¿El amor materno
es un mito?
Teniendo por
título
L´Amour En Plus,
causó gran
perplejidad en
todo el mundo el
libro lanzado en
1980 en la
ciudad de París,
por la profesora
Elisabeth
Badinter, que,
después de
efectuar extensa
encuesta, lanzó
la idea de que
el instinto
materno es un
mito y no existe
una conducta
materna
universal y
necesaria.
En la obra, la
autora constata
la extrema
variabilidad de
ese sentimiento,
según la
cultura, las
ambiciones o las
frustraciones de
la madre, y
concluye, por
fin, que el amor
materno es no
más que un
sentimiento
humano como otro
y, de esta
manera,
incierto, frágil
e imperfecto.
En Brasil,
publicado por
Nova Fronteira,
el libro recibió
el título de
Un Amor
Conquistado:
El Mito del
Amor Materno,
con traducción
de Waltensir
Dutra.
Un episodio
reciente
enseñado varias
veces por la TV
brasileña, en
que una madre
camina hasta un
cubo de basura y
deja allí su
nene recién
nacido, parece
dar la razón a
Elisabeth
Badinter,
porque, en
realidad, como
ella menciona en
su libro, hay
madres que no
revelan ningún
sentimiento de
amor por sus
hijos, a punto
de hasta mismo
impedir que
nazcan, como
ocurre en los
millones de
abortos que se
registran
anualmente en
nuestro país –
un país en que
la gran mayoría
de la población
se dice
cristiana.
¿Será el amor
materno un
mito?
La doctrina
espirita nos
dice que no y,
cuando se trata
del asunto, nos
enseña cosa
distinta.
Veamos lo que
dice la cuestión
890 d´El
Libro de los
Espíritus:
- ¿Será una
virtud el amor
materno, o un
sentimiento
instintivo,
común a los
hombres y a los
animales?
“Una y otra
cosa. La
Naturaleza dio a
la madre el amor
a sus hijos en
el interés de la
conservación de
ellos. En el
animal, sin
embargo, ese
amor se limita a
las necesidades
materiales; cesa
cuando
desnecesario se
tornan los
cuidados. En el
hombre, persiste
por la vida
entera y
comporta una
devoción y una
abnegación que
son virtudes.
Sobrevive mismo
a la muerte y
acompaña el hijo
hasta más allá
de la tumba.
Como podéis ver
hay en él cosa
diversa de lo
que hay en el
amor del
animal.”
La experiencia
humana nos
ofrece muchos
ejemplos de la
propiedad y del
acierto de esa
respuesta y eso
se queda aún más
nítido para los
que actúan en
sesiones
espiritas de
asistencia a los
desencarnados.
Invariablemente,
aunque estén
desencarnadas,
son las madres
que en la
mayoría de los
casos socorren
las criaturas
que sufren y
piden socorro
después que
hubieran dejado
el plan en que
vivimos.
¿Cómo explicar
entonces, los
casos que
subsidiaron las
encuestas de
Elisabeth
Badinter y el
episodio que
recién vimos por
la TV?
Esa cuestión no
fue ignorada por
Allan Kardec.
Ved lo que nos
dice la cuestión
891 de la
principal obra
de la doctrina
espirita:
- Estando en la
Naturaleza el
amor materno,
¿cómo hay madres
que odian a los
hijos y, no
raro, desde la
niñez de éstos?
“A veces, es una
prueba que el
Espíritu del
hijo escogió, o
una expiación,
si ocurrió de
tener sido un
padre malo, o
una madre
perversa, o un
malo hijo, en
otra existencia.
En todos los
casos, la madre
mala es una
persona animada
por un malo
Espíritu que
busca crear
incómodos al
hijo, a fin de
que sucumba en
la prueba que
buscó. Pero la
violación de las
leyes de la
Naturaleza no se
quedará impune y
el Espíritu del
hijo será
recompensado por
los obstáculos
de que haya
triunfado.”
Se averigua que
el hecho
apuntado es tan
solamente una
excepción a la
regla general
donde el amor
maternal se
encuentra
generalmente
presente. Se
trata de una
ocurrencia
excepcional por
exigencia de una
de las leyes que
rigen la vida –
la ley de causa
y efecto -,
expresada por
Jesús en una
frase sencilla y
conocida: “La
siembra es
libre, pero la
cosecha es
compulsoria”.
Que estas
consideraciones
sean recibidas
por todas las
madres que nos
leen como un
modesto homenaje
a esas criaturas
admirables a
quien Dios
confía sus hijos
por creer que
ellas darán
cuenta de la
tarea.
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