Los objetivos de
nuestro pasaje
por el mundo
En su libro
Socialismo y
Espiritismo,
obra publicada
por la Casa
Editora El
Clarín, León
Denis dice que
la solución de
los graves
problemas que
asuelan nuestro
mundo pasa por
un proceso
educativo que
explique al
hombre el por
qué de su
presencia y de
su pasaje sobre
la Tierra. Con
efecto – observó
Denis -, ¿De
que sirve al
hombre
conquistar los
aires, las aguas
y todas las
fuerzas
materiales, si
él no aprende a
conocer, a
discernir las
finalidades de
su vida?
El objetivo de
la encarnación
de los Espíritus
en planetas como
el nuestro es
algo bien
definido en la
doctrina
codificada por
Allan Kardec.
El Codificador
del Espiritismo
preguntó a los
inmortales: -
¿Cuál es la
finalidad de la
encarnación de
los Espíritus?
Ellos
contestaron:
“Dios les impone
la encarnación
con el fin de
hacerlos llegar
a la perfección.
Para unos, es
expiación; para
otros, misión.
Pero, para que
alcancen esa
perfección,
tienen que
sufrir todas las
vicisitudes de
la existencia
corporal: en eso
es que está la
expiación. Visa
aún otro fin la
encarnación: lo
de poner el
Espíritu en
condiciones de
soportar la
parte que le
toca en la obra
de la creación.
Par ejecutarla
es que, en cada
mundo, toma el
Espíritu un
instrumento, de
armonía con la
materia esencial
de ese mundo, a
fin de ahí
cumplir, de
aquel punto de
vista, los
órdenes de Dios.
Es así que,
concurriendo
para la obra
general, él
propio se
adelanta” (El
Libro de los
Espíritus,
cuestión 132).
En otro momento,
Kardec indagó: -
¿Cómo puede el
alma acabar de
depurarse?
Respuesta:
“Sometiéndose a
la prueba de una
nueva
existencia”. La
finalidad de la
reencarnación
es, pues:
“Expiación,
mejoramiento
progresivo de la
Humanidad. ¿Sin
eso, donde
estaría la
justicia?” (El
Libro de los
Espíritus, 166 y
167).
En un artículo
publicado en
Revue Spirite
en 1863
Kardec examinó
la tesis de que
los Espíritus no
tendrían sido
criados para
encarnarse. La
encarnación no
sería sino el
resultado de una
falta. El
Espiritismo dice
lo contrario, o
sea, que la
encarnación es
una necesidad
para el progreso
del Espíritu y
del propio
planeta en lo
cual él vive, y
no una manera de
castigo, como
enseña de modo
equivocado el
roustainguismo.
Comunicación
obtenida en 1864
en la Sociedad
Espirita de Sens
dice que la
reencarnación es
factor
indispensable al
progreso
espiritual, en
la cual Kardec
agrega que,
trabajando para
sí mismo, el
Espíritu
encarnado
trabaja para el
mejoramiento del
mundo en que
habita.
En Paris, el
mismo tema fue
centrado por
otro Espíritu,
que explicó que
la reencarnación
es necesaria en
cuanto la
materia dominar
el Espíritu. Del
momento en que
el Espíritu
pasa a dominar
la materia, la
reencarnación no
se torna más
necesaria; es el
estado de los
llamados
Espíritus puros.
El texto puede
ser leído en
Revue Spirite
de 1864, pp. 48
a 50.
De esta última
comunicación
destacamos las
enseñanzas
siguientes: I) A
la medida que
las sensaciones
corporales del
hombre se tornan
más requintadas,
sus sensaciones
espirituales
también
despiertan y
crecen. II)
Siendo los
fluidos los
agentes que
ponen en
movimiento
nuestro cuerpo,
son ellos los
elementos de
nuestras
aspiraciones,
pues existen
fluidos
corpóreos y
fluidos
espirituales.
III) Esos
fluidos componen
el cuerpo
espiritual del
Espíritu que,
una vez
encarnado, actúa
por medio de
ellos sobre la
máquina humana,
que él debe
perfeccionar. IV)
El Espíritu
posee libre
albedrío y busca
siempre lo que
le es agradable
y satisface. Si
es un Espíritu
inferior y
material, busca
sus
satisfacciones
en materialidad
y así da un
impulso a los
fluidos
materiales. V)
Como necesita de
depuración y
ésta sólo es
alcanzada por el
trabajo, las
encarnaciones
escogidas le son
más penosas,
porque – después
de haber dado
supremacía a la
materia y a sus
fluidos – debe
constreñirla,
luchar con ella
y dominarla.
Comentando el
mensaje, Kardec
enseña que,
considerada del
punto de vista
del progreso, la
vida de los
Espíritus
presenta, así,
tres periodos
principales:
-
El periodo
material, en
lo cual la
influencia
de la
materia
domina la
del
Espíritu.
-
El periodo
del
equilibrio,
en lo cual
ambas las
influencias
se ejercen
simultáneamente.
-
El periodo
espiritual,
en lo cual,
teniendo
dominado
completamente
la materia,
el Espíritu
no más
necesita de
la
encarnación
y su trabajo
pasa a ser
enteramente
espiritual;
es el estado
de los
Espíritus en
los mundos
superiores.
Reafirmando la
necesidad del
proceso
reencarnatorio,
Emmanuel dice en
la cuestión 96
del libro El
Consolador
que la
reencarnación
representa, en
si misma, una
estación de
tratamiento y de
cura de ciertas
enfermedades del
alma, a veces
tan persistentes
que pueden
necesitar varias
estaciones
sucesivas, con
la misma
intensidad en
los procesos
regeneradores.
Y es exactamente
eso que nos
enseñan las
trovas
siguientes,
psicografíadas
por Chico
Xavier,
constantes del
libro “En la Era
del Espíritu”,
cap. 4:
“Para
quien sufre en
el más Allá
Bajo
la culpa en
lloro sin gloria
El regreso al
hogar terrestre
Es
la bendición del
purgatorio”
(Oscar Leal)
“No
adelanta huir
Del
debito que se
retrasa,
Reencarnación
llega luego
Cobrando
dentro de casa”
(Cornelio Pires)
"Cuando
un sabio de las
Alturas
Necesita
reencarnar
Nadie
consigue impedir
Ni
adelanta evitar”
(Casimiro Cunha)
“De
cualesquiera
pruebas en la
Tierra
La
que más amansa
la gente:
Enemigo
reencarnado
Bajo la
forma de
pariente”
(Lulu Parola).
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