Continuamos con el
Estudio Metódico del
Pentateuco
Kardeciano, que
focalizará las cinco
principales obras de
la Doctrina
Espírita, en el
orden en que fueron
inicialmente
publicadas por Allan
Kardec, el
Codificador del
Espiritismo.
Las
respuestas a las
preguntas
presentadas,
fundamentadas en la
76ª edición
publicada por la
FEB, basadas en la
traducción de
Guillon Ribeiro, se
encuentran al final
del texto.
Preguntas para
debatir
A.
¿Puede un individuo
ruin hacer mal a su
prójimo, valiéndose
de la ayuda de un
Espíritu malo?
B.
¿Existen personas
dotadas del don de
curar a través de un
simple contacto?
C.
¿Desempeñan los
Espíritus alguna
actividad, más allá
de la búsqueda de su
mejoramiento
personal, o sólo los
más elevados tienen
ocupaciones útiles
en la erraticidad?
D.
¿Se inmiscuyen los
Espíritus en
nuestras actividades
y placeres?
E.
¿En qué consisten
las misiones
asignadas a los
Espíritus errantes?
¿Y cuál es la misión
de los Espíritus
encarnados?
Texto para la
lectura
299.
Algunas personas
tienen un poder
magnético muy
grande, del cual
pueden hacer mal
uso, si su Espíritu
fuera malo, y en tal
caso podrán ser
secundadas por otros
malos Espíritus.
(L.E., 552)
300.
Todas las fórmulas -en
relación al
intercambio con los
Espíritus- son
charlatanería; no
existe ninguna
palabra sagrada,
ningún signo
cabalístico, ningún
talismán que ejerza
alguna acción sobre
los Espíritus,
porque ellos son
atraídos sólo por el
pensamiento y no por
las cosas
materiales.
(L.E., 553)
301.
La naturaleza del
Espíritu atraído
depende de la pureza
de la intención y de
la elevación de los
sentimientos -de
quien lo llama-.
(L.E.,
554)
302.
Esos a quienes
llamáis hechiceros
son personas, cuando
dotadas de buena fe,
que poseen ciertas
facultades, como el
poder magnético y la
doble vista.
Entonces, como hacen
cosas que no
comprendéis, las
creéis dotadas de un
poder sobrenatural.
(L.E., 555)
303.
Todos los Espíritus
deben recorrer los
diferentes grados de
la escala para
perfeccionarse.
Dios, que es justo,
no podría haber dado
a unos la sabiduría
sin trabajo,
mientras que otros
la adquieren sólo de
manera penosa.
(L.E., 561)
304.
Los Espíritus del
orden más elevado,
que no tienen que
nada más aprender,
no se quedan en
estado de reposo,
sino tienen muchas
ocupaciones. La
ociosidad eterna
sería un suplicio
perpetuo. Sus
ocupaciones
consisten en
transmitir las
órdenes de Dios por
todo el Universo y
velar por su
ejecución. (L.E.,
562 y 562-a)
305.
Las ocupaciones de
los Espíritus son
incesantes, si
entendemos que su
pensamiento está
siempre en
actividad, pues
ellos viven por el
pensamiento. Pero es
necesario no
equiparar las
ocupaciones de los
Espíritus con las
ocupaciones
materiales de los
hombres. Su misma
actividad es un
placer, por la
conciencia que ellos
tienen de ser
útiles. (L.E., 563)
306.
Los Espíritus
inferiores tienen
ocupaciones
apropiadas a su
naturaleza.
¿Confiáis al peón y
al ignorante los
trabajos del hombre
culto? (L.E.,
563-a)
307.
Hay entre los
Espíritus los que
son ociosos, pero
ese estado es
temporal y está
subordinado al
desarrollo de su
inteligencia. Hay
entre ellos, como
ocurre entre los
hombres, los que
sólo viven para sí
mismos; pero esa
ociosidad les pesa,
y tarde o temprano
el deseo de
progresar les hace
experimentar la
necesidad de la
actividad, y
entonces se sienten
felices de ser
útiles.
(L.E.,
564)
308.
Un Espíritu que
practicó un arte en
la existencia en que
lo conocisteis,
puede haber
practicado una
diferente en otra
existencia, porque
es necesario que lo
sepa todo para
llegar a ser
perfecto.
(L.E., 566)
309.
Los Espíritus que
tienen misiones que
cumplir, las cumplen
en estado errante y
cuando están
encarnados. Para
algunos Espíritus
errantes, esa es una
gran ocupación.
(L.E., 568)
310.
No siempre los
Espíritus comprenden
los designios que
están encargados de
ejecutar. Hay los
que son instrumentos
ciegos; pero otros
saben muy bien con
qué objetivo actúan.
(L.E., 570)
311.
¿La misión de un
Espíritu es impuesta
o depende de él? –
Él la pide y se
alegra de obtenerla.
Hay siempre muchos
candidatos, pero no
todos son aceptados.
(L.E., 572 y 572-a)
312.
Las personas que
sólo viven para sí
mismas y no saben
hacerse útiles son
pobres seres a los
que debemos
compadecer, porque
expiarán cruelmente
su voluntaria
inutilidad, y su
castigo comienza con
frecuencia en este
mundo, por el tedio
y el disgusto de la
vida.
(L.E., 574)
313.
Entre los Espíritus
los hay también
perezosos, que
retroceden ante una
vida de trabajo.
Dios les deja hacer;
comprenderán más
tarde, y a sus
expensas, los
inconvenientes de su
inutilidad y serán
los primeros en
pedir recuperar el
tiempo perdido.
(L.E., 574-a)
314.
¿Como se puede
reconocer que un
hombre tiene una
misión real en la
Tierra? – Por las
grades cosas que
realiza, por el
progreso que hace
que sus semejantes
realicen.
(L.E., 575)
315.
Los hombres que
tienen una misión
importante que
cumplir poseen a
veces conocimiento
de ella, pero la
mayoría de las veces
lo ignoran. Sólo
tienen un objetivo
vago al venir a la
Tierra; su misión se
diseña después de su
nacimiento y según
las circunstancias.
Dios los impulsa por
la vía en la que
deben cumplir sus
designios. (L.E.,
576)
316.
Todo lo que el
hombre hace no es el
resultado de una
misión predestinada;
frecuentemente él es
el instrumento del
que un Espíritu se
sirve para hacer
ejecutar algo que
considera útil. (…)
Debe decirse además
que, durante el
sueño del cuerpo, el
Espíritu encarnado
se comunica
directamente con el
Espíritu errante, y
que se ponen de
acuerdo para la
ejecución. (L.E.,
577)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A.
¿Puede un individuo
ruin hacer mal a su
prójimo, valiéndose
de la ayuda de un
Espíritu malo?
No.
Dios no lo
permitiría.
(El Libro de los
Espíritus, preguntas
551, 552 y 557.)
B.
¿Existen personas
dotadas del don de
curar a través de un
simple contacto?
Sí.
El poder magnético
de esas personas
puede llegar a ello,
cuando está
secundado por la
pureza de los
sentimientos y un
ardiente deseo de
hacer el bien,
porque entonces los
Espíritus buenos
vienen en su ayuda.
(Obra
citada, preguntas
552, 555 y 556.)
C.
¿Desempeñan los
Espíritus alguna
actividad, más allá
de la búsqueda de su
mejoramiento
personal, o sólo los
más elevados tienen
ocupaciones útiles
en la erraticidad?
Ellos
cooperan a la
armonía del
Universo, ejecutando
la voluntad de Dios,
cuyos ministros son.
La vida espírita es
una ocupación
constante, pero no
tiene nada de penosa
como la vida en la
Tierra, porque no
hay en ella fatiga
corporal ni las
angustias de las
necesidades. En el
mundo espiritual,
todos tienen deberes
que cumplir, sea
cual fuere el grado
evolutivo que hayan
alcanzado.
(Obra citada,
preguntas 558, 559,
562 y 563)
D.
¿Se inmiscuyen los
Espíritus en
nuestras actividades
y placeres?
Los
Espíritus vulgares,
sí. Ellos nos rodean
constantemente y con
frecuencia toman
parte activa en lo
que hacemos, según
su naturaleza. Es
preciso que así
suceda porque, para
que los hombres sean
empujados por los
diferentes caminos
de la vida, es
necesario que se les
estimulen o moderen
las pasiones.
(Obra citada,
pregunta 567)
E.
¿En qué consisten
las misiones
asignadas a los
Espíritus errantes?
¿Y cuál es la misión
de los Espíritus
encarnados?
Tales
misiones son tan
variadas que es
imposible
describirlas. Las
misiones de los
Espíritus tienen
siempre por objeto
el bien. Ya sea como
Espíritus o como
hombres, están
encargados de ayudar
al progreso de la
humanidad, de los
pueblos o de los
individuos, dentro
de un círculo de
ideas más o menos
amplias, más o menos
especiales, y de
velar por la
ejecución de
determinadas cosas.
Algunos desempeñan
misiones más
restringidas y, en
cierto modo,
personales o
enteramente locales,
como asistir a los
enfermos, los
agonizantes, los
afligidos, velar por
aquellos de quienes
se convierten en
guías y protectores,
dirigirlos dándoles
consejos o
inspirándoles buenos
pensamientos. Se
puede decir que hay
tantos géneros de
misiones como clases
de intereses que
proteger, tanto en
el mundo físico como
en el moral, y el
Espíritu progresa
según la manera en
que desempeña su
tarea.
Cuando están
encarnados, su
misión es instruir a
los hombres,
ayudarles en su
progreso y en
mejorar sus
instituciones por
medios directos y
materiales. Pero las
misiones son más o
menos generales e
importantes. El que
cultiva la tierra
desempeña tan noble
misión, como lo que
gobierna o el que
instruye. Todo se
encadena en la
Naturaleza. Al mismo
tiempo que el
Espíritu se depura
por la encarnación,
coopera de esa forma
en la ejecución de
los designios de la
Providencia. Cada
cual tiene su misión
en este mundo,
porque todos pueden
ser útiles en algo.
(Obra
citada, preguntas
569 a 577.)
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