Continuamos con el Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano, que focalizará las cinco principales obras de la Doctrina Espírita, en el orden en que fueron inicialmente publicadas por Allan Kardec, el Codificador del Espiritismo.
Las respuestas a las preguntas presentadas, fundamentadas en la 76ª edición publicada por la FEB, basadas en la traducción de Guillon Ribeiro, se encuentran al final del texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Cuál es el motivo del cambio que se opera en el carácter de los individuos a una cierta edad, especialmente cuando salen de la adolescencia?
B. Dos personas que se conocieron y se amaron en una existencia, ¿pueden encontrarse y reconocerse en otra existencia?
C. ¿Cuál es la causa de las simpatías y antipatías terrenas?
D. ¿Por qué el Espíritu reencarnado pierde el recuerdo de su pasado?
E. ¿Qué indicios nos permiten conocer el género de nuestra existencia anterior?
Texto para la lectura
206. El recuerdo de las existencias pasadas tendría inconvenientes más grandes de lo que creéis. (L.E., 386-a)
207. Hay entre los seres pensantes lazos que todavía no conocéis. El magnetismo es la brújula de esta ciencia, que más tarde comprenderéis mejor. (L.E., 388)
208. La repulsión instintiva que a primera vista se experimenta por ciertas personas, procede de los Espíritus antipáticos que se intuyen y se reconocen sin hablarse. (L.E., 389)
209. Dos Espíritus no son necesariamente malos por el hecho de no simpatizar. La antipatía puede originarse de una falta de similitud en el modo de pensar. Pero a medida que ellos se elevan, los matices se borran y la antipatía desaparece. (L.E., 390)
210. El Espíritu malo siente antipatía por cualquiera que pueda juzgarlo y desenmascararlo; al ver a una persona por primera vez, percibe que ella va a desaprobarlo. Su alejamiento se transforma entonces en odio, envidia, y le inspira el deseo de hacer el mal. El Espíritu bueno siente repulsión por el malo, porque sabe que no será comprendido por él y que ambos no comparten los mismos sentimientos. Pero, seguro de su superioridad, no siente hacia el otro ni odio ni envidia: se conforma con evitarlo y compadecerlo. (L.E., 391)
211. Hay mundos más adelantados que la Tierra en que los habitantes, ubicados en mejores condiciones que vosotros, no por ello dejan de experimentar grandes disgustos e infelicidades. (L.E., 394)
212. El recuerdo de nuestras individualidades anteriores tendría inconvenientes muy graves. Podría, en ciertos casos, humillarnos de una manera extraordinaria; en otros, exaltar nuestro orgullo, y por eso mismo trabar nuestro libre albedrío. Dios nos dio, para que mejoremos, justamente lo que es necesario y suficiente: la voz de la consciencia y nuestras tendencias instintivas. (L.E., 394, comentario de Kardec)
213. En los mundos donde sólo reina el bien, el recuerdo del pasado nada tiene de penoso; he ahí por qué ellos recuerdan con frecuencia la existencia precedente, como nosotros recordamos lo que hicimos en la víspera. (L.E., 394, comentario de Kardec)
214. No siempre podemos tener revelaciones sobre nuestras existencias anteriores. Sin embargo, muchos saben lo que fueron y lo que hicieron y, si les fue permitido decirlo abiertamente, harían singulares revelaciones sobre el pasado. (L.E., 395)
215. En las existencias corporales de naturaleza más elevada que la nuestra, el recuerdo del pasado es más preciso. A medida que el cuerpo es menos material, se recuerda mejor. La memoria del pasado es más clara para aquellos que habitan los mundos de un orden superior. (L.E., 397)
216. Por el estudio de nuestras tendencias instintivas, podemos tener una idea de las faltas que hemos cometido, pero es necesario tener en cuenta también el mejoramiento que tuvimos y las resoluciones tomadas en la erraticidad. (L.E., 398)
217. Si el Espíritu, una vez encarnado, no supiera resistir las pruebas puede ser arrastrado a nuevas faltas, que serán la consecuencia de la posición por él mismo escogida. Pero, en general, tales faltas denuncian más bien un estado estacionario antes que retrógrado, puesto que el Espíritu puede avanzar o detenerse, pero no retroceder. (L.E., 398-a)
218. Por la naturaleza de las vicisitudes que enfrentamos, con frecuencia se puede deducir el género de la existencia anterior, pues cada uno es castigado en aquello en que pecó. Pero el mejor indicador son las tendencias instintivas, porque las pruebas que sufrimos se refieren tanto al futuro como al pasado. (L.E., 399)
219. Llegado al término que la Providencia marcó para su vida errante, el mismo Espíritu escoge las pruebas a las que desea someterse para apresurar su adelantamiento, es decir, el género de existencia que considera sea más apropiado para proporcionarle los medios, y tales pruebas están siempre en relación con las faltas que debe expiar. Si en ellas triunfa, se eleva; si sucumbe, tiene que recomenzar. (L.E., 399, comentario de Kardec)
220. El Espíritu goza siempre del libre albedrío. Es en virtud de esta libertad que en el estado de Espíritu elige las pruebas de la vida corporal, y en el estado de encarnado delibera lo que hará o no hará, escogiendo entre el bien y el mal. (L.E., 399, comentario de Kardec)
221. Las existencias futuras no pueden ser reveladas en ningún caso, pues dependen de la manera como se cumple la existencia presente y de la elección ulterior del Espíritu. (L.E., 399, comentario de Kardec)
Respuestas a las preguntas propuestas
A. ¿Cuál es el motivo del cambio que se opera en el carácter de los individuos a una cierta edad, especialmente cuando salen de la adolescencia?
El motivo es que, en esa fase de la vida el Espíritu recobra la naturaleza que le es propia y se muestra tal cual era. (El Libro de los Espíritus, pregunta 385)
B. Dos personas que se conocieron y se amaron en una existencia, ¿pueden encontrarse y reconocerse en otra existencia?
Reconocerse, no. Sin embargo, pueden sentirse atraídos el uno al otro y, a menudo, no es otra la causa de esos lazos íntimos basados en el afecto sincero. (Obra citada, preguntas 386, 386-a, 387 y 388.)
C. ¿Cuál es la causa de las simpatías y antipatías terrenas?
La simpatía no siempre tiene por principio un conocimiento anterior. Dos Espíritus que se relacionan bien naturalmente se buscan el uno al otro, sin que se hayan conocido como hombres. Entre los seres pensantes hay lazos que todavía no conocemos. El magnetismo es el piloto de esa ciencia que más tarde comprenderemos mejor.
La antipatía puede derivar de la diferencia en la manera de pensar. Un Espíritu malo siente antipatía por cualquiera que lo pueda juzgar y desenmascarar. Al ver a una persona por primera vez, sabe que va a ser reprobado por ella. Su alejamiento de esa persona se transforma en odio, en envidia y le inspira el deseo de practicar el mal. El Espíritu bueno siente repulsión por el malo, porque sabe que éste no le comprenderá y porque sus sentimientos diferentes. (Obra citada, preguntas 386 a 391.)
D. ¿Por qué el Espíritu reencarnado pierde el recuerdo de su pasado?
El hombre no puede ni debe saberlo todo. Dios así lo quiso en su sabiduría. Sin el velo que le oculta ciertas cosas, la persona quedaría deslumbrada como aquél que sale, sin transición, de la oscuridad hacia la luz. Por el olvido de su pasado, el hombre es más dueño de sí. (Obra citada, preguntas 392, 393 e 395.)
E. ¿Qué indicios nos permiten conocer el género de nuestra existencia anterior?
El indicio más seguro son nuestras tendencias instintivas. No conocemos los actos que realizamos en el pasado, pero podemos saber cuál es el género de las faltas cometidas y cuál es el sello dominante de nuestro carácter por las tendencias que caracterizan nuestro ser.
La naturaleza de las vicisitudes y las pruebas que sufrimos también nos puede esclarecer acerca de lo que fuimos y lo que hicimos, del mismo modo que en este mundo juzgamos los actos de un culpable por el castigo que le inflige la ley. De esta manera, el orgulloso será castigado en su orgullo mediante la humillación de una existencia subalterna; el mal rico y el avaro, por la miseria; el que fue cruel con los demás, por las crueldades que sufrirá; el tirano, por la esclavitud; el mal hijo por la ingratitud de sus hijos; el perezoso, por un trabajo forzado, etc. (Obra citada, pregunta 399, seguida de los comentarios de Kardec.)