre
apenas
diminutos
horizontes.
Son
necesarios
los
infortunios
y las
angustias
para dar
al Alma
su
terciopelo,
su
belleza
moral,
para
despertar
sus
sentidos
adormecidos.
La vida
dolorosa
es el
alambique
donde se
destilan
los
seres
para los
mundos
mejores.
La
forma,
como el
corazón,
todo se
embellece
por
haber
sufrido.
Hay en
esta
vida, un
no se
que de
grande y
enternecido
en los
rostros
que las
lagrimas
surcaron
muchas
veces.
Toman
una
expresión
de
belleza
austera,
una
especie
de
majestad
que
impresiona
y seduce.
(…)
Nuestra
alma es
nuestra
obra,
con
efecto,
obra
capital
y
fecundada,
que
supera
en
grandeza
todas
las
manifestaciones
parciales
del
Arte, de
la
Ciencia
y del
genio.
Todavía,
las
dificultades
de
ejecución
son
correlativas
al
esplendor
del
objetivo
y,
delante
la
penosa
tarea de
reforma
interior,
de
combate
incesante
bloqueado
con las
pasiones,
con la
materia,
¿cuántos
artistas
no se
desaniman?
¿Cuántas
veces no
abandona
el
cincel?
Es
entonces
que Dios
envía un
auxilio.
¡El
dolor!...
Ella
cava
osadamente
en las
profundidades
de la
conciencia
a que el
trabajador
emocionante
y torpe
no podía
o no
sabia
llegar;
borra
los
recursos,
moldea
los
contornos;
elimina
o
destruye
lo que
era
inútil o
malo y,
del
mármol
frío,
informe,
sin
belleza,
de
estatua
fea y
grosera,
que
nuestras
manos
mal
habían
esbozado,
hace
surgir
con el
tiempo
la
estatua
viva, la
obra
prima
incomparable,
las
formas
armoniosas
y suaves
de la
Divina
Psique.
El dolor
no hiere
solamente
a los
culpables.
En
nuestro
mundo,
el
hombre
honrado
sufre
tanto
como el
malo, lo
que es
explicable.
En
primer
lugar,
el alma
virtuosa
es más
sensible
por ser
más
adelantada
a su
grado de
evolución;
después
estima
muchas
veces la
búsqueda
de dolor
para
conocer
todo su
valor.
De estas
almas
que solo
vienen a
este
mundo
para dar
el
ejemplo
de la
grandeza
en el
sufrimiento,
son, a
su vez,
misioneros
y su
misión
no es
menos
bella y
conmovedora
que la
de los
grandes
reveladores.
Se
encuentran
en todos
los
tiempos
y ocupan
todos
los
planos
de la
vida,
están en
pie en
las
cimas
resplandecientes
de la
Historia,
y para
encontrarlas
es
necesario
buscarlas
en el
medio de
la
multitud
donde se
encuentran,
escondidas
y
humildes.
Muchas
almas,
por
pudor,
esconden
llagas
dolorosas
Admiramos
al
Cristo,
Sócrates,
Antigono,
Joana de
Arco;
más
cuantas
víctimas
obscuras
del
deber o
del amor
caen
todos
los días
y quedan
sepultadas
en el
silencio
del
olvido
¡Entretanto
no son
perdidos
sus
ejemplos.
Ellos
iluminan
toda la
vida de
los
pocos
hombres
que la
presenciaron.
Para que
una vida
sea
completa
y
fecunda,
no es
necesario
que en
ella
abunden
los
grandes
actos de
sacrificio,
ni que
la
remate
una
muerte
que se
muestre
a los
ojos de
todos.
Tal
existencia,
aparentemente
apagada
y
triste,
indistinta
y
desapercibida,
es, en
realidad,
un
esfuerzo
continuo,
una
lucha de
todos
los
instantes
contra
la
desgracia
y el
sufrimiento.
No somos
jueces
de todo
lo que
pasa en
el
interior
de las
almas;
muchas;
por
pudor;
esconden
las
heridas
dolorosas,
males
crueles,
que las
volverían
tan
interesantes
a
nuestros
ojos
como los
mas
celebres
mártires.
¡Las
hace
también
grandes
y
heroicas,
a estas
almas,
el
combate
ininterrumpido
que
planean
contra
el
destino!
Sus
triunfos
quedan
ignorados,
mas
todos
los
tesoros
de
energía,
de
pasión
generosa,
de
paciencia
o amor,
que
ellas
acumulan
en este
esfuerzo
de cada
día,
construye
una gran
fuerza,
belleza
moral,
que
puede,
en el
Más Allá
hacerlas
iguales
a las
mas
nobles
figuras
de la
Historia.
En el
taller
augusto,
donde se
“forjan”
las
almas,
no son
suficientes
el genio
y la
gloria
para
hacerlas
verdaderamente
famosas.
Para
darles
el
último
trazo
sublime
ha sido
siempre
necesario
el dolor.
Si
ciertas
experiencias
se
convirtieron,
de
oscuras
que eran,
tan
santas y
sagradas
como
dedicaciones
célebres,
es que
en ellas
fue
continuo
el
sufrimiento.
No fue
solamente
una vez
en tal
circunstancia,
o en la
hora de
la
muerte,
que el
dolor
les
elevo en
cima de
sí
mismas y
las
presentó
a la
admiración
de los
siglos;
fue por
toda su
vida de
haber
sido
inmolación
constante.
Y esta
obra de
largo
perfeccionamiento,
de este
lento
desfilar
de las
horas
dolorosas,
esta
afinación
de los
propios
Espíritus.
Es este
espectáculo
conmovedor
que les
inspira
la
voluntad
de
renacerme
entre
nosotros,
al fin
de
sufrir y
morir
otra vez
por todo
lo que
es
grande,
por todo
lo que
amen y
para,
con ese
nuevo
sacrificio,
volverse
mas vivo
al
propio
brillo.
La
perfección
es, por
lo
tanto,
nuestra
meta
Enseña
Allan
Kardec2:
“Se
reconoce
al
verdadero
espírita
por su
transformación
moral y
por los
esfuerzos
que
emplea
para
domar
sus
inclinaciones
malas”.
Leemos
en
Lucas3:
“Hay mas
alegría
en el
Cielo
por un
pecador
que se
arrepiente
de que
por
noventa
y nueve
justos
que
permanecen
puros”.
Esto es
porque
la
evolución
del
Espíritu,
su
perfeccionamiento,
su
embellecimiento
moral,
es, en
fin,
señal de
progreso.
El
Espíritu,
señalizando
su buena
voluntad
en
acertar
provoca-
inmediatamente-
incalculables
alegrías,
en
aquellos
que ya
vencieron
las
etapas
inferiores
del
proceso
evolutivo.
La
perfección
es, por
lo
tanto,
nuestra
meta,
tal como
señaló
Jesús al
proclamar4:
“"Sed,
vosotros
pues,
perfectos
como es
perfecto
vuestro
Padre
que está
en los
Cielos.”
Nos
alerta
de
nosotros,
y al
mismo
tiempo,
nos
estimula
Joanna
de
Ângelis
sobre
los
contratiempos
que
tendremos
adelante,
que nos
llama,
no
obstante,
a la
perseverancia5:
(…) El
camino
evolutivo
esta
lleno de
espinas
en la
perforación
y
venenosas,
invadidas
por
puntas
de
acero.
(…) Mas,
sean
cuales
sean los
factores
aflictivos
o
depresivos
que te
lleguen,
invitando
al
cultivo
del
pesimismo
o de la
irritabilidad,
no deben
encontrar
sitio en
tus
paneles
mentales.
Dolor y
nostalgia
facilitan
en gran
medida
la
fuerza
del
valor
moral de
cada uno
de
nosotros.
Enfermedades
y
desencarnación,
constituyen
un
fenómeno
natural
en el
proceso
biológico
en que
te
encuentras
situado.
Problemas
y
dificultades
representan
pruebas
en la
que
crecemos
en la
dirección
de la
vida.
De este
modo,
realiza
la
asepsia
mental
para
preservación
del
optimismo
y de la
irrestricta
confianza
en Dios”.
Estudia
la
Doctrina
Espírita
y
también
estúdiate
“(…)
Ejercita
la
vivencia
evangélica
y pauta
las
ideas y
aspiraciones
en
directriz
cristiana.
Confía
en el
tiempo y
no te
atormentes
por los
efectos
apresurados.
Sintoniza
con el
Bien, el
fin de
que los
Espíritus
nobles
se
adapten
a tu
esfuerzo.
Estimúlate
a la
vida
interior,
cultivando
la
reflexión
y la
oración
de modo
que te
puedas
abstraer,
cuanto
sea
necesario
de la
turbulencia
y de la
perturbación,
sin
alarde,
manteniendo
el
equilibro
psíquico.
Encontraras
dificultades
sin
cuento.
Si, sin
embargo,
vencieras
aquellos
problemas
que se
encuentran
en ti
mismo,
superarás
a los
otros,
que se
figuraran
de menor
gravedad
y
significado.
(…) No
desprecies
los
valores
del
servicio
cristiano,
en su
proceso
de
renovación
espiritual.
No
desconsideres
la
contribución
al
sufrimiento,
en la
programática
de tu
crecimiento
íntimo.
No
subestimes
a los
testigos
de
renuncia
y de
humildad,
en el
esfuerzo
de
liberación
personal.
No
desdeñes
las
trampas
morales
en la
temporada
carnal,
durante
el
aprendizaje
espírita,
No
desprecies
la
contribución
de
estudio
y
meditación,
en base
a los
compromisos
de tu
propia
evolución.
No te
eximas
al
trabajo,
por mas
insignificante
o mas
expresivo,
que te
constituye
el
desafío
a la
comodidad,
delante
de la
escalada
de tu
progreso.
No te
impugnes,
en la
condición
de
aprendiz,
colocado
como
estas en
el
proceso
de
educación
espiritual.
Comprometido
con la
vida, en
la
permanencia
en el
Instituto
Terrestre,
bajo
disciplinas
necesarias
al
crecimiento
y la
conquista
de paz.
Atado a
la
retaguardia
por
vínculos
infelices
experimentando
las
constricciones
de que
dependes,
aunque
anhelando
por la
liberación.
Actúa,
mientras
que es
hoy.
Ayuda,
más allá
de tu
límite.
Crece,
por
desprendimiento
de ti
mismo y
auxilia
a los
que te
retienen
en el
laberinto
de tus
aflicciones.
No
marches
a solas,
sin
compañías
con las
cuales
sintonizas
en
razones
del
pasado,
tanto
como de
los
objetivos
que te
fascinan
a la
mente y
el
sentimiento.
Eleve el
patrón
de sus
aspiraciones
y
trabaja
el suelo
de tus
deseos,
sembrando
la luz
del
amor, a
fin de
que el
amor te
responda
con paz
ante
cada
oferta
de
sacrificio
y lucha;
vigíla
las
fuentes
del
sentimiento
y no te
canses
de
aprender,
enseña a
vivir la
lección
del
optimismo
que
resuma
la
palabra
del
Señor.
Un día,
bendeciras
todo
este
esfuerzo
y al
practicarlo,
desde
ahora,
comprenderás
que la
verdadera
felicidad
nace
como una
suave
claridad
cristalina
que
alcanza
la
plenitud
y
absorbe
toda la
sombra
de
tristeza,
en un
festival
de
bendiciones
para el
Espirito.”
El
Espírita
serio no
se
limita a
creer,
porque
comprende
Según el
Maestro
Lionés6,
“la
Humanidad
esta,
aun, en
pleno
trabajo
de
gestación
de su
progreso
moral.
Ahí
residirá
la causa
de sus
mayores
acomodaciones.
Hasta
que el
hombre
se haya
aventajado
suficientemente
en
perfección,
por la
inteligencia
y por la
observación
de las
Leyes
Divinas,
las
mayores
perturbaciones
aun
están
siendo
causadas
por el
mismo,
mas que
por la
Naturaleza,
esto es,
serán
perturbaciones
antes
morales
que
físicas.”
Sigue
Kardec7:
“Para
que cada
cual
trabaje
en su
purificación,
reprima
las
tendencias
y domine
las
pasiones,
es
necesario
hacer
que se
abdiquen
las
ventajas
inmediatas
en pro
del
futuro,
ya que,
para
identificarla
con la
vida
espiritual,
encaminando
para
ella
todas
las
aspiraciones
y
prefiriéndolas
a la
vida
terrena,
no basta
creer,
sino
comprender.
Debemos
considerar
esta
vida
bajo un
punto de
vista
que
satisfaga
al mismo
tiempo
la razón,
la
lógica,
al buen
sentido
al
concepto
en que
tenemos
la
grandeza,
la
bondad y
la
justicia
de Dios.
Considerando
de este
punto de
vista,
el
Espiritismo,
por la
fe
imbatible
que
proporciona,
es, de
cuantas
doctrinas
filosóficas
que
conozcamos,
la que
ejerce
más
poderosa
influencia.
El
Espírita
serio no
se
limita a
creer,
porque
comprende,
y
comprende
porque
razona;
la vida
futura
es una
realidad
que se
desvela
incansablemente
bajo sus
ojos; es
una
realidad
que el
la toca
y ve,
por así
decir, a
cada
paso y
de modo
que la
duda no
puede
excitarlo,
o tener
refugio
en su
Alma. La
vida
corporal,
tan
limitada,
se
derrumba
delante
de la
vida
espiritual,
que es
en
realidad,
la
verdadera
vida.
¿Que le
importan
los
incidentes
de
existencia
si le
comprende
la causa
y
utilidad
de las
alternativas
humanas,
cuando
son
soportadas
con
resignación?
El Alma
se eleva
en las
relaciones
con el
Mundo
Invisible,
los
lazos
fluídicos
que lo
ligan a
la
materia
debilitan,
operándose
por
anticipación
de un
desprendimiento
parcial
que
facilita
el
pasaje
para la
otra
vida. La
perturbación
consecuente
con la
transición
poco
perdura,
porque
una vez
hecho el
paso,
pasa
pronto a
reconocer,
nada
extrañando,
antes de
comprendiendo
su nueva
situación.
Seguramente
no es
solo el
Espiritismo
que nos
asegura
tan
prometedor
resultado,
ni tiene
la
pretensión
de ser
el medio
exclusivo,
la
garantía
única de
salvación
para las
Almas.
Fuerza
es
confesar,
que los
conocimientos
que
proporciona
por los
sentimientos
que
inspira,
como por
las
disposiciones
en que
pone el
Espiritismo,
haciéndole
comprender
la
necesidad
de
mejorar,
facilita
enormemente
la
salvación.”
(Este
artículo
será
concluido
en la
próxima
edición
de esta
revista).
________________________________________
[1] -
DENIS,
Léon. O
Problema
do Ser,
do
Destino
e da
Dor. Rio
[de
Janeiro]:
FEB,
2008,
3ª.
parte,
cap. 26.
[2] -
Kardec,
A. in "O
Evangelho
segundo
o
Espiritismo"
- Cap.
XVII,
item 4
[3] - Lc.,
15:7.
[4] -
Mt.,,
5:48.
[5] -
FRANCO,
Divaldo.
Alerta.
Salvador:
LEAL,
1982,
cap. 10,
42 e 45.
[6] -
KARDEC,
Allan. A
Gênese.
43.ed.
Rio [de
Janeiro]:
FEB,
2003,
cap. IX,
item 14.
[7] -
KARDEC,
Allan. O
Céu e o
Inferno.
51.ed.
Rio [de
Janeiro]:
FEB,
2003, I,
itens 14
e 15 da
2ª.
parte.
|